Capítulo 42 (Editado)

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Capitulo 42

La puerta había sonado nuevamente. Esta vez más tranquila con demasiada serenidad. No abriría se dijo a ella misma luego de unos segundos. No cuando no estaba bien del todo, cuando todo su cuerpo era un torbellino de emociones indescriptibles. Se lo había planteado, su que el pacífico toque volvió dándole a entender que no se trataba de la misma persona. No era Dimitri era más que obvio, debía empezar a tranquilizarse y a seguir con su vida.
Otro golpe lento que la hizo apresurarse abrir la puerta sin pensar quién podía ser.
Estaba ahí, el rostro mas desagradable que recordaba: Carmelo.

—Buenas noches, niña. —inquirió con una sonrisa en sus asquerosos labios.

Maya se mantuvo estática en su sitio, preparada para comenzar a gritar si hacía falta. Sin embargo todo pasó demasiado rápido para siquiera asimilarlo. Intentó con todas sus fuerzas cerrar la puerta, pero el hombre había actuado con rapidez entrando en su casa. Ella intento correr adentro para tomar algo con que pudiera defenderse pero era demasiado tarde. Las manos del hombre la tomaban por la espalda a la vez que sentía un fuerte olor en su nariz segundos despues.

—¡Suéltame! —gritó con la voz ahogada.

—Mejor nos comportamos de buena manera... —dijo asquerosamente, más no pudo escuchar más ya que la voz se perdía con el sueño que había empezado a consumirla con rapidez.

Intentó soltarse, patalear, gritar pero fue inútil. Lo último que recordó antes de que la sacarán del edificio fue la parte trasera de un coche segundos antes de quedar en completa oscuridad.
Una oscuridad que solo era interrumpida por la voz de Dimitri rogándole que no lo dejara.
Esa voz la tenía tan presente. Aunque no quisiera siempre permanecía en ella. Era algo que le ganaba de gran manera.
No supo cuánto pasó, no supo nada de ella por mucho tiempo.
Hasta que después de un sueño profundo resonó tres veces con fuerza algo en su cabeza antes de intentar abrir los ojos con cansancio. Era algo inútil al darse cuenta que los tenía vendados.
Escuchaba absoluto silencio y le parecía irreal lo que estaba viviendo. Y al darse cuenta en la situación en que se encontraba simplemente se aterrorizó. No había otro manera de llamarlo.
Sus manos adormecidas y la total oscuridad la envolvía. No lo terminaba de creer.
En realidad, no recordaba nada. Su último recuerdo era él, Dimitri. Su olor, su voz, sus ojos suplicantes. Y ahora, no sabía que había pasado.

Su cuerpo le dolía totalmente, sus manos ardían y su cabeza parecía querer explotar en cualquier momento. Todo en ella daba vueltas, acompañado de una oscuridad sin fin.
¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta ahí?
El olor era espantoso la hacía sentir como se le ponían todos los pelos de punta.

Y sin darse cuenta el pánico empezó a respirar en su nuca cuando escuchó un ruido muy cerca de ella. Su respiración se agitó y quiso ver más allá de la oscuridad pero le era imposible. Sintió su corazón palpitar con más fuerza que de costumbre: estaba en peligro. Era un hecho.
Y lo comprobó al escuchar las palabras dichas con tanto odio por uno de los hombres que más terror le había causado en su vida.

—Por fin despiertas niña. —susurró en medio de la oscuridad. —No sabes cuánto tiempo llevó esperando por esto.

Lo recordó claramente como si del agua se tratara: el maniático de Carmelo. No fue capaz de responder, no era capaz de respirar con normalidad para ser sincera. No terminaba de asimilar lo que escuchaba.

¿Por qué? Se preguntó comenzando a entrar en pánico.

Y la respuesta apareció en su memoria un segundo después; Dimitri. Todo tenía que ver con él. Claramente era parte de eso. Debía de ser él quien estaba detrás de todo eso que estaba viviendo. Y al darse cuenta todo le pareció una total broma de mal gusto.

Punto débil © (Versión Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora