Capítulo 8 "Preocupaciones"

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Antes de que pueda ir a la cafetería a cogerme mis preciadas natillas, Pierce me llama y yo me despido de Harper con la mano mientras que ella me echa una mirada pícara. 

Me quedo callada a que él proceda a iniciar la conversación. 

El salón está vacío y lo único que se escucha son voces por el pasillo. 

—El examen no ha estado tan mal como creía —dijo enrollando sus brazos y sentándose encima de su pupitre—. Me gustaría que vinieses a mis clases particulares. 

¿Por qué solo me lo dice a mí? ¿Le debo de dar pena o algo? 

—Tengo trabajo, pero gracias igualmente —hago ademán de irme pero vuelve a hablar. 

—¿A qué hora sales? —pregunta muy interesado. 

—De lunes a viernes, a las nueve de la noche, una hora muy mala. 

Éste solo suspira frustrado por mi respuesta. No entiendo como se enfada tanto por algo insignificante. Creo que tiene a más alumnos en su lista. 

—Grace necesitas aprobar mi clase para graduarte, no puedes pasar de las clases particulares.

—No es mi culpa que algunos tengan que trabajar profesor Allen, ya me buscaré alguna forma, pero lo veo muy difícil —digo intentando tranquilizarme. 

Me encantaría ahora mismo gritarle. ¿No entiende que no lo hago aposta? ¡Claro qué me gustaría recibir ayuda con lo de las clases particulares! Pero no se puede. 

Pierce se queda un rato mirándome. Parece ser que está intentando buscar otra solución, pero no la encuentra. 

Me despido de él con una sonrisa fingida y salgo del salón. 

*** 

Después de unas clases intensas y tener que soportar a Harper con sus ideas locas de Pierce y yo, voy a mi trabajo. Lo bueno de trabajar, es que no tengo que ver a mi padrastro. 

Entro y observo como una persona joven, más o menos de mi edad, atiende al señor Clifford.

 ¡Ese es mi cliente! 

Espera..., ¿no es el hermano de Shidney? ¿Qué hace aquí? 

Me acerco aprovechando que está detrás de la barra y llamo su atención.

—Esto..., ¿hola.?

—¡Hey! ¿Qué quieres para tomar? —pregunta con una sonrisa. 

—Eh...no —río por lo bajo—, ¿qué haces aquí? 

El chico me mira confuso. 

—¿Cómo que qué hago aquí?, ¿acaso no es obvio? —señala su delantal. 

—A esta hora trabajo yo —digo con algo de ironía y enfado. 

No me puedo creer que me esté robando el trabajo. 

—¡Aaah! ¡Eres Grace! Lo siento, se me había olvidado. Rosa me ha dado un puesto de trabajo, me había dicho que tendría una compañera, por lo que me imagino que serás tú. 

—Sí, llevo cinco años trabajando aquí, deberé de ser yo —dejo salir mi lado sarcástico y el chico ríe.

—Me caes bien —interpreta una sonrisa dejando ver unos dientes perfectos—. Rosa me ha dicho también que tú atenderás a los clientes y prepararás el pedido, mientras yo se lo llevaré y limpiaré las mesas, ¿te parece bien así? 

Acepto con la cabeza algo confusa. No tiene sentido tener a dos personas trabajando, pero Rosa es la jefa, y a mí me toca fastidiarme. 

—¿Cómo te llamas? Es para no tener que inventarme yo el nombre. 

Éste niega con la cabeza sintiéndose estúpido de no haberse presentado antes. 

—Jacob, me llamo Jacob, encantado —extiende su mano y yo la acepto encantada. 

Me viene bien tener a alguien para hablar. Aquí solo suele venir gente mayor. 

Éste se va a limpiar una mesa y yo me dispongo a colocarme en mi lugar. No entiendo como el hermano de Shidney trabaja en un lugar como este. Es decir, su familia tiene bastante dinero.

 Pero no estoy yo para juzgar, más bien lo contrario, hay que ganarse tu propio dinero. 

Observo como entra Harper por la puerta con un aire de alegría. ¿Por qué está tan contenta? 

Se acerca a mí toda deprisa y se sienta. 

—¡Adivina quién está viniendo...! —chilla de la tanta emoción. 

—¿Theo James? —pregunto sabiendo que no es él perfectamente. 

Ojalá. 

—¿Quién? —alza una ceja. 

No me puedo creer que no sepa quién es Theo James. 

—Tía, el de Divergente —digo irónica. 

Soy muy fan de esa saga, no me culpen. 

—Ese es un viejo, si hubieras dicho Christian Grey o Brad Pitt, igual te hubiera entendido. 

—Tú es que pones las expectativas muy altas y no sabes todavía de quien te hablo, ¿verdad? 

Ella me ignora completamente y mira hacia la puerta, viendo como entra el susodicho. 

En serio, no me puedo creer que tenga que venir aquí. No es la única cafetería. Aunque sinceramente es la mejor, tiene un estilo vintage de los años 80, por lo que la convierte en algo única de los demás. Pero vaya, que tampoco es tan famosa. Solo suelen venir gente mayor. 

—Te va a pedir matrimonio Grace —susurra viendo como se acerca.

Aprovecho para pellizcar su hombro, escuchando como se queja del dolor. Se lo merece. 

—Hola ¿qué desea tomar? —pregunto tratándolo como a un cliente normal. 

—¿En serio me vas a hablar así? —su mirada fríahace que mi cuerpo empiece a tener escalofríos.

Harper me mira algo incómoda. ¿Se pensaba que el señor Allen iba a saludarnos y a ser amable con nosotras? Pues no. 

—¿No tiene clases particulares Señor Allen? —pregunta Harper rompiendo el silencio. 

—Tengo que rellenar huecos, me faltan algunos alumnos —responde mirándome de nuevo. Eso iba por mí. 

—Ha sido muy amable de su parte hacer eso por los alumnos, no muchos tienen dinero para pagarlas clases 

Harper hace ademán de establecer una conversación con Pierce, pero éste se muestra desinteresado. ¿A qué ha venido entonces? 

—¿Quiere un café? —pregunto al ver que ha ignorado el comentario (demasiado amable) de mi amiga. 

—Sí, pero deja que eche yo mismo el azúcar. 

Sonrío al ver que acaba de recordar esa escena y me meto en la cocina algo avergonzada. 

Preparo el café a toda leche para que Harper no se sienta más incómoda, y cuando salgo de la cocina, me los encuentro platicando como si fueran amigos de toda la vida. 

Vale, bipolar es poco decir. 

Le entrego el café y mi vista se dirige hacia la puerta. Harper me observa y se gira rápidamente hacia la puerta al ver mi cara de preocupación.

El profesor AllenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora