Sexto Cambio I

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La pantalla de mi teléfono móvil volvió a iluminarse con una nueva notificación, justo al salir por la puerta del jardín botánico. Tras verlo, me paré en seco para poder leerlo bien. Max hizo lo propio y se giró, esperando a que le dijese lo que nos había dicho Tefi, porque aunque él no había sacado el teléfono del bolsillo de su pantalón y no había podido ver si era ella o no, sabía con toda certeza que quien estaba detrás de ese mensaje era, inequívocamente, nuestra amiga.

─Dice que vayamos directamente a casa de Miriam, que ella ya ha salido con Luis para allá.

─Joder. Joder, joder, joder.

Tanto Max como yo nos habíamos puesto nerviosos desde el primer mensaje. Habíamos recorrido el camino empedrado de vuelta mil veces más rápido que cuando entramos. Algo grande había pasado y lo único en lo que podía pensar era en Miriam, en cómo sonreía, en sus graciosas pecas de las mejillas y en las sospechas que Tefi había tenido con ella casi desde que yo había llegado a la ciudad, y de eso habían pasado ya varios meses.

En cuanto estuvimos ambos subidos y con los cascos puestos y asegurados, Max arrancó la moto y emprendió el camino. 

Si dijese que Max no había acelerado más de lo normal la moto para llegar cuanto antes a la casa de nuestra amiga, estaría siendo una mentirosa de pies a cabeza. Sí, le pisó a la moto, pero lo justo para acelerar el viaje sin ponernos en peligro, ni a nosotros ni a ninguna otra persona. Durante el viaje no hubo intercambio de miradas por el retrovisor, ni guiños, ni sonrisas. Tampoco me hubiese percatado de ellas porque mi cabeza estaba muy lejos de allí, meses atrás, en la soledad de mi casa. 

El estómago me había dado un vuelco al leer las palabras de Tefi, sencillamente porque la última vez que había recibido una comunicación con esa urgencia, la noticia había sido el fallecimiento de mis padres. Mi interior bullía de nervios e incertidumbre mientras mis manos se aferraban a la cintura de Max con fuerza, intentando controlar el temblequeo que el propio nerviosismo me estaba provocando. 

Intenté centrar mi mente en otra cosa, pensar de manera positiva y alejar imágenes y recuerdos que lo único que estaban provocando era que entrase en una espiral de pensamientos negativos que, sobre todo en aquel momento, no servían ni aportaban nada a la situación. Más bien, al contrario.

Llegamos finalmente al edificio donde Miriam tenía la casa alquilada. No me dio tiempo a fijarme en su estado ni en la zona en la que se encontraba porque el azar quiso que Luis y Tefi llegasen casi al mismo tiempo que nosotros. Aunque tampoco es que conociese la ciudad como la palma de mi mano para conocer barrios más allá de aquel en el que vivía con Tefi.

Rápidamente nos bajamos de la moto y no nos molestamos ni en guardar los cascos, sino que los agarramos como pudimos y entramos en el portal. 

─¿Qué ha pasado? ─pregunté mirando a Tefi. Ella iba primera subiendo las escaleras, después Luis, seguido de Max y yo a la cola. 

─Me ha mandado un mensaje preguntando si se podía quedar esta noche en casa con nosotras y le he dicho que sí. ─Mientras la conversación continuaba, el número de escalones que nos separaba del segundo piso en donde vivía Miriam, se iba reduciendo─. A los diez minutos me ha llamado, lo he cogido pero no contestaba; a los segundos he escuchado un forcejeo, cristales y gritos.

En cuanto estuvimos frente a la puerta, pulsamos el timbre. Era tal la preocupación que tenía por Miri, que ni me había fijado en lo agitada que había terminado después de subir las escaleras o en lo taquicárdica que me había puesto tras escuchar las últimas palabras de Estefanía sobre la llamada.

Nadie abrió la puerta.

Volvimos a llamar, aunque esta vez fue Luis aporreando la madera y olvidándose del timbre. Fruncía los labios con rabia.

Soy Diferente© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora