Evitar señalar directamente lo íntimo y personal en mi escritura, para evitar ser señalado, es ahora la forma más vulgar e ineficaz de desahogo a la que puedo recurrir.
Estrangula la realidad, obligando a mi voluntad a doblegarse ante la culpa.
Inevitablemente termino cayendo en la trampa que tanto procuro evitar.
El autoengaño.
Tan ficticio, antinatural y repugnante.