Abandonado, entre el polvo y el cemento, un pequeño pensamiento se mantenía escondido, aguardando a encontrar una chispa que lo llevase a convertirse en algo más. Conforme transcurrían los días, este yacía sin propósitos, perdiendo su origen, su base, su centro por el cual apareció en aquel enorme mundo. Sin embargo, un día, el cielo del pueblo se encontró abovedado por nubes.
El viento soplaba, entonando los más ensordecedores alaridos entre los árboles.
El pequeñín al no tener fuerzas ni vivencia por el cual subsistir se dejo llevar por la corriente de viento. El pobre desdichado era llevado sin piedad hacia la nada misma. Cuanto más fuerte soplaba el viento, más inservible este se sentía.
El minúsculo pensamiento decidió ponerse en posición fetal para aceptar su triste final. Antes de dar su último respiro, un brusco golpe lo derrumbó contra el suelo. Sin fuerzas, se sostuvo de algo que no sabía bien que era. Con las pocas fuerzas que poseía en sus delgados brazos trepó aquel ente desconocido. Comenzó a trepar más y más y este desconocido iba tomando forma, color. Finalmente, logró llegar a la cima de aquel objeto y para su sorpresa hizo un gran descubrimiento. No era un ente, ni tampoco una nube ni menos que menos el sol. Era una jovencita.Aquella jovencita se encontraba inmóvil, pensativa con sus ojos fijos en un punto. La misa había finalizado y la multitud creyente se había amontonado en las afueras de la iglesia. No estaba segura, pero vio como su vecina charlaba muy pegada a un joven caballero. Su dedo índice estaba pegado en sus labios como si estuviera reteniendo algo que anhelaba escapar de entre sus labios. Desde sus hombros, el pequeñín permanecía estático, observando con admiración a aquella jovencita. De repente, este minúsculo pensamiento notó algo que hizo que su corazón explotara en saltos. Él vio el mar de intenciones en su pupila dilatada. Enérgico, saltó hacia el arete de la joven balanceándose hacia su oído. Con todas sus fuerzas se balanceó hacia el orifico e ingresó en aquella oscura cueva. La joven soltó un leve suspiro de entre sus labios. Sus mejillas se tornaron escarlata. Su cuerpo vibró levemente. Dentro de ella algo nuevo surgió. Dentro de su mente una semilla se implantó. Aquel pequeñín ya no era un minúsculo pensamiento. El pequeñín se convirtió en una idea, en palabras bañadas por sospechas y prejuicio, en la codena de aquellos jóvenes.
ESTÁS LEYENDO
Historias perdidas del viejo cuaderno de María
Ficção GeralCuando María comenzó a leer y escribir, heredó un peculiar cuaderno gris. Había pasado de generación en generación y era su turno que pasara por sus manos. El cuaderno, regordete, estaba dividido en secciones de sus antecesoras. Cada una tuvo una h...