—Deja que te mire eso —señala mi brazo a lo que yo no me opongo.
Noto un escozor horrible y es probable que esa navaja tenga un montón de gérmenes.
Con delicadeza abre más la rotura de mi sudadera y su rostro se cambia a uno repugnante. ¿Tan mal está la herida?
—Deberías dejar que te cure eso, tiene muy mala pinta
—No te preocupes, ya me la curo yo en casa —sonrío no queriendo molestarle más aunque por dentro me esté muriendo de dolor.
-Grace, déjame curarte, por favor —pide suplicando con la mirada.
Estoy demasiado confusa. Hace un minuto me acaba de echar de su casa y ¿ahora quiere ayudarme?
Mi silencio le hace ver que mi respuesta es un sí y volvemos a su casa, esta vez cogiendo el ascensor.
Después de un silencio demasiado incómodo en el ascensor, entramos en su piso y me dice queme siente en el sofá. No entiendo el porqué estoy demasiado inquieta.
Es un simple profesor ofreciéndome su ayuda. Pero el hecho de que es demasiado intimidante no es que ayude mucho. Es tipo como Christian Gray con Anastasia cuando se conocieron por primera vez. Pero no levamos a comparar con semejante estrella del cine.
Pearce vuelve con una caja roja llena de sedas, bandas y desinfectantes.
—Será mejor que te quites la sudadera, así puedo curarte con más facilidad —dice manteniendo su vista ocupada en el botiquín.
Trago saliva y me la voy quitando lentamente no muy segura. Afortunadamente llevo un top de tirantes encima.
Una vez quitado la sudadera, Pierce mantiene en su mano un trozo de algodón bañado en alcohol.
—Esto te va a doler un poco —me advierte.
—Tú hazlo venga —cierro los ojos fuertemente esperando el escozor.
Puedo notar como Pierce se ríe débilmente a lo que me hace sentir más segura. Una vez notado como el tacto del algodón toca mi herida, jadeo del tanto dolor y aprieto los puños.
—Ya está —dice después de un largo y doloroso tiempo.
Abro los ojos lentamente y suelto un gran suspiro de alivio.
—Te voy a poner una pequeña venda para que no se te infecte más. Tuviste suerte, no tiene mucha profundidad.
—Bueno suerte... mejor era que no me la clavaran.
Noto como la comisura del labio de Pierce se alza un poco. Éste coge la venda y me la va cubriendo por el brazo. Inconscientemente miro como sus ojos están tan fijos en mi brazo, pero rápidamente los eleva hacia mis ojos. Nos quedamos así por unos pequeños segundos. Ninguno de los dos apartaba la vista y por primera vez no me sentía incómoda delante de él.
—Esto... —interrumpo mirando hacia un lado—, muchas gracias por curarme y salvarme la vida dos veces —agradezco sonriendo.
Pierce niega sin darle importancia.
—En fin... —digo de nuevo para eliminar el silencio—, me iré a casa, se está haciendo de noche —me levanto del sofá volviéndome a poner mi preciada sudadera. Ahora solo podré usarla como pijama.
—Te llevaré a casa —se levanta también, haciéndome más vulnerable por su altura.
—No tranquilo, ya has hecho hoy...
—No te lo estaba preguntando —me interrumpe sonriendo.
Mantengo su mirada en él sin saber como tomarme ese comentario y acabo aceptando. No quiero volver a encontrarme a ese hombre de antes. Y saber que Tom está en cualquier parte ,tampoco relaja demasiado.
***
—¿Cómo sabías que estaba en peligro? —pregunté mientras él conducía.
Ya estaba harta de tener que hablar siempre la primera, éste hombre es más callado que Charles Chaplin en una de sus películas. Pero Pearce mantenía su silencio y seriedad. Pareciese que estuviera hablando con un objeto inerte.
—Porque soy incapaz de dejarte sola —suelta al fin mirándome por unos largos segundos.
De acuerdo...eso no me lo esperaba en absoluto.
—Bajé con la intención de ofrecerte llevarte a casa y cuando vi que estabas en peligro, pues me alegré de ser yo quien te salvara —declaró cambiando su mirada hacia la carretera.
—A mí también me alegra el que hayas sido tú quién me salvara —confieso jugando con las mangas de mi sudadera por los nervios .En mi vida he establecido una larga conversación con el señor Allen y la verdad, aunque en algunos momentos sea incómodo, en los otros es sumamente agradable.
—¿Y ya sabes lo que vas a querer estudiar? —me pregunta simplemente por hablar de algún tema, lo que yo agradezco porque no sería capaz de preguntarle a él algo.
—Supongo que algo relacionado con las letras, me encanta leer y escribir —alzo los hombros sin sonar muy convincente-, igual me meto en periodismo si cabe alguna posibilidad.
—¿Y por qué dices eso? ¿Crees no tener posibilidades? —me mira confundido sin preocuparle en absoluto la carretera.
—Lo único que puedo aspirar es ser camarera —quito la mirada de él para dirigirla hacia la ventanilla. Está empezando a llover.
No quiero decir que ser camarera sea algo malo. Pero necesito encontrar algo que realmente me llene, y mi estado económico no me lo permite.
—Grace, mírame —ordena con frustración. No debes machacarte de esa manera, no es justo —se le nota enfadado.
—Igual tienes razón, debería de valorar más lo que hago —miento simplemente para cambiar de tema.
—Si vas a mentirme para no querer hablar del tema, cúrratelo, porque como actriz no te cogerían en ninguna parte —sonríe, haciéndome ver esos perfectos dientes.
—jOye! —le doy un leve golpe en su hombro—. Soy muy buena mintiendo, el otro día le dije a la profesora de inglés que no pude hacer su tarea porque no tenía wifi, ¡y se la creyó!
—Blanca tiene pinta de creérselo todo, así que no cuenta.
—Bueno en eso tienes razón, es fácil copiar con ella en los exámenes —digo sabiendo que no tendría que habérselo dicho—, pero...no quiere decir que yo copie ¿eh? —intento arreglarlo.
—Sigue mintiendo —mantiene su sonrisa.
—Al menos yo sé diferenciar la primera parte de un libro y de la segunda —me burlo rodeando mis brazos.
—Buen golpe señorita Collins, buen golpe ante mi comentario. —se ríe.
Tras unos minutos de pura charla, llegamos a mi destino, el cual me defrauda un poco porque me gustaría pasar más tiempo con Pierce.
De acuerdo, ignoren eso último.
—Muchas gracias por volver a salvarme la vida aunque creo que ya te lo he dicho tropecientas veces
—Dilas las veces que quieras, me haces sentir un héroe.
Ruedo los ojos y salgo del coche sin quitarme la sonrisa de idiota que debo de tener.
Estar con Pierce ha hecho olvidarme de todas las preocupaciones. Vale creo que las ideas estúpidas de Harper me están invadiendo la cabeza. Solamente me ha tratado bien, SOLAMENTE ESO.
—Nada, intenta descansar —se despide con la mano.
Le doy la última sonrisa y me dirijo hacia el porche.
Siento como mi cara está rojísima. No me puedo creer lo que acaba de pasar.
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El profesor Allen
Ficção AdolescenteEl señor Allen es un profesor de literatura el cual empieza a sentir algo por una de sus alumnas, Grace. A raíz de eso, para evitar que sus sentimientos hagan algo inadecuado, decide empezar a tratarla mal para así evitarla. Pero... ¿conseguirá su...