Los ninjas actuales le deben todo a sus ancestros. Ancestros como el sabio de los 6 caminos, pero especialmente a sus dos hijos.
Otsusuki Ashura e Indra. Ambos eran los padres de los más grandes clanes del mundo ninja.
Gracias a ellos, el universo...
Su caminata era suave y delicada, tranquila y animada. El sendero por el que caminaba ya le era muy conocido, cada tanto iba allá con sus queridas mascotas a pasar el rato y a comer dulces.
Pero está vez, el hombre aterrador iba detrás suyo, lo había convencido de comer algo allí, al aire libre.
—¡ Ya verá Indra-san ! ¡ Hoy será un día muy bonito !-- Sukui daba brinquitos mientras caminaba.
Indra solos suspiro, asintió sin querer darle mucha importancia, sin querer demostrarle que le emocionaba.
Cuando llegaron al final del camino había un hermoso lago, uno realmente lindo, su agua cristalina que era adornada por algunos pétalos de cerezo.
—¡ Acá ! ¡ Siéntese acá !-- lo jalo y puso una mantita para que ambos se sentaran, abajo de la sombra de un árbol. Indra solo se dejó arrastrar.
Acomodaron la comida y mientras ella disfrutaba de sus dulces él veía el lago. En total paz, pensaba en que los sucesos recientes no eran de su total desagrado, si, algo fuera de su estado de confort, algo que jamás pensó que le sucedería. Jamás pensó que terminaría así, por alguien como ella. Ni siquiera pensó que él terminaría causando su existencia.
Sukui lo miro, miro como tenía su mirada en el lago. Mordió su bolita de arroz y se levantó para remangar la tela de sus piernas. Una ves hecho eso se sacó las medias y sus sandalias, se agarró el cabello y salió corriendo a chapotear en el agua.
Ante el movimiento tan repentino de ella, el Otsusuki salió de su pequeño trance. Siendo su primera vista clara la de Sukui dando saltitos por todo el agua mientras el ave negra daba vueltas alrededor de ella. Su gran sonrisa y sus brillosos ojos, al igual que su sedoso cabello bailando de un lado a otro.
—¡ Indra-san! ¡ Venga !-- le llamo y cuando el se negó se acercó y lo jalo --¡ Venga ! ¡ Vengavengavengaaaa!-- lo jalo hasta el agua una vez adentro lo soltó y se fue a jugar con su ave.
Indra algo molesto se sacó las sandalias ya mojadas por el poco cuidado que ella tuvo, se levantó la tela blanca intentando evitar que se mojara más.
Fue entonces que por reflejo cerro sus ojos de golpe al sentir como algo frío y mojado caía en su cara. Al volver a abrir sus ojos la vio, allí, tan sonriente con unas claras intenciones de volver a echarle agua.
—Sukui... No-- eso debió haberla detenido, pero fue todo lo contrario, agrando su sonrisa y le tiro el agua en el rostro. El suspiro intentando no caer, pero le fue imposible cuando volvió a tirarle agua. --¡ Te dije que no !--
Terminaron empapados y corriendo de regreso a casa. Ella lo encantaba con sus sonoras carcajadas. Él solo corrió a su lado por aquel camino hacia su hogar.
Cuando llegaron aún quedaba algo de tiempo para que el sol se pusiera, así que la mando a cambiarse, no sabía si se podía enfermar, y sinceramente, no tenía ganas de averiguarlo.
Ella termino hecha bolita en sus mantas mientras él le cepillaba el cabello.
Una vez su cabello estaba seco y desenredado él se recargó en la pared, atrayendo la hacia su pecho, brindando de su calor a la chica que temblaba.
Ella abrió sus ojos de la sorpresa, pero más que eso, el sentimiento predominante era la alegría. Últimamente sus días eran demasiado lindos, felices, divertidos. Solía pasárselo de maravilla a su lado. Subió su cabeza haciendo que las suaves caricias que habían sido dejadas por su cuero cabelludo se detuvieran.
Ambos rostros quedaron a una distancia tan pequeña que sentían como les faltaba el aire, al estarlo robando del otro. Sus ojos se conectaron, dejando ver sus intenciones. Con esa mirada ambos terminaron de descubrir sus propios sentimientos, entendiendo que el otro lo sentía.
Fue entonces que la distancia fue superada, para dejar paso a esa delicada e inexperta caricia, caricia que hizo que sus sentimientos explotarán, causando sensaciones que no imaginaban podrían experimentar, o que si quiera existieran.
Ambos eran nuevos en eso, así que para alguien tan curiosa como lo era Sukui, no podría evitar querer más, más de ese hermoso y cálido sentimiento que él le causaba, eso que solo él podía darle.
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