Capítulo 24: Conocerse mejor

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Estaban a un día del evento de aniversario. El salón que se había reservado para la ocasión se encontraba prácticamente con la decoración terminada; faltaba llevar unos muebles de muestra de la nueva colección, y para ello Felipe se ofreció como voluntario. 

 Como si fuera un mal chiste o un plan de Dios de esos que no se logran entender, el joven se tenía que relacionar con Isabela Sandoval para cumplir con la labor.

 El rubio llegó puntual a la fábrica de la empresa, estuvo esperando por unos largos treinta minutos a la joven; más motivos para sentir fastidio por ella. "Dios mío dame paciencia, por favor" Clamó en su interior. 

—Entonces, ¿ya está listo? —dijo Isabela, apareciéndose como si nada. 

—Yo estoy listo hace rato. La llegada era a las tres de la tarde —le reclamó. 

— ¡Que vaina! ¿Y por qué no fue subiendo los muebles al camión? 

—Lo hubiera hecho, pero es que como usted me dijo que tenía que supervisar que a los muebles no les pasara nada, pues entonces preferí esperar —el joven estaba decidido a no dejarse amedrentar. 

— ¡Uy, si claro!, excusas para no trabajar —comenzaron a caminar hacia la bodega —. Es que definitivamente hay gente muy perezosa. 

— ¡Ay por favor! Oigan a ésta… No señorita, yo perezoso no soy. Al contrario, a mi me ha tocado muy duro en la vida, desde chiquito le ayudó a mi papá en el negocio imagínese, y trabajo desde los diecisiete años… A diferencia de otros que lo han tenido todo en la vida y no hacen ni el más mínimo esfuerzo para conseguir las cosas. 

— ¿Me quiere decir algo? Dígamelo a la cara —lo retó la muchacha. 

—No sé a que se refiere. Yo no dije nombres, si usted se sintió identificada con lo que dije, no es mi culpa.

 No dijeron nada más. Era obvia la tensión que había entre ellos dos; para nada se soportaban, la única razón para relacionarse era el trabajo, de lo contrario, no había razón para hablarse. 

 Caminaron hasta llegar al sitio donde estaban los muebles. 

 Discutieron una vez más, en esta ocasión por los muebles que debían cargar en el camión. Debido a su trabajo en la tienda Felipe conocía muy bien cuales eran los que tenían que llevar, pese a ello, Isabela se comportó como una niña caprichosa y le llevó la contraria. Pero una vez revisó los datos tuvo que darle la razón al rubio.

 Otros trabajadores llegaron para ayudar a llevar el mobiliario. En esas estaba cuando Isabela quiso ayudar.

—Yo le ayudo con esto —dijo preparándose para alzar un sillón. 

— ¿Qué hace? Esto pesa —Felipe se mostró molesto. 

—Por favor, ¿cómo que pesa?, hágale que tenemos que irnos. 

—Isabela, no nos haga perder tiempo. Mire sí lo está haciendo por lo que le dije no tiene que demostrar nada. 

—Yo no quiero demostrar nada. ¿Por qué cree que me vine con ropa cómoda?, yo sabía que iba a tener que cargar cosas. 

—Pero… —Felipe la miró y advirtió que tal vez tenía razón. La joven venía con una vestimenta apropiada para alzar muebles. 

—Usted a mi no me conoce, así que no sabe como soy —insistió Isabela —. Yo puedo hacerlo. Así que, ¿Puede ayudarme, o le dijo a otro que me ayude a cargar? 

 Para evitar seguir en la discusión, el rubio tuvo que resignarse a recibir la ayuda de Isabela. Llevaron el sillón sin mucho problema hasta el camión. 

El amor es más fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora