Introducción

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Había una vez en un tiempo de nada y de nadie, donde el destino y los planes coexistían en el caos y la calma,  un mundo, donde el sonido se creaba y se destruía a cada segundo. Existió esta joven que le gustaba hacer planes y deshacerlos a su antojo, la joven que podía cambiar el destino de una persona con solo desearlo. Romanizando los instantes más banales en su vida, añorando la posibilidad de algo más en su cotidianeidad.  

No sabía a cuantas personas había llevado a la dicha o a la ruina a costa del buen o mal humor con el que despertaba. Dependía el día, dependía el clima, dependían sus ganas, dependía su tristeza,  todo lo de ella, pero nunca el de alguien más.

La joven, que amaba caminar entre los muertos durante la noche, y que durante el día asistía a clases, no disfrutaba el tiempo en familia, y no sabía disfrutar  el tiempo con amigos tampoco. No es que no le agradara, simplemente no sabía cómo, buscaba algo más, no se sentía satisfecha con lo poco o mucho que poseía.  Daba por certero era que cuando algo terminaba siempre se arrepentía. Y eso, amigos míos, era su mayor desdicha.

La gente no decía nada de ella, no había chismes o habladurías porque no había nada que se pudiera rumorear, nada que ellos supieran, pero si supieran.

El poblado del viento, así le decían al lugar donde ella vivía, conocido no por las brisas frescas que venían desde el volcán, no, sino por las criaturas antinaturales que, supuestamente, habían reclamado a los habitantes.  Al morir la gente,  el viento las reclamaba, el aire se las llevaba como si de pequeñas hojas de árbol se tratasen, y no figuradamente. Algunos aseguraban haber visto monstruos entre las corrientes que asechaban a los futuros difuntos. Si le preguntabas a la joven si eso era verdad, ella simplemente desviaría la pregunta o no respondería, porque nunca había podido admitirlo en voz alta.

Cuando vio por primera vez a una criatura su perrito estaba a punto de ser atropellado mientras perseguía a un camión de basura, no lo pensó ni un segundo para intentar salvarlo. Ese día terminó en el centro médico solo con un dedo roto, pero también esa noche terminó maldecida por la criatura.

El peso que deberás cargar por desafiar a un destino que no es el tuyo será el enviar la muerte y la fortuna cada día cuantas veces un gallo cante en la mañana.

Fueron las palabras que se escuchó decir mientras despertaba al escuchar tres veces al gallo cantar.

Existía una vieja creencia de antaño, del tiempo en que los conjuros y blasfemias eran temidas, de cuando se creía que si el tecolote cantaba un hombre moriría, y que si señalabas un arcoíris verrugas te saldrían. Así, los abuelos creían que las palabras dichas entre el sueño y la consciencia se cumplirían como lo escrito por los profetas en el viejo testamento.

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Esa mañana su padre compró carne para el almuerzo, la joven se sintió feliz y sin creer en las palabras que se escuchó decir al despertar, deseo llevarle fortuna a su papá. 

Durante la clase de lingüística una de sus amigas no entendió lo que el profesor se refería con descomponer una oración a la mínima de sus partes y después designarle cada una de sus funciones. Pidió que se lo volviese a explicar, el profesor solo la miro desconcertado y una risa se escuchó en la parte trasera del grupo. De mala gana el profesor se lo explicó. 

2,3

Tuvo una idea en la que la moto del profesor fallaba antes de salir de la facultad, y que la persona que había reído perdería su dinero para el autobús. 

Así, para el final del día, ella y sus amigas vieron como uno de sus profesores bloqueaba la puerta del estacionamiento con su motocicleta porque una de sus llantas se había pinchado. Y mientras ellas miraban, escuchó a alguien detrás pidiendo prestado doce pesos para el autobús.

¿Cuántas veces había cantado el gallo hoy? 

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⏰ Última actualización: Mar 29, 2022 ⏰

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