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Por la noche, Joaquín Bondoni suspiro al abrir la puerta de su duplex y poner el pie en el suelo encerado del vestíbulo. Dejo el montón de cartas que llevaba en la mano sobre la antigua mesa de alas abatibles, que decoraba el rincón adyacente a la escalera y cerró la puerta tras él, echando el pestillo. Las llaves fueron a parar al lado de la correspondencia. Mientras se quitaba a tirones los incómodos zapatos los cuales apretaban un poco sus dedos, el silencio le golpeó los oídos y se le formó un nudo en la garganta. Todas las noches la misma rutina tranquila: entrar a un hogar vacío, clasificar el correo, llamar a Nikolas, comprobar el contestador e ir a la cama.

Niko tenía razón, la vida de Joaquín era aburrida y monótona. A los veinte años, Joaquín estaba cansado de su vida

¡Demonios! Incluso Isaac (el inalcanzable buscador de tesoros navales) comenzaba a parecer atractivo

Bueno, quizás Isaac no. Y menos su nariz, pero estaba seguro que había alguien ahí afuera, en algún lugar, que no era un cretino ¿O no?

Mientras subía las escaleras decidió que vivir de forma independiente no era tan espantoso. Al menos, tenía mucho tiempo para dedicar a sus entretenimientos favoritos. O también podía buscar nuevos pasatiempos, pensaba mientras caminaba por el pasillo que llevaba a su dormitorio.
Algún día, encontraría un entretenimiento divertido.

Cruzó la habitación y dejó caer los zapatos junto a la cama. No tardó nada en cambiarse de ropa. Acababa de tumbarse en la cama cuando sonó el timbre. Bajo de nuevo las escaleras para dejar pasar a Niko. Tan pronto como abrió la puerta, su amigo soltó enojado

-No irás a ponerte eso está noche ¿Verdad?

Joaquín echó un vistazo a sus jeans llenos de agujeros que seguro su madre ya hubiera quemado  y después se fijó en su enorme camisa de manga corta.

-¿Desde cuándo te preocupa mi aspecto? — Y entonces lo vio, en la enorme mochila roja que Niko usaba para ir a la biblioteca.

-¡Ufff! No. Ese libro otra vez, no.

Con una expresión ligeramente irritada, Niko le contestó

-¿Sabes cuál es tu problema Joaco?

Joaquín miró al techo, rogando a los cielos un poco de ayuda. Desafortunadamente, no lo escucharon.

-¿Cuál? ¿Qué no me trastorna la luz de la luna y que no arrojo mi insignificante cuerpo al primer hombre que se me conozco?

-Que no tienes ni idea de lo encantador que eres en realidad.

Mientras Joaquín se quedaba ahí plantado, mudo de asombro ante el poco frecuente comentario, Niko llevó el libro a la salita de estar y lo colocó sobre la mesita de café. Sacó una botella de vino de su mochila y se dirigió a la cocina.

Joaquín no sé molestó en seguirlo. Había encargado pizza antes de salir del trabajo y sabía que Niko estaría buscando unas copas.

Empujado por un resorte invisible, Joaquín se acercó a la mesita donde estaba el libro.
Espontáneamente, entendió la mano y tocó la suave cubierta de cuero. Podría jurar que había sentido una caricia en la mejilla

Qué ridiculez.

No crees en esta basura.

Joaquín paso la mano por el cuero y noto que no había título, ni ninguna otra inscripción. Abrió la tapa.

Era el libro más extraño que había visto en su vida. Las páginas parecían haber formado parte, originalmente, de un rollo de pergamino, que más tarde había sido transformado en un libro. El amarillento papel se arrugó bajo sus dedos al pasar la primera página; en ella había un elaborado símbolo hecho a mano, formado por la intersección de tres triángulos y la atrayente imagen de tres mujeres unidad por varias espadas. Joaquín frunció el ceño esforzándose por recordar si aquello podría ser una especie de antiguo símbolo griego.

Aún más intrigado que antes, pasó unas cuantas páginas y descubrió que estaba completamente en blanco, excepto aquellas tres hojas... Qué extraño

Debía de haber sido algún tipo de cuaderno de bocetos de un pintor, o de un escultor, decidió. Eso sería lo único que explicase que las páginas estuviesen en blanco. Algo tuvo que suceder antes de que el artista tuviera oportunidad de añadir algo más al libro. Pero eso no acababa de explicar por qué las páginas parecían mucho más antiguas que la encuadernación...
Retrocedió hasta llegar al dibujo del hombre, y observo con atención la descripción que había sobre él, pero no pudo sacar nada claro. Al contrario que Niko, él había evitado las clases de lenguas antiguas en la facultad como si fueran veneno; y si no hubiese sido por su amigo, jamás había pasado aquella parte fundamental en su currículum.

-Definitivamente, creo que es griego — dijo sin aliento cuando volvió a mirar al hombre.

Era sorprendente. Absolutamente perfecto y tan incitante. Increíblemente fascinante.

Cautivado por completo, de preguntó cuánto tiempo tardaría en hacer un dibujo tan perfecto. Alguien debía haber pasado años dedicado a la tarea; porque aquel tipo parecía estar preparado para saltar del libro y meterse en su casa. Niko se detuvo en la entrada y observo como Joaquín miraba fijamente a Emilio. Nunca lo había visto tan extasiado desde que lo conocía. Bien, quizás Steve pudiera ayudarle. Dos años eran demasiado tiempo. Pero Mauricio había sido un cerdo narcisista y desconsiderado. Se había comportado de una manera tan sucia y cruel con Joaquín y sus sentimientos, que incluso lo había hecho llorar la noche que perdió la virginidad, y su amigo no merecía llorar. No cuando estaba con alguien que había prometido cuidar de él.

Emilio sería definitivamente bueno para Joaquín. Un mes con él y olvidaría todo lo referente a Mauricio. Y, una vez que descubriera lo bien que sabía el sexo compartido y real, de liberaría de la crueldad de Mauricio para siempre.

Pero, primero tenía que conseguir que su testarudo amiguito fuese un poco más obediente

— ¿Has encargado la pizza? — le pregunto mientras le ofrecía una copa de vino

Joaquín la tomo con un gesto distraído. Por alguna razón, no podía apartar los ojos del dibujo.

-¿Joaquín?

Parpadeó y se obligó a mirar había arriba

-¿Hum?

-Te pillé mirando — bromeó Niko

Joaquín se aclaró la garganta

— ¡Oh, por favor! No es más que un pequeño dibujo a blanco y negro.

-Cielo, en ese dibujo no hay nada pequeño.

— Niko, eres malo.

— Completamente cierto ¿Más vino?

Y cómo si hubiesen estado esperando el momento preciso, sonó el timbre.

-Yo voy — dijo Joaquín, colocando el vino en la mesita del teléfono para dirigirse al recibidor.

Unos minutos después, volvió a la salita. Hasta Niko llegó el maravilloso aroma de la enorme pizza de pepperoni y sus pensamientos dejaron a un lado el libro. Y al hombre cuya imagen parecía haberse grabado en su subconsciente.


Pero parecía más difícil ¿Qué demonios le pasaba? ¿Qué había de extraño en aquel dibujo? ¿En él? Mordisqueó la pizza y se cambió de asiento. Se acomodó en un sillón al otro lado de la sala, a modo desafío personal. Sí, demostraría a Niko y al libro que él dominaba la situación.

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HOLA!

BUENO PUES QUERIA PEDIRLES QUE ME AYUDARA COMPARTIENDO LA HISTORIA PARA LES QUE QUERIAN LEERLA Y NO ALCANSARON 

GRAIAS

dios del sexo emiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora