Capítulo 1 ♥

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En el fondo del pasillo principal del Orfanato Ringstone para niñas, hay una joven con un largo cabello dorado, un sencillo vestido con delantal blanco y un trapeador de piso. Esa soy yo.


—¡Rayos! —exclamo al tropezar por décima vez y estampar mi mejilla derecha en el piso. Definitivamente, la falta de zapatos no es nada útil para lavar el piso. 


—¿De nuevo en el suelo, Alice? —me sorpende la señorita Robinson, dueña del orfanato, parándose frente a mí. 


—Lo siento —respondo, a la vez que me paro a la velocidad del rayo. —No volverá a suceder.


—Dijo lo mismo hace cinco minutos. 


—Esta vez es enserio, Matilda. No me caeré. —respondo más para convencerme a mí que a ella.


—Señorita Robinson para usted. —responde frunciendo el ceño. —Sé que llevas ahorrando dinero desde hace años, Alice. ¿Por qué no lo usas para comprar unos zapatos nuevos?


—Estoy ahorrando para entrar en una universidad decente en cuanto cumpla dieciocho años, no puedo permitirme el gusto de tener zapatos si quiero tener una buena profesión cuando sea mayor —dije, ya enojada. Odio que saquen el tema de mis ahorros, ¡es que son MIS ahorros! Y yo decidiré qué hacer con ellos.


—Todavía conservas la gargantilla —observa Matilda dirigiendo la mirada hacia mi cuello. —Es raro que todavía consideres que servirá más que los zapatos.

Ya está. Estaba roja de la ira. Si hay alguien en todo el orfanato que realmente no soporto, es Matilda Robinson. ¿¡CÓMO PUEDE DECIRLE A UNA NIÑA, CUYA MADRE ESTÁ MUERTA, QUE VENDA EL ÚNICO RECUERDO QUE TIENE DE ELLA PARA COMPRARSE UNOS INÚTILES ZAPATOS!? Bueno, en realidad, yo tenía dieciséis años, ya no era niña, pero igual no tenía derecho a decirme que venda lo único que en verdad es mío.


—¿Tienes algún problema, Alice? Tu cara parece un tomate. —dijo Matilda levantando la barbilla con superioridad (de esta manera retaba a las chicas para que le contesten de mala forma, para luego castigarlas sin comer o cosas peores).

Pero cómo todos los días de mi aburrida vida, me mordí la lengua y callé; yo no soy de las que caen en la trampa.


—Ningún problema señorita Robinson, seguiré con mi trabajo. 


—Que así sea. —y dicho esto dio media vuelta y fue a corroborar que Amanda esté limpiando bien los vidrios. 


—Suerte —le digo solo moviendo los labios. Ella me mira a través del vidrio y responde "gracias".


***

Media hora después me encuentro sentada en el gran comedor, rodeada de chicas de mi edad, que, al igual que yo, están en el orfanato desde pequeñas, por lo que son como mis hermanas. Amanda, mi compañera de habitación y mejor amiga, está sentada a mi derecha, intentando levantarme el ánimo sin buenos resultados.


—Oh vamos, Alice. No puedes culpar a la señorita Robinson por aconsejarte. —pedía, arrugando sus labios en un mohín —No me gusta que estés enojada. Vamos, yo no te he hecho nada.

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