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Historia publicada en honor al cumpleaños de nuestro enano miope favorito, ¡feliz cumpleaños, Harry!31/Julio/2021
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TW: se hace mención a temas como la autolesión, el suicidio y la depresión.
—O—
"¡Yo maté a Sirius Black, yo maté a Sirius Black!"
Aún podía escuchar la voz de esa maldita resonando en su cabeza una y otra vez, burlándose de él, corriendo tras ella y apunto de realizarle un crucio, removiéndose en culpa por no haberlo hecho, cediéndole piedad solo para que en cuanto retomó la compostura le hiciera lo peor que alguien le pudo haber hecho nunca.
Recordaba bien la sensación de dolor agonizante al sentir como su frente se desgarraba y su cicatriz se abría paso por toda su cara; recuerda haber tenido que luchar por el control de su mente contra Voldemort y como la primera vez que había tenido el valor para volver a verse al espejo después de meses, vió la imagen más horrenda que había visto en toda su vida, y no era más que su cara. Recuerda haber pasado todo el verano encerrado en la alacena, y que aunque era todo menos cómoda, era preferible a tener que ver su rostro, saliendo de vez en cuando para ir al cuarto que Dudley le había "regalado", teniendo que soportar las incesantes burlas de los Dursley y los horrendos padecimientos que la cicatriz le causaba, sin contar los dolores de cabeza y las pesadillas que no habían hecho nada más que empeorar desde el encuentro con los mortífafgos y él mismísimo Voldemort en el ministerio.
Mentiría si dijera que en ese fatídico verano, encerrado en la oscuridad de la alacena —que era demasiado pequeña para el cuerpo de un adolescente en pleno desarrollo—, no pensó en terminar con su propio sufrimiento, es decir; ya había perdido a Sirius, y justo como se sentía en esos momentos, no creía ser lo suficientemente fuerte para enfrentar al puto Voldemort otra vez. Además, no era como si muchas personas lo fueran a extrañar si decidía rendirse, ¿o si? Claro que estaban sus amigos y los Weasley... pero, si terminaba con su vida, volvería a ver a Padfoot y a sus padres.
—O—
El verano por fin había acabado y aunque a primera instancia le parecía genial no tener que aguantar a sus horribles familiares, luego se dio cuenta de que en Hogwarts todo sería peor, tendría que soportar burlas de parte de sus compañeros y miradas de lástima de sus amigos y maestros. Odiaba que le tuvieran lastima, odió ver las caras preocupadas de Ron y Hermione en cuanto se subió al vagón del tren con la capucha tapando la mitad de su cara, odio tanto esas miradas porque bien sabía que esas serían las miradas que recibiría por el resto de su vida.
Durante los siguientes meses de escuela siguió con la misma rutina diariamente; asistir a clases tapando su cara con la capucha de su túnica y con ayuda de un hechizo glamour (que si bien no desaparecía el horrendo corte, lo hacía menos visible), y encerrarse en su cuarto a hacer la tarea donde Ron, Hermione, Neville, Ginny y Luna le llevaban comida y pasaban un rato haciéndole compañía, para después observar que hacía Draco Malfoy (con ayuda del mapa del merodeador), que había estado actuando extraño desde principios de año, y de hecho sospechaba que había hechizado a una de sus compañeras, Katie Bell, ese mismo invierno, teniendo una pequeña pelea en el baño de Myrtle la llorona que había terminado con un Malfoy mal herido, él teniendo un sentimiento de culpabilidad enorme y su expulsión del equipo de quidditch.
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Scars
FanfictionHarry nunca había tenido buena autoestima, después de todo, los primeros diez años de su vida se la pasaron recordándole lo flaco y escuálido que era. Lo único que le gustaba a Harry de sí mismo era su cicatriz en forma de rayo, pero, ¿qué pasará cu...