07/02/2021

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Me encontraba con mi familia hospedado en una suerte de hotel que era al mismo tiempo un centro comercial repleto de todo tipo de tiendas, alternándose las mismas con las habitaciones.

En cuanto un niño vestido con ropas anticuadas (como de la época Victoriana o de principios del siglo XX) arribaba a dicho lugar, un juego de búsqueda daba comienzo, experimentando aquel muchacho un fuerte mareo o debilitamiento que le obligaba a solicitar mi ayuda: Él me solicitaba ir hasta la azotea de aquella edificación para ir en busca de un rosario de madera que él necesitaba.

En la azotea, yo tomaba en mis manos el rosario de madera, al tiempo que en mi mente desfilaban una serie de escenas que transcurrían paralelamente, como escenas de una película: El chico, en su respectiva pieza, parecía haberse sanado repentinamente y hablaba conmigo como si fuese un conocido mío de toda la vida, diciéndome que yo ya había sido partícipe de un juego semejante hace un par de años, y mientras yo le hablaba, era transportado de la nada hasta una serie de canales de agua subterráneos, los cuales caían en cascadas desde una gran altura por medio de una serie de túneles: A pesar de la gran altura desde la cual caía y la fuerza del agua, yo me sentía extrañamente relajado, inclusive feliz, teniendo la oportunidad de encontrarme en algunos de aquellos túneles primero con un niño sólo, luego con una pareja acompañada por su hijo.

También ellos lucían muy felices, aunque era tanta la velocidad del agua que no teníamos tiempo de intercambiar palabra alguna, tan sólo podían o bien dirigirme fugazmente una sonrisa o bien pronunciar una exclamación jubilosa, como si estuviesen en una montaña rusa.

No sabía yo bien cómo, pero estaba totalmente seguro de que me encontraba en alguna parte de Australia: De todas maneras, el jolgorio allí experimentado era abruptamente interrumpido cuando escuchaba yo ser pronunciadas en voz alta las cartas de queja de algunos granjeros de las zonas aledañas, una anciana de níveos cabellos en particular, la cual reclamaba al gobierno acerca de la contaminación ejercida por los turistas en la red de canales de agua subterráneos, el cual afectaba también sus cosechas.

Avergonzado por esa observación, yo dejaba de caer por aquellos canales subterráneos, saliendo a un desértico exterior, donde un equipo de filmación parecía estar grabando una película documental frente a una imponente formación rocosa que al contemplarla me parecía muy semejante al hotel-centro comercial donde había transcurrido la primera parte de mi sueño.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora