Le canté canciones que jamás escuchó.
Le escribí poemas que jamás leyó.
Le miré muchas veces y jamás lo notó.
El dormía y yo lo observaba, contaba cada una de sus pestañas.
A veces no lo podía resistir y las tocaba, despertándolo.
Nos molestábamos.
Hasta que una vez terminamos con los dedos de ambas manos entrelazados.
No dijimos nada, sólo dejamos que pasara.
Le pedí que se quedara y jamás contestó.
Le volví a ver, tuve tantas ganas de abrazarlo y jamás soltarlo.
En sus ojos verdes algo había pasado y de pronto un destello me hizo pensar que el quería lo mismo.
Nos saludamos como dos amigos.
Quería hablar de lo que fuera con él, pero ambos teníamos que irnos.
Fue una visita rápida y para saludar a los demás también.
Me fui y quería mirar atrás pero sentía que él me observaba.
Que cobarde fui.
Tomamos nuestras direcciones y ambos nos perdimos.
El uno al otro.
Fuiste el único en hacerme sentir querida, confortable y especial.
Y te fuiste.
Te deje ir.
Me dejaste ir.
Y nunca te dije que te amaba porque no lo entendía hasta ahora pero, me has superado.
Y yo no puedo dejarlo ir tan fácil.
Fue lo único que en mi vida sentí que fue real.
Tú fuiste real.