Cenizas

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Londres 27 de abril de 2019 5:20 a.m.

Habían pasado más de 24 horas que Juliana había aterrizado en Londres, y aún estaba sufriendo con el jet lag, pero en ese momento era lo menos importante para ella.

Para esta hora, Valentina debía de intuir que algo andaba mal. Juliana había actuado de manera normal los días anteriores para que Valentina no sospechara nada y estuviera tranquila en Chicago, pero una vez que Juliana aterrizó, decidió que era el momento de cortar toda comunicación con ella, y de eso ya era más de un día.

Había desactivado su número de teléfono, la había restringido de todas sus redes sociales, y no por tener una actitud infantil, sino porque quería sanar y aprender a olvidarla, tener contacto con ella no ayudaría a su proceso.

Estaba recostada en el sillón de su pequeña sala de estar, las lágrimas salían aún en contra de su voluntad, su mente vagó hacia el pasado y todo lo que había vivido con ella.

Cuánto más amaba a Valentina, menos se amaba a sí misma, ahora a miles de kilómetros se daba cuenta que su dignidad dejo de existir desde el momento en que permitió que Valentina la negara. Juliana no tenía problemas en admitir que era bisexual, pero desde que inició su relación con ella, empezó avergonzarse de lo que era y fue así, que se fue perdiendo poco a poco.

A pesar de todo, Juliana se negaba a culpar a la ojiazul de lo sucedido, entendía que fue responsabilidad de las dos, Juliana por permitirse caer tan bajo al punto de perdonar infidelidades y amoríos para que su novia pudiera seguir guardando las apariencias y Valentina por actuar pensando en su propio beneficio, sin ver qué estaba haciendo tanto daño.

Pero estaba decidida a empezar una nueva vida lejos de su primer gran amor, quería reencontrarse consigo misma y volver amarse.

Se había prometido a si misma que ese sería el último día que lloraría, lo necesitaba para sanar, además aún no podía evitar que las lágrimas cayeran sin parar, se hacía daño al pensar que no había sido lo suficientemente buena para ella, y estaba segura de eso, porque no encontraba otra razón por la que Valentina no haya considerado la opción de luchar por lo que sentían, o tal vez el problema fue que ella amo sin medida y no fue correspondida de la misma manera.

Estaba sumergida en su propia miseria que no había escuchado que su celular estaba sonando, fue al cuarto timbrazo que lo notó y se acercó a la mesa para poder alcanzarlo.

- Mierda Juliana, ¿quieres explicarme que rayos está pasando? Acabo de colgar con Valentina, está muy preocupada por tí, por no saber de tu paradero, no le dije nada porque supuse que, si no le habías dicho, es porque tendrías tus motivos. - Habló Esme, que era la única persona que sabía de su relación y a la única a la que le había dado su nuevo número de teléfono.

- Hola Esme, llegué muy bien gracias por preguntar-

- Dejate de tonterías Juli, y habla de una maldita vez, ¿Qué pasó? -

Las lágrimas nuevamente brotaron y se le escapó un sollozo que no pasó desapercibido para Esme.

- Por Dios Juli ¿Qué pasa? Me estás asustando, ¿Estás bien? -

Juliana respiró hondo para poder hablar.

- Finalmente la he dejado, tarde un año en comprender que nunca sería suficiente para ella, ahora puedo ver qué nunca me amó como la amé yo, siempre estuve dispuesta en dar todo lo que tengo y todo lo que soy para que ella fuera feliz, y finalmente me quedé sin nada que ofrecerle, le di todo, absolutamente todo de mí, ni siquiera me reconozco-

Hubo un silencio que pareció una eternidad antes de que Esme volviera hablar.

- Dios Juli, me he quedado sin palabras, pero siendo honesta contigo, sabía que tarde o temprano terminaría por suceder. Sabes que estimo a Val, pero mis sentimientos no me cegaron para ver la realidad, tú no merecías nada de lo que pasaba, ella debió ser valiente y luchar por ti, por ustedes. -

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