Alanney.
Mi ciudad no era un lugar tan turístico, pero pese a eso, la playa que tenía era bellísima. Era un excelente lugar para relajarte al sentir el sol en tu piel y escuchar el sonido del mar, o inclusive, al tocar la ardiente arena con tu cuerpo.
Vivir en México y tener playas tan conocidas como era Puerto Escondido, Cancún, Playa del Carmen, Tulum, Los Cabos, entre otras, hacía que mi querida playa fuera olvidada, pues estaba ubicada en un estado no tan favorable, que a muchos no les gustaría tomarse el tiempo de vacacionar por aquí, o, solamente si eres originario, o vives relativamente cerca. Pero, aquello también era favorable pues tenías la playa para ti y para tener un día tranquilo, ya que era relajante y entretenido, y más por el espectáculo que te daban la gente que surfeaba por el lugar.
Así es, había surfistas aquí, pero nadie era tan bueno en ello, sólo simples aficionados que querían pasar un buen momento. Lo que, si había de verdad, eran barcos que funcionaban para transportar mercancía, pero, a pesar de ello, daban una buena vista de la playa. Sin contar a los que, en mi cercanía, se enterraban en la arena o creaban castillos con la misma, haciendo que me entretuviera ante su habilidad. Y el sol que se posaba encima de nosotros, era una pequeña invitación a refrescarnos en el océano.
Cualquier otra persona preferiría el clima helado, contemplando la nieve caer, o probablemente el tener un bosque cerca de ellos, entre otras cosas, pero a mí me gustaba mi ciudad, la cual estaba cerca del mar. Y pese, aunque amaba estar aquí, también tenía un miedo enorme a lo que pudiera existir en el abismo del océano, pues era tan enorme que no se sabía si en alguna parte del mismo, existían criaturas terribles. Además, aunque sea muy bonito, pocas personas pensaban en los fluidos y microbios que podría haber allí, como también los cuerpos descomponiéndose de personas o animales, los desechos peligrosos, heces, entre otras cosas desagradables que me hacían despreciar el mar en ocasiones.
Tal vez, por eso nunca había aprendido a nadar.
Porque, aunque amaba el paisaje que daba, era consciente que el mar era peligroso y temía adentrarme a este en ocasiones, por eso no sabía nadar. Podría haber aprendido en una alberca, pero viviendo cerca del océano, ¿para qué pagar para entrar al agua en una piscina o en una alberca, sí tengo todo el mar para disfrutar?
O eso era lo que yo pensaba.
Entonces, el ruido de los pelicanos vuelve a mis oídos, como también las voces de las personas. Y el observar a mi novio caminar hacia a mí, me hacía volver a la realidad y desconectarme de mis pensamientos para apreciar mi entorno y comenzar a escuchar a mis amigas hablar de los hombres guapos que había en el lugar, como también hablar de la universidad.
La universidad.
Dentro de unos días sería mi primer día de clases y eso hacía que mis nervios aumentaran, porque, a pesar de que no era mi primera opción, estaba ansiosa de comenzar a estudiar una carrera. Era algo que me daba tanta alegría y satisfacción, pero a la vez, tanta ansiedad, que era un debate interno que no me dejaba dormir en las noches. Y antes qué, el debate interno tomará forma, mi novio, Gabriel, se sentó frente a mí, mostrándose más bronceado de lo que estaba, luciendo su cabello húmedo, castaño y largo, que derramaba agua junto con su cuerpo, al cual se le fue pegando la arena, pero él no hizo mueca alguna; pues parecía estar a gusto.
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2 | 𝐸𝓃 𝑒𝓁 𝒶𝒷𝒾𝓈𝓂𝑜 𝒹𝑒𝓁 𝑜𝒸é𝒶𝓃𝑜.
FantasíaEl océano es muy profundo. Tanto, que ningún ser humano sabe exactamente que hay en sus lugares más oscuros. ¿Será probable que haya vida ahí abajo? ¿Especies increíbles, con poderes alucinantes? Quizás, es probable que esa vida tenga un reino y una...