Leslie llegó temprano a casa, estaba atardeciendo y encontró a Gisselle en el jardín regando las plantas.
—¿Cómo estás mi amor?—dijo Leslie inclinándose para darle un beso en la cabeza a ella.
—Muy bien, ¿Y tú, que tal te fué hoy en el trabajo.
Leslie soltó su portafolio y se sentó en el césped a un lado de su esposa.
El clima estaba muy agradable, los niños jugaban en la calle, los perros corrían y jugaban con sus amos, los vecinos pasaban caminando en frente de su casa y él notó como lo fulminaban con miradas extrañas. Eso último lo ignoró.
—Gisselle, me llamaron hoy de tu trabajo.
Ella bajo la mirada y asintió apenada.
—Lo siento, debí habertelo dicho antes— dijo ella —Me he sentido muy bien en casa, he estado gozando a lo grande de nuestro matrimonio y le estoy dando el cariño a la casa que nunca le había dado. Tengo pensado retirarme del trabajo por un tiempo.
Leslie no dijo nada por unos segundos, solo se quedó pensando y asintió.
—Pero si tú amas tu trabajo, ¿Qué pasó?
—Ahora lo que más amo eres tú y nuestro matrimonio— dijo ella arrojándose a los brazos de su amado.