Parte Única

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Es invierno y Horacio lo sabe, aunque más por los recuerdos que por la nieve que atiborra las calles de Los Santos.

Diciembre trae consigo un nudo en la garganta y la toma de vacaciones en las Fuerzas de Seguridad de la ciudad. Todos vuelven a casa. Los rusos a su Madre Patria y el resto bajo las cobijas de unas relaciones interpersonales perfectas.

Horacio, en cambio, no tiene un lugar al que volver.

A veces piensa que, de tener y de saber, no estar sería la solución. De vez en cuando, solapado al ajetreo de sus peores horas laborales, aquel pensamiento se halla con su verdadera esencia y ésta entiende, entonces, lo que Horacio siente.

Esa agonía de saber, sin realmente saber, que no hay nada que esperar de uno mismo. Es porque Horacio aprende a vivir con el flujo de sus pensamientos que le gustaría aceptar que sus manos se encuentran entumecidas y ya, pero lo cierto es que también están inmóviles. A lo mejor, si se lo repite una y otra vez, al final termine creyendo que se refugian en la cercanía de la llamarada de una chimenea y no yacen, en realidad, a los costados de su cadera, esperando una orden que nunca llega.

Así que es invierno, tiene frío y espera a Gustabo, que se siente mucho más hogar que aquella enorme mansión desolada a la que todavía no puede acostumbrarse.

No sabe si traerá consigo alguna idea alocada. Siquiera sabe si se presentará frente a sus ojos. Desconoce el destino de la moribunda estadía frente al parque marginal para niños que parecía ser su mayor compañía. Horacio imagina que es mejor así, con la espontaneidad característica que rodea a quien hubo sido durante tanto tiempo su persona más allegada.

... Si eso significa que Gustabo aparecerá bajo el cartel neón de aquel pequeño restaurante a las afueras de la ciudad, lo suficientemente temprano como para poder desearle una Feliz Navidad.

Con la piel a la intemperie, los labios entreabiertos, el vaho muriendo a centímetros de éstos y las suelas de sus lujosos zapatos arropándose bajo la fina capa de agua condensada sobre la acera, Horacio espera diez, quince, veinte minutos.

Con las mejillas violáceas, una brillosa sonrisa ladina, las pupilas a medio ver y el pigmento verdoso de su gorro militar lavándose con el peso de los copos de nieve sobre él, Gustabo aparece pasada la media hora.

Horacio siente que respirar hondo por segunda vez terminará por quemar sus órganos.

— ¡Hombre, Horacio, si resulta ser que aquella habitación de perverso masoquista te calza estupendamente! —el ojiazul lleva sus palmas enguantadas hasta sus labios agrietados; sopla un par de veces sobre ellas, disminuyendo las arrugas de sus párpados entreabiertos para observar las contrarias, totalmente escarchadas. Horacio sonríe, amplia y genuinamente, desconectado por completo de la desaprobación verbal de su acompañante. La felicidad nostálgica de verle a su lado recorre cada ínfimo lugar de su pecho. Gustabo, cree murmurar a los cuatro vientos, el resto lo aprisiona entre los parámetros de su mente: Gustabo está aquí... Y Horacio sabe que está mucho más que solo en lo físico— No me vengas a decir que me has traído hasta este lugar para quedarnos parados como pringa'os en la acera, ¿verdad que no?

—Feliz Navidad, Gustabo —le busca la mirada, esperando que reciba la catarata de palabras que anhela exteriorizar, ahora reflejadas y estrujadas en esas dos de tono suave. Gustabo termina por conectar miradas durante un milisegundo. Frunce su labio inferior y Horacio jura ver un leve temblor en el centro del mismo.

—Sí, sí, venga, va, no te me pongas meloso ni bien empezar —siente la tibieza de las manos enfundadas por sobre su espalda, tironeándole hacia la entrada del establecimiento vacío—. Suficiente he tenido conmigo mismo por las noches... Que tú sabes que la soledad es muy mala, ¿eh?

Horacio no sabe si volverá a ver a Gustabo algún día en el futuro.

Y a pesar de estar al tanto de que esperar por alguien tan volátil como él puede doler, Horacio se encuentra a sí mismo deseando el dolor de la incertidumbre una vez más.

















n/a: si alguien lee esto,, gracias <3 lo escribí después del 2do fame or shame porq la tristeza pudo conmigo............. nada más para decir

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beyond the ever and the never / gustabo y horacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora