Mi salto de fe contigo

393 27 80
                                    

Que, ¿qué es lo que hago con un arnés de paracaídas en mi cuerpo, a punto de saltar de un avión?...

Dirán que estoy loca... desquiciada, tal vez... Yo también lo creo. Pero como una idiota confío en el hombre que acaba de llevarme frente a la compuerta del avión.

Tengo mil preguntas y el corazón me late a mil, pero no hay tiempo... debemos saltar pronto; o todo se irá al carajo.

Luego de las instrucciones me pregunta si entendí y asiento con la cabeza; estoy más asustada que claustrofóbico en un elevador y casi no puedo hablar por el pánico.

Antes de posicionarse detrás de mí y conectar nuestros arneses para saltar juntos y al mismo tiempo. Él toma mi mano, clava su mirada en mí, con sus celestes y almendrados ojos que me intentan transmitir su seguridad innata, esa que tanto llamó mi atención, pues es algo de lo que yo carezco.

Me gira de espaldas hacia él y une nuestros cuerpos con los ganchos del arnés, enseguida abre la compuerta del avión. El viento se hace notar e instantáneamente mi cabello se aloca dando latigazos en mi cara. El ruido de la turbina es ensordecedor, así que él grita y vuelve a darme las instrucciones que ya me dio anteriormente con el fin de realizar un salto y aterrizaje perfecto; no puede haber un solo error.

¡Dios!, creo que voy a morir...

Con su cabello castaño oscuro, tomado en una alta coleta también alocada por el viento, el paracaídas en su espalda y su voz cargada de decisión; me grita:

—¡Escucha bien, Kagome!... ¡Vamos a hacer esto juntos!, ¡estarás bien!, ¡sólo debes confiar en mí!... ¡¿Oíste, bien?!

Y yo como una boba, sólo puedo volver a asentir sin hablar. Casi puedo sentir que mis ojos tiemblan, ahora deben verse como dos huevos fritos, es decir... ¡Jamás en mi condenada vida había hecho semejante locura! y más aún junto a... mi secuestrador. Sí, exactamente; Koga Okami es mi secuestrador.

Todo comenzó ese día viernes cuando me quedé dormida y se me hizo tarde para ir al trabajo. Miré por la ventana de mi modesto departamento de soltera y observé que había un sol radiante. Rápidamente me duché para iniciar mi día.

Entre mis ropas escogí un jeans negro, una blusa color turquesa de mangas cortas que se abotonaba adelante, mis tacos bajitos para estar algo más cómoda y un blazer negro para la tarde fresca. Tomé mi café matutino con un par de tostadas y guardé en mi cartera de mano la novela que terminé de leer durante la noche; culpable de mi desvelo. Aquel día debía llevar el libro a la biblioteca como cada quincena, para devolver el ejemplar y pedir otro en préstamo.

Dejando atrás el edificio, caminé las mismas tres cuadras de siempre para tomar el metro subterráneo rumbo a mi trabajo. La agencia de viajes. Se ubicaba en el primer piso de una galería enorme y tenía ventanales de vidrio por toda la parte frontal. Desde el pasillo de la galería podía ver que Sango ya estaba en su puesto de trabajo. Y de brazos cruzados, zapateando con la punta de su pie el suelo, estaba mi jefa; Kikyo, de punto fijo en la entrada de la agencia, esperándome furiosa porque su pasajero "VIP" que compró todo en premium tenía problemas en el aeropuerto, y yo... llegaba más que atrasada, ¡cielos!... manera de empezar la jornada laboral. Dije buenos días y mi jefa contestó "Buenas tardes" con sarcasmo. Me senté en mi escritorio y me puse a trabajar.

Como pude hice malabares para que el exigente y súper importante pasajero de Kikyo pudiese abordar el vuelo. Sólo porque el tipo era VIP y porque tengo buenos contactos en el aeropuerto, retrasaron seis minutos la partida del avión; el bendito pasajero al fin abordó.

—Sabía que conseguirías subir a ese desgraciado —dijo Kikyo con una sonrisa torcida, sentándose frente a mi escritorio.

—Ese no era mi pasajero, no veo por qué me necesitabas con tanta urgencia —respondí alzando una ceja, insinuando que ella también podía resolverlo.

Mi salto de fe contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora