Está no es una historia. Solo son palabras que aparecen de repente, en una depresión, en una ilusión, en un llanto o en una carcajada. Solo parecen sin llamarlas, así son las palabras, salen cuando quieren.
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Seamos niños y recordemos todas esas pequeñas cosas que olvidamos al crecer. Olvidemos los pesares de ser adultos. Volvamos a ignorar eso que ignorábamos cuando éramos niños.
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Recordemos lo que es divertirse, y lo que es hacer berrinches. Olvidemos lo que son los celos enfermizos.
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Recordemos la emoción de qué se nos caiga un diente e inocentemente esperamos al Hada de los dientes. Olvidemos el estrés del trabajo.
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Recordemos lo que es ensuciarse en el lodo, lacerarnos las rodillas al caer por creer que podemos volar. Olvidemos el dolor de que te rompan el corazón.
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Vamos a recordar cómo se siente tirarnos cuesta abajo en bicicleta y deslizarnos por las escalera, hasta llegar a primer piso. Olvidemos el salario mínimo, el desempleo, las deudas en los bancos.
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Recordemos saltar en los charcos que deja la lluvia. Olvidemos que odiamos que llueva cuando no traemos paraguas.
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Recordemos lo que era no saber que la vida es tan cruel. Olvidemos qué existen las guerras, los huracanes, el mal clima, los desacuerdos, la violencia, el machismo y el racismo. Recordemos sólo lanzarnos por la escalera sin miedo al fracaso o a las heridas.
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Recordemos lo que es jugar con el ventilador y hablar como robot. Olvidemos lo que es vivir sin calma y acelerados.
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