Los Malfoy

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Entre más tiempo pasaba los síntomas del embarazo iban aumentando. No había día en el que Adeline se sintiera bien, era una bomba de hormonas y por lo más mínimo lloraba, ir al trabajo para ella era estar todo el día sentada en una silla con un basurero al lado por si al bebé se le ocurría devolver la comida, y claro, para que no cayera por los mareos repentinos que le daban cada 5 minutos.

-Vete a tu casa, Black -dijo el Sanador Miller, jefe del hospital -eres un estorbo aquí.

-Usted no me va a decir qué hacer -le recriminó Adeline.

-Claro que puedo decirte que hacer, soy tu jefe -se cruzó de brazos -y no entiendo por qué te empeñas en trabajar si se nota que ni siquiera puedes atender un paciente.

-Mire -dijo Adeline mientras se paraba de la silla -cuando tenga ocho meses de embarazo me dejará de ver la cara todos los días, antes no.

-¿Y cuánto te queda?

-Recién tengo seis meses, así que será mejor que se arme de paciencia.

Sabía que el Sanador Miller no podía decir nada, Adeline era conocida no sólo por su apellido y por su importancia en la guerra, sino porque todos sabían que tenía contactos en el Ministerio que podían hacer acabar al hospital.

-Sanador Miller -dijo Sharon, una de las Sanadoras del hospital -¿va a votar?

En el piso que trabajaba Adeline todas eran muy amables con ella, y habían hecho una votación sobre el sexo del bebé, si sería niña o niño, ya que Adeline aún no se atrevía a averiguarlo.

-Niño -dijo el sanador Miller mirando la barriga de Adeline.

-No será niño -murmuró Adeline.

-Black, será mejor que te hagas la idea de que será un niño, tengo treinta años de experiencia, desde que supe que estabas embarazada noté que tu hijo sería barón.

Adeline se cruzó de brazos y le dio una mala mirada, odiaba con su vida a ese hombre.

-Y ahora vete a tu casa, que lo único que estás haciendo es estorbar. 

El Sanador Miller se giró y salió del lugar. Adeline empezó a murmurar por lo bajo cientos de insultos hacia su jefe, mientras se volvía a sentar en la silla antes de que se volviera a marear. Sharon que tenía la lista en la mano se acercaba a ella.

-¿Por qué no te vas?, se nota que no te sientes bien -dijo con amabilidad.

-Nunca me siento bien, Sharon -contestó Adeline.

-Es cierto, pero hoy realmente ni siquiera has atendido un paciente.

Adeline la quedó mirando unos segundos, ella tenía tanta razón. Quería irse a su casa, ya no aguantaba los mareos y lo único que necesitaba hacer era recostarse, pero no quería darle el gusto al sanador Miller. Vio la hora en su reloj, recién eran las cuatro de la tarde, no le quedaba mucho para salir de su trabajo, así que no sería como si su jefe ganara...o eso pensó para tomar la decisión de irse antes a su casa. Se dirigió a su consulta, tomó su bolso y caminó lentamente a la chimenea para llegar a su hogar.

Cuando llegó se sentó en el sillón unos segundos porque estaba segura que se iba a caer en cualquier momento, definitivamente ese bebé la iba a terminar matando. Miró a su alrededor y se dio cuenta del silencio que había, no escuchaba ni la voz de Eleanor ni la de Jane por ninguna parte. Con mucho esfuerzo salió a los jardines y no vio a ninguna de las dos, luego subió al segundo piso y tampoco las encontró. Extrañada caminó hacia la cocina para comer helado, las comidas dulces eran antojos recurrentes en ese embarazo, en el mesón encontró una nota.

Líos de amor de una Malfoy [Harry Potter/Theodore Nott] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora