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Fin; fin, y... Rotundo final a mi cuento.

Es eso lo que se repite en mi cabeza apenas me encierro en mi cuarto.

Son él y ella.

El hombre que pasó por mi vida como un terremoto, que me hizo sentir demasiado en tan poco tiempo, que dijo que me amaba y que todo lo hacía por amor a mí, hoy aparece en televisión con otra mujer.

Qué cabecita contradictoria la mía, ¿no?
Lo que ocasiona una simple noticia de cotilleo, ¿verdad? Qué feo, insaciable y doloroso sentimiento son los celos, ¿cierto?

¡Cómo pude ser tan estúpido! Cómo dejé que su presencia influyera de tal manera en mí que después de cinco meses, permití en cuestión de segundos que desmoronara mi vida perfectamente estructurada, tranquila, rutinaria. Una vida sin fisuras entre trabajo, libros y comida. Una vida libre de Emilio y también, una vida llena de sueños e ilusiones con su nombre.

Yo estaba bien. Lo estaba hasta ahora.

Pero él no tiene la culpa en todo esto. No la tiene porque literalmente es un terremoto. Es impredecible, aparece de la nada y en segundos, sin previo aviso e inclusive de forma aislada destruye lo que sea que se encuentre a su paso, a su alrededor, y a mí.

Me destruye hasta cuándo pretendí sentirme superado, independiente y empoderado. Arrasa con mis murallas, la que sea que se me antoje alzar.

Aún a kilómetros de distancia Emilio me lastima.

¿Se olvidó así porque sí? ¿Fui un simple juego de cacería entre gato y ratón? ¿Me mintió durante largas semanas y lo único que buscó darme fue un buen castigo por el pasado?

¡Qué fanfarrón desgraciado es, si las repuestas a mis preguntas se resumen a un sí!

¡Y que gran estúpido soy yo! No puedo dejar de repetírmelo, de sentirme ridículo, un completo imbécil por haberlo defendido de las acusaciones de Niko. Por él puse mis manos en el fuego y en éste preciso momento mis dedos se están volviendo brasas.

Una parte de mí, la que intenté reprimir desde la última vez que lo vi, supo que esto pasaría algún día; que debía ser fuerte e indiferente. Esa parte que se autoalimentaba con la esperanza de verlo y al mismo tiempo se empeñaba a encerrarlo en mi cajón mental del olvido, ahora está herida, y furiosa, y terriblemente celosa.

Quiero odiarlo, como en su sano juicio cualquier persona odiaría al hombre que ama, cuándo ha sido abandonada e intercambiada por otra.
Quiero reabrir mis cuentas en redes sociales y ponerme lindo, fotografiarme de cien maneras diferentes para aliviar el ardor de la traición y a modo de consuelo recibir comentarios vacíos y halagadores. Comentarios cibernéticos que inflen mi ego.
Quiero salir a la noche de nuevo, con Niko o sin el.
Quiero tener a todos los chicos babeando a mi alrededor.

Y principalmente quiero un tequila. No existe mejor solución al corazón herido que tequila, limón, y sal.

Al menos creo que a eso se refería en sus proverbios Charles Bukowski.

Cierro la puerta con seguro, recargo mi espalda en ella y voy deslizándome hasta que mi trasero queda en el piso y mis piernas extendidas hacia adelante.

<<Control>>

<<Que nadie sea merecedor de un acto tan patético como ese>>

<<Ni siquiera Emilio, merece que vuelva a beber. Que rompa mi propia promesa. Que incumpla a mi regla de oro y que caiga otra vez en un círculo vicioso>>

Al Mejor Postor || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora