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Una fuerte brisa entró por la ventana, provocando que Jennifer despertara de golpe e intentará arroparse una vez más con las sabanas. Abrió un ojo y miró la hora: debía levantarse. Se estiró de mala gana y miró hacia su lado. No había nadie. Se sentó y soltó un ligero suspiro, ya habían pasado ocho años desde que había dejado el país que la vio crecer. Se había acostumbrado a todo en Canadá menos a algo: Su clima en invierno. Odiaba con su ser la cantidad de frío que podía llegar a hacer en esa época. Cada vez que iba a trabajar debía vestir al menos un kilo de ropa para no sentir como sus huesos se congelaban ante tan baja temperatura.

La chica, quien pese a los años seguía con su cabello rojo, se levantó de la cama y caminó lentamente hacia la ventana. Desde ahí podía ver cómo la gente caminaba abrigada hacia sus destinos. Recordó a su hermana, ¿Sería bueno ir a visitarla? Desde que Ana se casó que se ven poco y nada. La chica está fascinada con su esposo, ¿Y cómo no? Si es un encanto de hombre y la quiere mucho.

Jennifer recordó los momentos con Javier vividos en Chile y sonrió con nostalgia. La promesa de cuatro años parecía una locura, quizás para muchos algo extremo, pero ¿Quién no llegaría a tales extremos por amor? Ella esperó pacientemente por él aquellos cuatro años, siéndole fiel en todo momento, pensando en cómo sería su reencuentro. Sin embargo también siempre tuvo presente que estaba la posibilidad que él no fuera a por ella, que esa promesa quedara en el recuerdo. Jennifer siempre estuvo consciente de eso y aun así decidió aceptar tal riesgo.

¿Qué si alguna vez pensó que esperaría tanto por un hombre? Si le hubieran preguntado eso hace nueve años, ella se hubiera reído y dicho que ni loca esperaría tanto. Que es absurdo. ¿Qué clase de persona podría estar cuatro años siéndole fiel a alguien que ni siquiera puedes abrazar, besar o aunque sea mirar a los ojos? Es una estupidez. Sin embargo el primer amor la cambió, y comprendió que cuatro años no habrán sido nada cuando por fin pueda estar junto al amor de su vida.

La pelirroja se sentó en la cama y tomó su celular, buscó entre sus fotos una imagen de un pequeño bebé y sonrió con ternura. Hace un par de días Laura le envió esa foto, ¡Era su primer hijo con Marcos! Ambos estaban felices y ansiosos de vivir esa nueva aventura. ¿Ser mamá? Es algo que a Jennifer siempre le aterró, pero las ganas en ella estuvieron. Se imaginaba cómo sería como mamá, a veces pensaba que sería la peor madre del mundo y otras veces que le pondría esfuerzo para hacer que su hijo recibiera lo mejor.

Por otro lado, Marcela ha conocido a un guapo empresario que hace un par de semanas le pidió matrimonio. ¡Y ella aceptó! Jennifer estaba planeando asistir a la boda, ya se perdió la de Laura, ¡No quería perderse la de Marcela tampoco! Era increíble como su amistad seguía siendo tan fuerte pese a la distancia que había entre las tres. Se escribían y se hablaban por Skype siempre que podían.

¿Y Javier? Bueno, Jennifer estuvo en contacto con él los primeros tres años, sin embargo el último año, donde él debía hacer su tesis para sacar su título comenzó a frecuentar menos el Skype y a escribirle solo de vez en cuando. Hubo meses en donde no supo más de él, y la pelirroja sintió el miedo de que sus planes se fueran por la borda. ¿Cómo era posible que a un año de por fin poder estar juntos algo así sucediera?

—   Ya estás despierta, has arruinado la sorpresa. —dijo una voz masculina, provocando que la chica diera un respingo. Se volteó y sonrió— Yo que quería despertarte de la manera que me gusta a mí.

—   ¿A besos? —el chico, quien llevaba una bandeja con el desayuno se acercó y se sentó a su lado— Puedo hacerme la dormida si quieres.

—   Sería una buena idea —el pelinegro rió y se acercó a ella para darle un cálido beso en los labios— Es un día helado así que más te vale abrigarte bien, pero primero come este delicioso desayuno hecho por tu esposo.

Los polos opuestos... ¿Se atraen?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora