La bendición del dragón, de @GlendyVelasquezCaba3.

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Caillech

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Caillech.

Mi suerte era terrible, desde el día que nací como princesa del Reino de las Hadas solo atraje devastación.

Prueba de ello era que las calamidades siguieron ocurriendo cada treinta y uno de diciembre, el día de mi cumpleaños, al dar las doce. Cuando cumplí tres años la magia del reino se debilitó considerablemente sin motivo aparente, en mi séptimo cumpleaños el reino vecino nos declaró la guerra y conforme crecía nada parecía mejorar, cada vez los desastres se hacían peores.

Era por eso que en mi decimosexto cumpleaños tomé una decisión, ya no quería seguir siendo la princesa del caos, así que aquel día escape del castillo y me aventuré al bosque de hielo.

No tenía nada claro, solo que no quería seguir causando problemas, pensé en ir hacía el norte al reino de los elfos, con suerte podría vivir en sus bosques alejada de la civilización. Con esa idea seguí adelante; sin embargo, un crujido entre las ramas y las copas nevadas de los árboles me obligó a detenerme.

Me oculte detrás de un gran árbol al escuchar que algo se acercaba, hacía tanto frío que apenas podía sentir los pies descalzos sobre la nieve. Asomé la cabeza cuando creí que era seguro y me encontré con algunos árboles caídos y ramas destrozadas dispersas por todo el lugar.

No estaba asustada pues aunque su tamaño era predeciblemente enorme, lo que fuera que aterrizó ahí ya no estaba; o al menos eso creí hasta que sentí una onda de aire caliente empujarme levemente hacía adelante.

La aparición de un enorme dragón me tomó por sorpresa, permanecí inmóvil hasta que pude ver en su mirada que no trataba de hacerme daño. Él me guio por el bosque hasta un lago cubierto por el hielo. Ahí el dragón se recostó sobre el cristal del agua congelada como si no sintiera ningún tipo de frío.

Aquel era un lugar perfecto para descansar después de un largo viaje, aunque para ser honesta mi viaje fue corto, aún podía ver las torres del castillo por detrás de las copas de los árboles. De cualquier modo no le di importancia y me senté al lado del dragón en silencio.

—Princesa Caillech, ¿acaso intentas escapar de su reino? —Una voz invadió mis pensamientos de forma telepática y sin emitir ninguna palabra en voz alta.

—¿Quién eres? —grité mirando por los alrededores

—No temas solo nosotros estamos aquí—dijo y su voz se escuchó como un eco en mi cabeza.

Devolví la mirada y me topé con la del dragón, él movió levemente la cabeza para indicar que había encontrado a quien me hablaba con una voz tan particular.

—¿Y dime, princesa, qué sucedió para qué desees dejar tu reino? —preguntó y aunque no estaba segura de decírselo lo hice.

❀❀❀

El dragón la escuchó pacientemente y sin reprocharle nada la consoló cuando rompió en llanto, más tarde cuando se tranquilizó pudo mostrarle su verdadera apariencia, adoptando una forma humana. El dragón se transformó en un muchacho atractivo con rasgos humanos, su cabello color azul cielo, los ojos cristalinos de un azulino indescriptible y la piel pálida le daban un aspecto hermoso.

—Mi princesa, si lo que quieres es huir estaré a tu lado en el camino; pero antes de que tomes una decisión déjame darte un regalo que probablemente cambie tu perspectiva sobre la suerte —comentó acercándose hacía ella para acariciarle la cabeza como si fuera una niña pequeña.

—Toda mi vida he escuchado historias de dragones vanidosos y con un comportamiento terrible, ¿por qué tú eres tan distinto? —preguntó insegura de poder confiar en un desconocido.

—Eso es porque los rumores no siempre forman parte de la realidad, las personas que se dejan guiar por ellos a menudo sufrirán las consecuencias de las limitaciones que imponen a sus actos y pensamientos —expresó con gran sabiduría.

—Aún así, ¿qué podrías darme que pueda cambiar mi destino? —lo cuestionó.

—Mi princesa, permíteme otorgarte mi bendición. —Hizo una reverencia tomando la mano derecha de ella—. Sé que no es usual entre nuestras especies realizar este tipo de vínculo y probablemente nunca antes hayas escuchado de algo parecido. Las hadas temen a los dragones y nosotros hemos aprovechado esa debilidad durante generaciones para mantener nuestro poder por sobre todas las especies. Sin embargo permíteme romper esa cadena de eventos con este gesto.

—Debes ser un dragón de Ryukyu, mi abuelo solía decir que ese clan de hombres mitad dragón, otorgaban su bendición a personas cuya fortaleza y valor los asombró. ¿Por qué querrías dar algo tan valioso a una persona como yo? Alguien que solo pensó en huir cuando las cosas se complicaron.

—Mi princesa, lo que dices es verdad, pertenezco al clan Ryukyu; pero no te menosprecies pensando que no mereces este obsequio, ya que si lo hago es porque he visto y escuchado todo sobre tu gran valor y tu fortaleza para enfrentarte a cada desafío que has tenido que pasar en tu vida —le aseguró sin rastro de sarcasmo en la voz—. Es por eso por lo que te otorgo esta bendición, para que tu camino esté lleno de luz y que pueda seguir brillando destellante en la oscuridad. —Besó la mano de la princesa bendiciéndola.

Las palabras del dragón fueron ciertas, pues la princesa había salvado al reino en incontables ocasiones. Cuando la plaga atacó los cultivos de alimento ayudó a implementar un huerto en el castillo y a convertirlo en un invernadero para abastecer al pueblo. Así era cómo el dragón la veía, una verdadera guerrera salvando personas, pero que en el fondo seguía siendo una niña.

El dragón se encargó de devolver a la princesa al castillo y permaneció a su lado desde entonces. Ese día no hubo ningún evento catastrófico como todos esperaban y aunque la mala suerte de la princesa se manifestaba en ocasiones, jamás volvió a culparse a sí misma y siguió adelante. Ella aprendió que era más importante aprender de los errores para no cometerlos en el futuro y esforzarse por ser mejor cada día. 

ANTOLOGÍA FIESTAS FANTÁSTICAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora