cuarto fragmento: capitulo 12

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La sentencia de Deméter y la semilla de granada

En medio de un desierto se encuentra Hades de lo mas tranquilo bebiendo una copa de vino y disfrutando de un sabroso banquete sentado en una silla de madera. El dios viste sus típicos pantalones de cuero y una camisa de algodón gris.

Su vista esta fija en varios hombres que corren de un lado a otro tratando de escapar de la lluvia de acido que esta cayendo. Ante cada grito la felicidad del pelinegro aumenta. Habría deseado traer a Perséfone con él para que también disfrutara de el bello paisaje, pero lastimosamente ella decidió cambiarlo por esas dos mujeres humanas de las que se hizo amiga. Era indignante, pero ella quería tener un tiempo de chicas y el no era quien para negárselo.

A su lado apareció un portal azul y por el salió su hermanito menor; Zeus. Lo miro interrogante ante su acto de presencia, sobre todo en ese lugar. Zeus jamás fue fan de presenciar los métodos de tortura que implementaba Hades.

Zeus hizo aparecer una silla a su lado y se sentó. Hades invoco otra copa de vino y se la ofreció, el rubio se la termino en dos tragos.

—¿Cómo puedes comer en este lugar? —cuestiono el rubio señalado el banquete frente a ellos. Hades solo se encogió de hombros.

—es delicioso.

—no digo que no lo sea, pero teniendo en cuenta el ambiente...bueno—Hades se rio y tomo una pierna de pollo ante la mirada asqueada de Zeus que iba entre el dios del inframundo y las almas una y otra vez—mejor no digo nada.

—mejor di la razón de tu visita. —Hades lo miro serio y dio otra mordida a su pollo—odias este lugar.

—tenemos problemas, sobre todo tu. —admitió serio.

—¿Qué ocurre?

—nuestra linda hermanita; tu suegra—Hades rodo los ojos fastidiado y Zeus suspiro cansado.

—¿ahora que hizo?

—empezó a esparcir el rumor de que secuestraste a Perséfone y que yo confabulo contigo.

—déjala que piense lo que quiera, ambos sabemos que eso no es verdad y es suficiente.

—soy el dios principal del olimpo, Hades— el pelinegro frunció el ceño, sabía que Zeus vivía de su reputación y aunque eso le parecía realmente estúpido, lo respetaba— pero eso no es todo, amenazo con dejar la tierra estéril para siempre si no le devolvemos a su hija. Los mortales están muriendo hermano y eso no puedo ignorarlo.

—¡joder! — el grito sobresalto a todos los presentes, menos a Zeus que ya sabia como iba a reaccionar. Hades desbordaba ira por los poros, camino hasta una de las almas e hizo que las llamas lo consumieras. Los gritos agonizantes fueron desgarradores, pero calmaron un poco al dios. Zeus miro con lastima a ese ser—¿Por qué no la despojas de sus dones y se los das a otro?

—sabes que para eso ella debe entregarlos por voluntad y dudo que quiera hacerlo. Ya lo había pensado, no sirve.

—¿entonces qué? ¿quieres que me quede cruzado de brazos viendo como la mujer que amo se va de mi lado para siempre por un simple capricho de su madre? —Hades miraba desesperado a su hermano y este estaba asombrado por lo que acababa de oír. Su hermano realmente estaba enamorado. —¡es absurdo!

—realmente la amas—susurro.

—lo hago— Hades grita furioso, tratando de calmarse— ella no puede irse.

—hermano, ella debe irse por el bien de todos...

—¡con un demonio! —lo que mas deseaba hades en ese momento era tener el cuello de su hermana y retorcerlo lentamente hasta que diera su ultimo suspiro de vida ¡a la mierda el equilibrio del mundo!

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