Capítulo 7; Edward.

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El gilipollas de Liam se cree que me presentare en su casa como quien no quiere la cosa y follaría con él. Es tan estúpido. Rio. Tengo mejores planes que mal gastar mi tiempo en ese imbécil. Como ahora, que me encuentro en la fiesta de mi gran amigo, Louis Tomlinson. Y quizás ya este pedo. Vuelvo a reír. Mi mano derecha está sosteniendo una vaso de plástico rojo. ¿Su contenido? Ni yo lo sé. Estoy sentada en un sofá y hay una pareja a mi lado que me está amargando la existencia. No paran de morrearse, joder.

-Buscaros una puta habitación, joder. –Les grito por encima de la música, o lo intento.

Me levanto del sofá tambaleándome y voy hacia la cocina. Louis tiene apoyada a una chica contra la encimera y la está devorando. Cabrón. Saco de mi chaqueta de cuero negra una bolsa pequeña de plástico el cual contiene, ¿coca? Tal vez. El caso es que es una substancia tóxica, peligrosa, adictiva, y realmente buena. Me hago una raya encima de la encimera, la parte que no está invadida por Louis y su amiguita, y me la esnifo. Vuelvo a guardarme la bolsa en el bolsillo y salgo a jardín, esta vez encendiéndome un porro. Al lado de una de las hamacas que se encuentran allí veo una botella de ron y una de Coca-Cola. Las cojo y mezclo el ron con la Coca-Cola ya que no sé donde coño he puesto mi vaso rojo. Me tumbo en la hamaca y le pego otra calada al porro y un sorbo grande a la botella.

-¿Te piensas colocar tu sola? –Giro la cabeza y entre la penumbra y mi vista borrosa, no atino adivinar quién es. Pero su voz es tan familiar.

-Ya estoy colocada. –Él ríe.

-Vaya, antes lo hacías conmigo. –El hueco vacio de la hamaca es ocupado por el chico.

-¿Quién eres? –Frunzo el ceño.

-¿No me recuerdas?

-No te veo. –Rio.

Un segundo después, la luz de su móvil ilumina su cara y pego un salto, levantándome de la hamaca.

-¿Qué quieres? –Bebo otro trago.

-Colocarme, ¿no puedo?

-Me refiero a que, ¿qué quieres de mi?

-Nada en especial. –Me quita la botella de las manos y me termino el delicioso porro.

-Pues déjame en paz. –Giro dándome la vuelta y camino al interior de la casa, no sin antes ser parada por él.

-Estas hecha una fiera, ¿eh? –Sonríe de lado y me dan ganas de estamparle mi puño en su cara.

-Eres un cabrón. Sal de mi vida de una maldita vez. –Gruño.

-Vamos. –Me arrastra hacia él, pegando mi cintura a la suya. Yo forcejeo, pero evidentemente, es más fuerte que yo. -¿No quieres pasar un buen rato? He oído que te gusta la marcha.

-Sí, pero no con gente tan repulsiva. –Acerco mis labios a su oído. –Como tú. –Le susurro y me separo de él, deshaciendo su agarre.

-Lo siento, nena, pero quiero jugar y estoy un poco ebrio. Si no juegas conmigo, recordaremos la última noche. –Esta vez es él el que acerca sus labios a mi oído. -¿Lo recuerdas? –Me estremezo, pero no de frio, de miedo.

Imágenes vuelven a mi cabeza como flashes, recordando cada detalle de aquella noche.

Su boca se acerca a mi cuello y succiona.

-Suéltame. –Grito, empujándolo lejos de mi.

Sus ojos se clavan en mi y los veo más oscuros de los normal, como aquella noche. Mi piel se eriza mientras veo como se abalanza hacia mí, pegándome sus labios a los míos. Forcejeo intentándomelo quitar de encima, cosa que lo veo imposible. Estoy colocada y mareada y no tengo fuerzas para intentar evitarle. Grito lo más que puedo. Ojala Louis estuviera aquí, pienso.

-Ha dicho que la sueltes. –Y como por arte de magia, Louis esta aquí. Empuja a Edward de mi lado e intento calmar mi respiración.

-Hola, maricón. –Edward se acerca a Louis. -¿Te han dicho alguna vez que no te metas donde no te llaman?

-Hola, soplapollas. Sí, pero resulta que esta vez, si me llamaban. –Louis se acerca a él, amenazante. –Vuelves a tocarla y te arranco la polla, ¿entendido?

Edward ríe, pero sin dirigirle la palabra a Louis se va, pasando por mi lado y susurrándome.

‘Esto no acabara aquí, preciosa.’

Y siento que es verdad.

Louis se acerca a mí y me abraza.

-¿Estás bien?

Asiento. Me alejo de él. Salgo corriendo, entrando en la casa pero volviendo a salir por la entrada principal. Empiezo a correr sin saber exactamente a qué lugar ir. Pero mis zancadas van a un solo sitio. Su casa.

A pesar de que son las dos de la mañana, él abre y se lo agradezco tanto interiormente que le abrazo en cuanto le veo aparecer por la puerta. Él cierra la puerta, correspondiéndome al abrazo. No dice nada. Me dirige hacia el sofá de su casa y se sienta. Me siento a su lado.

-¿Qué te ha pasado? –Susurra. Está preocupado, se nota en su voz.

-Sé que debería de haberte llamado antes pero no sabía a dónde ir y simplemente he venido aquí.  –Mi mirada baja hacia mis manos, las cuales están jugando entre mis dedos.

-¿Por qué no has venido? Habíamos quedado.

Me quedo callada. No sé qué decirle. Se cree todo lo que le digo. Se lo toma todo tan apecho.

-Eres un estúpido. –Susurro. Su ceño se frunce y abre ligeramente la boca. Oh, sus labios, que tentadores.

-Tú eres tonta. –Ahora soy yo la que abre ligeramente la boca. -¿A qué viene todo esto? ¿Se puede saber por qué me insultas?

-¿De verdad creerías que me iba acostar contigo?

Se queda serio, pero su ceño sigue fruncido. Se toma unos minutos para contestar.

-Sí. –Simplemente dice. Yo me rio.

-Por eso eres estúpido.

-No te entiendo... -Sé que busca mi nombre porque aun no se lo he dicho, asi que le interrumpo.

-Aria, me llamo Aria.

-Oh, es bueno saberlo, por fin. –Suspira.

-No debí haber venido, me voy.

Me levanto del sofá y me dirijo a la puerta.

-¿Por qué has venido a mi casa al final si no tenias pensado hacerlo? –Él está levantado, mirándome.

-No te importa. –Contesto seca.

Liam se acerca a mí, tanto que dejo de respirar.

-¿Qué haces? –Le pregunto.

-No te importa. –Responde y sus labios rozan los míos.

El colocón se me ha ido y de repente me siento totalmente sobria. Completamente raro.

Atrapa mis labios con los suyos, besándome suave. Se separa de mi, pero tan poco que sigue tocando mis labios. Esta vez soy yo la que lo besa y paso mis brazos por su cuello y el los suyos alrededor de mi cintura. Me empuja contra la puerta de la entrada y me separo de sus labios. Joder, quiero un polvo, pero, maldita sea, es virgen. Y no pienso follármelo para que mañana vaya y se folle a la perra de Amy.

Me vuelve a besar.

Pero joder, es que sus labios son tan sabrosos…

Mis manos revuelve su pelo y él gime. Payne, ya sé uno de tus puntos débiles, nene. Sus manos viajan hacia mi espalda baja, hasta llegar a mi culo. Lo aprieta ligeramente y me impulso hacia arriba, enrollando mis piernas en su cadera.

-Aria. –Susurra.

Me bajo al instante y me separo. Abro la puerta y me largo.

Posh two. || PAUSADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora