Capítulo 24

70 15 0
                                    

-Bueno, eso es todo por hoy, mañana continuamos - le dijo Anita a Serena.

-¡Bien!, entonces a jugar, ¿karaoke o bailar? - le pregunta la pequeña muy contenta.

-Lo que prefieras - le respondió la joven - vete yendo, ahora vamos nosotros - la princesa asintió y se fue corriendo y saltando a su cuarto.

-¿Yo también? - le preguntó Jordan a su hermana.

-¿Acaso me vas a dejar sola? - preguntó con un puchero, a lo cual su hermano se rió.

-Chantajista - se burló él sin dejar de reír.

-Anda vamos, no la hagamos esperar, es muy impaciente y es capaz de venir a por nosotros como tardemos un minuto de más.

Jordan volvió a reír, la vida en palacio era muy interesante y divertida, sobre todo con su hermana y la princesa, ellas dos eran prácticamente iguales, la única diferencia, la pequeña tenía más energía, por lo demás eran iguales. Ese pensamiento le trajo nostalgia, nunca vio sonriente a su hermana de pequeña, siempre era triste, dolida, sin una pizca de brillo en sus ojos; al principio intentando ganarse el afecto de sus padres, luego sencillamente intentando verlos lo mínimo posible, era triste.

Recordaba todas las veces que la vio, unas veces de refilón, ya que Anita estaba corriendo hacia algún sitio, otras con sus padres, siempre gritándola, insultándola o golpeándola, y él nunca hizo nada, solo una vez, cuando no pudo ignorar tremenda injusticia por parte de sus padres, no le importó si lo castigaban, la defendió con pasión, y al final consiguió convencerlos de mala gana, no le pasó nada, no se lo tuvieron en cuenta, pero nunca más volvió a defenderla, y se lamentaba por ello, por no proteger a su hermana.

-¿Te encuentras bien? - le preguntó la joven al verlo tan decaído.

-Sí, solo estaba recordando algunas cosas - dijo intentando darle una sonrisa, pero salió más una mueca.

-No debes culparte - él la miró, no entendía cómo lo había sabido - no es tu culpa que nos haya tocado un padre tan horroroso, mucho menos lo que él me hizo.

-Aún así, siento que pude impedir al menos una parte de tu sufrimiento - ella negó con la cabeza.

-Lo único que hubieras conseguido es que él se enfadara contigo y que lo pagara conmigo, las cosas ocurrieron como debían ser, así de sencillo.

-Pero...

-Déjalo ya, no es para tanto, gracias a eso me convertí en la mujer que soy, conocí a Serena, a Saimon, incluso a Cailen - dijo el última nombre con un deje divertido - ellos son mi familia ahora, y lucharé por ellos - en su mirada había determinación, además de ese brillo que nunca vio en su infancia, la decisión estaba tomada.

-Yo lucharé a tu lado, esta vez te protegeré, hermanita.

Anita se sorprendió por sus palabras, ella no tenía ningún lazo con Daniel o con Joshua, por lo que acabar con ellos no sería un problema, pero él, él sí había sido un miembro de la familia, tal vez el término familia era decir demasiado, pero aún así entre ellos sí había un vínculo, probablemente pequeño, prácticamente ínfimo, pero existía, por lo que no consideraba prudente que él estuviera en medio de la batalla, mucho menos a su lado, ya que sería ella quien acabase con esos dos, dijera lo que dijera Saimon.

-Cuando llegue el momento, quiero que te encierres con Serena en la sala de seguridad - dijo completamente seria la joven.

-¿Qué?

-Lo que has oído, yo estaré al frente de la batalla, me da igual la opinión de Saimon sobre el tema.

-Entonces yo estaré a tu lado al frente - Anita negó con la cabeza.

-Alguien debe quedarse con Serena y protegerla en caso de que ocurra algo, y quiero que seas tú.

-Pero...

-Sin peros, eres una de las pocas personas que confío para proteger a Serena, y sé que Saimon y Cailen estarán en combate conmigo, así que te toca a ti cuidarla y asegurarte de que esté bien - Jordan lo pensó, él quería estar en la batalla con ella, pero entendía su preocupación por la niña.

-De acuerdo, la protegeré - dijo él con sinceridad, recibiendo un cariñoso puñetazo en el brazo.

-Más te vale, te recuerdo que soy inmortal, y como le pase algo a Serena, me olvidaré que somos hermanos y que te quiero.

Se lo creía, creía cada una de las palabras que había dicho su hermana, además de que le dolía el brazo por el puñetazo, y estaba seguro de que ella no había usado apenas fuerza, por lo que mejor no enfadarla, no quería tentar a la suerte, era claro que esa niña significaba más para la joven que él mismo, lo cual en parte le molestaba y le daba celos, y en parte lo comprendía y le daba ternura, sobre todo lo segundo, prácticamente había adoptado a la princesa como su hija.

Los guardias que vigilaban a Jordan veían y escuchaban todo con atención, uno de ellos había sido del grupo que había ido tras la joven, el otro no, por lo que ese no entendía las palabras de la institutriz, una humana queriendo luchar, diciendo que es inmortal y que si le pasa algo a la princesa, acabará con él siendo el joven un híbrido, la consideraba una loca. El otro, sin embargo, igual que Jordan, creía todas y cada una de sus palabras, había visto el destrozo que hizo en los campamentos enemigos, tenía el poder para ello, y el amor por la princesa era innegable.

Durante el rato que hubo entre el fin de las clases y la hora de la cena, Serena, Anita y Jordan cantaron, bailaron, jugaron y leyeron, pasándoselo muy bien todos, Jordan estaba seguro que no se lo había pasado tan bien en su vida, ni siquiera de pequeño pudo divertirse tanto, las horas de juegos eran casi nulas, y los únicos juegos que había en la casa eran de estrategias de combate y simulaciones de guerra, cosas para nada divertidas, más parecían una clase más que un juego.

La cena transcurrió con tranquilidad, solo alguna que otra charla amena, y principalmente quien hablaba era Serena, contando todo lo que habían hecho los tres esa tarde, haciendo énfasis en lo bien que se lo había pasado y lo feliz que estaba, lo cual alegró a todos los presentes en la mesa, la pequeña se había ganado el corazón de todos, incluido Jordan, y eso que era el más reciente miembro del castillo, pero así era ella, un rayo de luz que cautivaba a todo aquel que se le acercaba.

Después de cenar, la pequeña insistió para seguir jugando con los hermanos hasta la hora de dormir, consiguiendo al final su objetivo, como siempre, así que estuvieron los tres jugando hasta la hora de dormir, cuando Anita y Jordan le leyeron un cuento, Anita la parte del narrador y los personajes femeninos, y Jordan los personajes masculinos, haciendo reír a la pequeña en varias ocasiones. Terminado el libro, le desearon buenas noches, Anita acompañó a Jordan a su habitación, despidiéndose de él, y después se fue a dormir.

Mientras, en el despacho de Saimon, él y Cailen escuchaban a los guardias el informe del día, tanto de la seguridad en las fronteras y en el castillo, como los que estaban vigilando a Jordan, ya que por la noche se hacía el relevo. Tanto en las fronteras como en el castillo, todo estaba en calma, lo cual le daba mala espina, aunque era consciente de que Anita había reducido sus fuerzas considerablemente, no estaba muy seguro de que esa calma fuera buena, debían estar preparados y no bajar la guardia.

En cuanto a la vigilancia del hermano de su novia, escuchó pacientemente cada cosa que le decían los guardias, entre ellas las intenciones de luchar de la joven, algo que no le agradaba demasiado, pero era muy consciente de que no le haría cambiar de opinión. Una vez los guardias acabaron de contar todo, se retiraron del despacho, dejando al rey y a su segundo al mando solos.

-Anita se preocupa mucho por Serena - comentó Cailen.

-Lo sé - respondió escuetamente Saimon, Cailen le dió un par de palmadas en la espalda.

-No dejes que el pasado determine tu futuro - le dijo antes de desearle buenas noches e irse.

Saimon era más que consciente de ello, y se sentía pésimo consigo mismo por estar pensando mal de la joven, por dejar que su pasado le afectara, deseaba olvidar el pasado, pero la mente es algo compleja, y se empeña en recordar justo lo que uno quiere olvidar.

La maldición del armaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora