Cap. 18

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Una luz blanquecina los rodeaba, la veía bailar a su alrededor deshilachándose como rayos en una tormenta. Abraham intentó abrir la puerta y Azrrael pateo los cristales pero ni la puerta se abría ni los cristales cedían. Me sentía mal, veía borroso y está débil, uno de los hombres abrió mi puerta y el otro me saco a rastras, intente soltarme pero me agarraron con más fuerza, deje que todo el peso de mi cuerpo se dejase caer para que perdieran el equilibrio, entonces el más grandote me agarro de la cintura, casi me había puesto en su hombro como un saco de patatas cuando me escurrí, pero me agarro con el antebrazo por el cuello, me giré con la rapidez que aún conservaba y le mordí, aprovechando para echar a correr, este se abalanzó sobre mí pero le di una patada en la entrepierna que lo dejo doblado. Los otros dos vinieron a mi encuentro y me puse en posición defensiva, si algo sabía era luchar y ahora no me iba a quedar quieta, la pelea empezó y creí que tenía cierta ventaja pero los jodidos eran buenos, recibí un puñetazo en el estomago que me dejo sin respiración, tenía casi la rodilla en el suelo pero esquive el golpe y le golpeé bajo la barbilla, los que había en los coches consiguieron salir, no se como pues estaba demasiado concentrada en mantenerme en pie pues cada vez me sentía más agitada y me dolía todo el cuerpo además, estaba grogui por los medicamentes pero era algo más, justo cuando los chicos iban a llegar junto a mi quedaron inmóviles, no podían pasar, era como si hubiese una barrera entre ellos y yo, me levanté y puse las manos sobre donde parecía estar la pantalla, sentí una descarga de energía en las palmas y saltaron chispas, la energía que formaba la barrera pareció perder fuerza pero el zumbido de mi cabeza se intensifico, un dolor muy intenso me recorrió de arriba abajo y caí al suelo, no podía moverme, era como si estuvieran absorbiendo toda mi energía, era agobiante, realmente no podía levantarme, estaba muy débil, los tres hombres de negro me rodearon, uno de ellos me sujeto la cabeza y de un tirón me la echo hacía atrás, reprimí un gesto de dolor y me mordí la lengua para no gritar.

¿Quiénes sois? ¿Qué demonios queréis? – escupí las palabras clavando mis ojos en el que parecería el cabecilla con todo el odio y la furia de que fui capaz. 

No mediaron palabra, con un gesto el de la izquierda saco un pequeño libro rojo y empezó a recitar en voz alta, no entendía nada de lo que decía, trazo unos símbolos en el aire y tras encender una vela la puso bajo mi antebrazo, la llama casi rozaba mi piel, apreté el puño al sentir el calor ya que el fuego empezaba a quemarme hasta que recordé un pequeño truco de pequeña, el fuego no me quema si me fundía con él yo era fuego y debía ser fuego. Funcionó no sentía dolor alguno ni mi piel se quemaba cuando acercaba la llama a cualquier punto de mi piel, me reí, y el de la derecha me soltó una bofetada que me giro la cara, lamí la sangre de la comisura de los labios y le escupí clavando mis fieros ojos en él.

-¡Soltadme!

- Date prisa – espetó este al que seguía leyendo tras dejar la vela, hizo un gesto con la mano a la altura de mi pecho y sentí como si estirase algo invisible de mi cuerpo, era como ver a un mimo tirando de una cuerda con dificultad, mi cuerpo se convulsionó, me faltaba el aire, era tan raro de describir lo que sentía… era como estar perdiendo el alma o la vida poco a poco, me debilitaba, sentía a los demás golpear contra la barrera y alguien que lanzaba un… ¿conjuro? El mismo tipejo que me sujetaba me echo la cabeza hacia atrás y vi brillar el cuchillo…

-¡Urd! Haz algo, reacciona ¡Urd¡ ¡Tu puedes pararlo! – ¿era Azrrael quien gritaba? No estaba segura pero por el rabillo del ojo puede ver como los estaban atacando.

-¡No! Dejadlos, a ellos no – me revolví pillándoles por sorpresa pues se suponía que no podía moverme, cogí mi daga y la clave en el torso del que me sujetaba por detrás, la sangre broto de su boca abierta y por la herida, retire la hoja, me temblaba la mano, no podía creer lo que había hecho, pero eso sólo duro un instante, como poseída me lancé a por el que sostenía el libro, giré sobre mi brazo derecho y con la pierna en alto golpe las piernas del susodicho tirándolo al suelo, me abalancé sobre él pero salí volando cayendo de espaldas al suelo y todo el peso de ese tipo cayo sobre mi sujetándome las muñecas a ambos lados del cuerpo impidiéndome que usara las piernas al estar apoyado con parte de su cuerpo sobre ellas.

De vuelta a la Tierra - IntroducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora