Capítulo 33: La Aventura recién empieza: La Isla Tokashiki

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La frescura de la noche era algo que agradecían enormemente cada uno de aquellos chicos, especialmente cuando se consideraba que venían bastante cargados entre maletas y suvenires comprados hace poco.

Sus pasos se detuvieron de lleno cuando llegaron a su destino final, un Ryokan. Aquel sitio sería su alojamiento durante los próximos seis días por lo que debían recordar cómo llegar para no perderse y tener que salir a buscarlos.

Empezando desde la fachada, el lugar era simplemente atractivo y sumamente hermoso. Se notaba claramente que los dueños se esmeraban en conservarlo todo en perfecto orden y darle mantenimiento de forma constante.

Pero no podían continuar admirando solamente el exterior, debían pasar mientras cortésmente saludaban a las personas que iban de salida, seguramente a divertirse en la playa más cercana y matar un poco de tiempo.

El área de recepción era espaciosa, con muebles cómodos y un ventilador de techo que disminuía un poco el bochorno circundante en la planta baja.

—Más te vale que no vayas a vomitarme de nuevo, ¿entendiste Kuroko? –replicaba enfadado Taiga. Le había tocado llevar al chico sobre su espalda porque todavía continuaba débil y era preferible que llegara con bien al alojamiento a que se quedara tumbado sobre el suelo en cualquier momento y nadie lo notara.

—¿Ya estás mejor, Daishi-kun? –cuestionaba Hyuuga a la rubia. A él le habían encargado la seguridad de la mareada chica, quien ocasionalmente se apretaba con fuerza contra el alto muchacho porque sentía que todo se le movía y temía caerse en cualquier momento.

—Mejor que hace rato sí…-respondió con debilidad. Todavía no estaba confiada de que todo ese mareo ya se hubiera ido de su cuerpo.

—Hyuuga-senpai, ¿por qué se ha sonrojado? –preguntó curioso Taiga, clavando su carmesí mirada en él.

—¡No estoy sonrojado! –recriminó molesto. Ahora resultaba que Kagami se había tornado alguien sumamente observador.

—Es que ahora parece un tomate, senpai –volvió a remarcarle el pelirrojo como sí nada. Y dicho comentario solamente hizo que el pelinegro empezara a soltarle mil y un maldiciones.

—Así que se trata de eso, Hyuuga. Si estás cansado yo podría echarte una mano –lanzó Izuki con complicidad, moviéndole las cejas de arriba a abajo, como si le comunicara un mensaje en un lenguaje secreto.

—Izuki, toma tus cosas y lárgate a casa.

—De manera que quisiéramos tres habitaciones triples y una doble, por favor –indicaba Logan a la Okami, a la vez que iba llenando la forma que la mujer amablemente le dio.

La gerente del hotel era una mujer alta, delgada pero con las curvas necesarias para decir que todavía se encontraba en la edad necesaria para poder conseguirse un esposo responsable y amoroso.

Llevaba puesto un kimono bastante modesto de tono azul marino con motivos florales, mientras que su cabello castaño oscuro permanecía perfectamente atrapado en aquel peinado tradicional que recordaba a los que empleaban las damas de compañía del Japón antiguo.

El tono azul cielo de sus ojos era fascinante. Se trataba de una mujer sumamente bella.

—Entendido. ¿Algo más que desee caballero? –preguntó educadamente la mujer.

—Quiero que incluya todas las comidas, por favor. Así mismo deseo que me informe sobre el toque de queda –pidió sonriente Logan.

—Por supuesto, nos encargaremos de las comidas de todos ustedes. Y sobre aquel tema, la hora máxima de llegada es a las diez de la noche.

Addicted to U [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora