Parte 1: La fiesta

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Cuanto Amanda se levantó su primer pensamiento fue ocupado por un ligero dolor de cabeza de inexplicable origen.  Cuando tras unos instantes de duda consiguió ganar a la pereza y abrir los ojos, la situación en la que se encontró su habitación probó la procedencia de su jaqueca matutina. 

El suelo estaba cubierto por una especie de confeti y había más vasos y latas de cerveza de las que debería tener una estudiante en su habitación. Miró hacia su reloj que marcaba las 14:08, había dormido demasiado y ahora su estómago estaba suplicando alimento.

Era su segundo mes en Suiza y la noche anterior parecía haber sido una que iba a recordar durante mucho tiempo. Decidió darse una ducha revitalizante mientras en su cabeza trataba de reconstruir los diferentes episodios que habían ocurrido.

Todo comenzó por la tarde de un jueves normal. Aunque ese viernes no tenía clase no había planeado nada y la tarde la empleó para hacer la visita semanal a la lavandería con Maika, su persona favorita en el Erasmus y compañera de piso. Aunque su piso estaba completamente equipado no tenían lavadora lo que provocaba que tuvieran que andar 10 minutos en busca de una pública en la que aburrirse mientras su ropa daba vueltas. Para llenar ese tiempo inventaron pequeños juegos y siempre llevaban una baraja de cartas para entretenerse. En esa ocasión una pareja de italianos que ya habían visto alguna vez por allí y que estaban esperando también a su colada decidieron unirse al juego. Entre risas el tiempo voló y cuando el monitor de su lavadora indicó que su  ropa estaba lista la joven pareja les invitó a ir a su casa a una pequeña fiesta improvisada. Lo que terminó de convencer a Amanda fue la promesa de cervezas gratis.  Esos días no andaba muy bien de dinero, era final del mes y hasta el siguiente no esperaba que sus padres le hicieran algún nuevo ingreso en su cuenta bancaria.

Cuando llegaron a la casa de los estudiantes se dieron cuenta que pertenecía a una residencia que precisamente no era conocida por su ambiente fiestero. Dentro de ella se encontraron que, aunque apenas era las siete de la tarde algunos estudiantes ya habían comenzado a beber. Cómo era de esperar, en cuanto llegó la hora de cenar el director de la residencia les invitó a abandonar amablemente la sala común argumentando que a partir de allí sólo podían estar los residentes en ella.

Parecía ser el final de la fiesta improvisada, pero los italianos no se rindieron y preguntaron:

- ¿Podemos ir a vuestra casa?

Amanda no estaba muy convencida, hacer fiestas con gente que acababan de conocer en su propia casa no era lo que más le apetecía pero Maika la estaba mirando con ojitos de perrito abandonado, y sabía lo que eso significaba.

- Está bien, aquí hemos venido a jugar. dijo autoconvenciéndose con esa frase que había convertido en un mantra desde que comenzó su viaje de estudios. 

Esas fueron las palabras que precedieron a la desgracia, para anticiparse pidió que no viniera mucha gente y en un principio solo fueron 6 personas en casa. Tiempo después la cosa se salió un poco de su control. Aunque había momentos que estaban confusos en su cabeza sabía que la fiesta había ido genial, la gente se divirtió y todo continuó hasta bastante tarde. No tuvieron problema porque, aunque vivían con otros dos compañeros ambos se habían ido a pasar el puente a sus respectivas casas.

Después de la ducha, con ganas de desayunar (o comer, no lo tenía muy claro) y sabiendo que su nevera estaba vacía bajó a la calle para comprar algo en en el supermercado más cercano. Cuando terminó de bajar por las escaleras la perspectiva de lo que había en el portal se le antojó terrorífica. No se lo podía creer, los buzones estaban destrozados. Realmente no se acordaba de todo lo que había pasado la noche anterior y no sabía si podía ser culpa de su grupo de amigos, así que decidió ignorarlo cómo si no fuese con ella y siguió caminando. Técnicamente no era culpa suya pero sospechaba que un poco de responsabilidad sí podía tener. Pero decidió ignorar esos pensamientos.

El resto del día fue tranquilo, cuando quedó con su grupo de amigos para tomar un café en el centro no dejaban de recordar lo épica que había sido la noche anterior.  Cuando pasó una italiana por su lado la reconoció y la llamó "la fiestas" preguntándole que cuando era la siguiente. Ya tenía mote y lejos de molestarla le agradaba que la gente se lo hubiera pasado tan bien con ella. Su año de Erasmus estaba yendo mejor de lo que pensaba.

*****

Un par de meses después, cuando el mote de la fiestas ya empezaba a desaparecer entre los círculos que frecuentaba una carta certificada paralizó su vida. En cuanto llegó a casa y su compañero de piso se la entregó diciendo que la había traído un policía un  escalofrío recorrió su cuerpo. Por un milisegundo pensó que podría ser una broma pesada de alguien, pero al ver los sellos y firmas se dio cuenta de que era oficial, nadie podría haber falsificado eso.

Subió rápidamente a su habitación y comenzó a leerla de arriba abajo con incredulidad. A pesar de que consideraba que su nivel de inglés había mejorado notablemente tuvo que buscar en el diccionario virtual varias palabras, ya que la carta estaba repleta de tecnicismo y fórmulas legales.

 A modo resumen la idea que le trasmitían es que su comunidad de vecinos amablemente la habían denunciado por los destrozos ocasionados durante aquella fatídica noche en las áreas comunes. Dadas las circunstancias el gobierno suizo le ofrecía dos alternativas: pagar una multa de 500 francos suizos (algo equivalente a 460€) de indemnización o ingresar a una prisión durante 48 horas.

¿Qué debería escoger?

¿Qué debería escoger?

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⏰ Última actualización: Feb 18, 2021 ⏰

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