Desvelado y con el remordimiento de haberme quedado con el libro sin pagar, me dirigí a la iglesia para comenzar las misas, decidí llevarme el libro conmigo, quería analizarlo un poco más, además tenía un aura que me seducía y no me dejaba apartarme.

Pasaron las horas y otro padre llego a oficiar misa, al fin libre, me cambié y me senté en un parque cercano para continuar leyendo.

─ Buenos días padrecito. ─una bella joven era la que me hablaba, usualmente la gente no se acercaba a mí, a menos que quisieran confesar sus pecados, creo que me consideraban alguien raro.

─ Buenos días hermana. ─respondí, ella se sentó a mi lado, muy cerca de mí.

─ ¿Qué es eso que lee? ¿Es algo interesante? ─inquirió mientras apoyaba su hombro contra el mío, cortando aún más la distancia entre los dos.

─ Nada importante, solo unos documentos en latín ─dije mientras intentaba alejarme un poco, pero ella me tomo del brazo cortando por completo el espacio, poso su boca cerca de mi oído y me dijo “¿Qué tal si me enseña lo que dice ese libro en un lugar mas privado?”, me asuste y la aparte de mi bruscamente.

─ Lo siento señorita, pero me tengo que retirar ─me puse de pie y me fui, ¿Qué había sido todo eso?

Pasado el rato, y terminadas mis labores, me dirigí de regreso a casa, mientras caminaba pase cerca de un burdel, los demás padres me habían enseñado que uno nunca debía dejarse caer en la tentación que nos ofrece la carne, sin embargo, cuando se trataba de los burdeles ellos nunca decían nada, tal vez en el fondo todos necesitamos ese placer mundano, a fin de cuentas, somos simples seres humanos creados del pecado.

Un grupo de jóvenes se me acerco al pasar, todos prostitutos y vagos, uno de ellos, de complexión fina y delgada, me tomo ligeramente del hombro y me hizo mirarle.

─ Miren que guapo padrecito, ─comento a lo que sus compañeros vitorearon─ ¿No le gustaría pasar con nosotros un rato? ─yo intente seguir caminando.

─ Padre, confieso que he pecado. ─dijo otro de los chicos arrodillándose frente a mí en una pose comprometedora.

Lo aparte ligeramente y seguí con mi camino, dejando a
los jóvenes atrás y con mi rostro completamente ruborizado, tome el pesado libro que
aquel vendedor ambulante me había dejado y lo presione contra mi pecho, por alguna razón me hacía sentir reconfortado, un libro del demonio me hacía sentir reconfortado, que ironía.

Entre El Cielo Y El Pecado (+18) [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora