Recuerdos de orejas erizadas

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Autor: Helindir.

Durante la noche, después de la cena y con el silencio de la oscuridad, Severus permanecía en su despacho, realizando el elixir de purificación que Diamhair le había pedido

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Durante la noche, después de la cena y con el silencio de la oscuridad, Severus permanecía en su despacho, realizando el elixir de purificación que Diamhair le había pedido. No era una poción muy difícil, sobre todo para un experto como él. Solo se requería mucha exactitud y los ingredientes justos, ya que ni siquiera demoraba demasiado en prepararse, tan solo una hora de cocción.

Iba por la mitad, cuando notó una brisa correr por sus pies. La misma que había visto y sentido aquella noche, enjaulado con el director.

Ignoró aquello y continuó con el brebaje, hasta que su instinto le indicó que levantara la vista.

Frente a él, silenciosa y firme, la elfa lo miraba preparar aquello.

- ¿Tienes prisa?- Preguntó él, sarcásticamente.

- No...- Susurró ella, sin ánimos.

Diam era muy compleja de interpretar. Pasaba de una euforia peligrosa a una tranquilidad deprimente, confundiéndolo y hasta cansándolo. Era una complicada elfa bipolar.

- ¿Entonces que quieres?- Indagó Snape, de mala gana.

- Nada...Yo no se hacer pociones, si bien siempre me interesó... Pero si soy buena con los ingredientes. Quería ver como lo preparabas y si necesitabas ayuda... Si molesto, me voy...

Severus la miró. No con mala cara, sino curioso. El tono de voz de aquella criatura era acorde al color grisáceo de su pelo. Sin dudas seguía con los ánimos por los suelos.

- Deberías decidirte...- Dijo el ex mortífago- O eres una elfa amenazadora con energía para asfixiar alumnos, o una triste que solo le falta llorar... No puedes ser ambas... Confundes...

- Lo se...

Lejos de hacer algo predecible, Diam hizo algo que Severus no esperaba: se sentó en un pequeño banco frente a él y se quedó observándolo con ojos entre contemplativos, analíticos y calmos. Lo que no tenían aquellos ojos de un pálido azul, era la pizca de altanería o soberbia que ya casi la caracterizaba. Eran ojos melancólicos.

- Me gusta tu energía- Comentó Diamhair cuando él se había girado en busca de un ingrediente.

Una observación que él no imaginaba que oiría de ella. Con un frasco con pelos azules, se volteó a verla.

- ¿Qué tiene mi energía de agradable?- Preguntó el pocionista, colocando tres pelos dentro del caldero.

- No se... Más allá de que sea fuerte, es muy relajante. Como una cascada. Si... Me recuerdas a una cascada... Eso me recuerda a casa... Y a Séan...

- ¿Tu esposo?

- Mi madre...

Snape notó la creciente tristeza en la elfa, su mirada en el suelo y el aspecto indefenso. No parecía la misma criatura que tiempo atrás había intentado asfixiar a Draco.

- Pero te esta esperando...- Dijo él, restándole importancia y caminando unos pasos para buscar un frasco de líquido verdoso.

- No... Dagda se la llevó hace unos 30 años... Pero fue un elfo la que la mató...

- ¿Los elfos se matan entre ellos? Eso si es novedad- Severus colocó el líquido verde en su caldero y tras revolverlo, lo dejó cocinar a fuego lento.

- Era un elfo oscuro... Su Siol Dagda se había muerto y tenia una mentalidad malvada- Empezó a contar Diam, con la mirada en el suelo- Mi madre era una pocionista, como tu. Amaba hacer brebajes para curar. Y cuando los hacia, salía de Galia a regalarlos a personas que lo necesitaran. Su nombre lo decía todo... Séan... Significa buena fortuna, amuleto de buena suerte... Algo que se atesora por su valor... Fuera de Galia encontró a este elfo realizando magia negra, algo que para nosotros equivale a la traición. Dealg era su nombre... Séan fue con Uaine, nuestro líder y se lo contó. Como ella era reconocida por decir la verdad, le creyeron y exiliaron a Dealg, quitándole su don de la longevidad.

- ¿Cuántos años vive un elfo sin ese don?- Indagó Snape, interesado por esa historia, sentado detrás de su caldero.

- Lo mismo que un humano normal... 80 años aproximadamente...

Diamhair miró al pocionista. Vio que él tenia una mirada calmada, como esperando a que siguiera con su relato.

- En fin...- Suspiró la elfa- Un día mi madre salio de Galia para regalar pociones. Cuando regresó, Dealg la interceptó y le lanzó una poderosa maldición, lo suficientemente fuerte como para que nosotros no pudiésemos hacer nada. Una semana después murió diciéndome que siempre busque la verdad, que luche contra la oscuridad y que jamás se olvide quien soy...

- Por eso te afectó tanto cuando dije que atacas a los que dicen la verdad...

- Si...

Snape se puso de pie, atendiendo a su caldero y analizando su contenido, que comenzaba a adquirir un tono transparente. Indicio de que no solo estaba llegando a su punto, sino que estaba bien hecho. Aunque viniendo de él, era algo obvio.

Pero al mismo tiempo, pensaba. La historia de Diamhair le había demostrado que no era tan inmune a todo, como parecía. Incluso, algunas reacciones y formas de ser de ella, eran más entendible después de oír aquello.

Con la mente ocupada, tomó un recipiente vacío y lo llenó con el elixir de purificación que acababa de hacer, lo cerró con firmeza y lo colocó en una mesa.

- Todo tuyo...- Dijo él.

- Gracias...- Susurró Diam, tomando el frasco y regalándole una mirada transparente, coronada con dos ojos agradecidos.

Segundos después, ella salía silenciosamente, dejando a Severus solo y reflexionando.

El ex mortífago pensó que a partir de ese momento, la elfa cambiaria su trato con todos y que hasta se volvería mas agradable. O por lo menos eso quería, aunque no deseaba reconocerlo.

Al final, esa simple palabra de agradecimiento y la bondad que había visto en ella en ese momento, habían tocado algo en su interior.

Ádhmharaighe | SSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora