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"In the end, my sins revealed
and my fate is sealed."
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Nada había causado tal nivel de conmoción en ese pueblo, ni siquiera los asesinatos anteriores. Era apenas medio día, y la policía ya estaba saturada de llamadas. Aparentemente, habían visto a un hombre ensangrentado caminando por las calles, camino al famoso café de la ciudad.

También lo vieron los primeros clientes que llegaron allí. Un hombre con su ropa, rostro y manos cubiertos de sangre, cocinando como si nada hubiese pasado, como si no tuviera ni la menor idea de que  estaba coloreado de rojo.

Sobraba decir que ese hombre era Yuta, y que desde el momento en que salió de casa de SiCheng, no escuchó más que gritos y susurros de camino a su negocio. Sabía que llamarían a la policía, pero no es como si tuviese mucho tiempo de pensar en ello. Nada más quería llegar al trabajo.

Tampoco es como si el panorama hubiese cambiado mucho en el momento en que abrió su negocio. Las primeras personas que llegaron salieron asustadas, otras gritaron, algunos otros entrometidos quisieron averiguar que había pasado para que llegara a ese estado, pero Yuta no respondió, ni siquiera levantó la mirada. Quería concentrarse y volver al trabajo.

Trabajaría incluso con un cuchillo manchado de sangre.
Trabajaría incluso con los gritos de las personas a su alrededor, y el sonido de las sirenas de policía afuera de su local.
Trabajaría incluso con el peso en su conciencia de haber matado al amor de su vida hace menos de una hora, y a unos cuantos más.
Tal como sus padres le habían enseñado, debía concentrarse y volver al trabajo.

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Yuta fue arrestado ahi mismo, dentro de su negocio. No mostró resistencia, no intentó escapar, simplemente levantó sus manos y dejó que le esposaran y le llevaran a la estacion de policía. En todo momento, mantuvo una sonrisa en el rostro, ese rostro amable por el cual tantos le conocían, pero bajo cual habitaba el infierno.

Él lo confesó todo, cada asesinato y cada detalle de los mismos. La frialdad con que hablaba de ello era aterrorizante. Parecía muy tranquilo, la sonrisa nunca se borró de su rostro. No parecía estar arrepentido en lo absoluto. Es más, por la manera de decirlo, parecía incluso estar orgulloso de sus actos, de haber matado a cuatro personas a sangre fría.

Gracias a los detalles que dio, pronto descubrieron el cuerpo de SiCheng, en la cocina de un apartamento destruido. Entre todo ese desastre, estaba el regalo que Yuta había traido y sus cartas, fotos y demás cosas fueron una buena evidencia para inculparle, además del ADN que hallaron en el cuerpo del chico, marcas de violación, y ese cuchillo ensangrentado que había acabado con los cuatro.

愛して ➵ YuwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora