Jacobo
Tres días después, le mando un mensaje a Sabela para decirle que iré a la cita con el detective García.
Estamos a mediados de Abril y el tiempo ha mejorado un montón. El día está soleado y la temperatura es muy agradable para estar sentado en la plaza mayor del pueblo, llena de gente en las terrazas de los bares.
Llevo un rato observándola desde la distancia mientras me fumo un cigarrillo antes de sentarme a su lado.
Su gesto es serio. Me atrevería a decir que roza la tristeza.
Conozco casi todos y cada uno de sus estados de ánimo y el hecho de verla tan melancólica me hace daño a mi también.
No la había vuelto a ver así desde que nos enteramos de la muerte de nuestra madre. Mi hermana es una mujer fuerte y con carácter, pero a la vez, terriblemente sensible.
Esa mezcla de coraje y dulzura es algo de ella que me vuelve loco.
Cuando termino el cigarrillo, cruzo la plaza.
Ella no se da cuenta de mi presencia, pues me siento a su lado sin apenas hacer ruido.
Está tan concentrada en sus pensamientos que apenas se percata de lo que ocurre a su alrededor.
Siento unos terribles deseos de besarla y acariciarla.
Acerco mi silla a la suya y se sobresalta. Sus ojos verdes se clavan en mí. Me recorre el rostro con intensidad, pero no dice nada.
Paso un brazo por encima del respaldo de su silla y la acerco a mí. Percibo que comienza a ponerse nerviosa. Para mi sorpresa, mi hermana se deja querer.
Apoya su cabeza en mi hombro y cierra los ojos. Durante un rato, no dice nada. Se limita a continuar con su cabeza recostada e intenta desconectar de tantas emociones.
Después, Sabela levanta la cabeza poco a poco, sin prisa. Estamos tan cerca el uno del otro que nuestros alientos casi se rozan. La excitación se apodera de mí cuando la oigo suspirar, pues me la imagino desnuda en una cama conmigo entre sus piernas.
Estoy seguro de que va a besarme y eso es lo que más deseo. Estamos a punto de hacerlo, pero me separo de ella con rapidez.
Sabela se sorprende, no obstante, enseguida entiende mi gesto cuando ve al detective acercarse.
—Buenas tardes, señorita Ulloa —saluda él, mirándola a ella—. ¿Cómo está, señor Quiroga?
Un camarero viene a atendernos. El detective pide un agua y yo una cerveza.
Hablamos de cosas superficiales durante un rato hasta que el mismo camarero que nos acaba de atender, regresa para servirnos nuestras consumiciones.
—Se trata de nuestro padre, ¿cierto? —pregunta mi hermana sin rodeos cuando el camarero se marcha.
—Así es. Por eso mi insistencia en hablar con usted y con el señor Quiroga en persona —afirma el detective.
—Cuéntenos lo que sabe, por favor.
Al igual que de la otra vez, el detective García saca una carpeta de su maletín. Me imagino que será toda la información que ha reunido acerca de nuestro padre. La abre y ojea su contenido.
—En esta ocasión, soy portador de buenas noticias. Su padre está vivo —nos dice.
—¡No sabe la alegría que me da! —exclama mi hermana—. ¿Dónde vive? ¿Está bien de salud? ¿Cómo podemos encontrarlo? —pregunta sin descanso.
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ALGO NUESTRO
RomansaSabela Ulloa viaja desde Pontevedra hasta Ribadavia, un pueblo situado en la comarca del ribeiro ourensano, para buscar a su verdadera familia. Sin embargo, solo encuentra a Jacobo Quiroga, su hermano mayor. Un hombre taciturno, de fuerte carácter...