Alba de un nuevo Día

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-Baja tus ancas. -Habían pasado unas horas desde el anochecer, y Albatros le estaba enseñando a cazar a Día. -Cuidado con donde pisas. No quieres ahuyentar a tu presa.

-Esto es imposible. ¿Como sé que no estoy haciendo ruido si ni siquiera escucho mis pasos?

-Usa tus ojos. Si tu presa se queda quieta, significa que te escuchó.

Tragándose su frustración, Día siguió las indicaciones de Albatros. Levantó las orejas por instinto, y se imaginó a un ratón en las plantas. Lentamente se puso a acechar, pero Albatros la distrajo, tocándole el hombro para llamarle la atención. -Así no. Sigues arrastrando tus patas.

Día se levantó, con sus orejas echadas para atrás. Albatros dándole ordenes le molestaba, claro, pero había otra cosa que la tenía preocupada desde hace tiempo.

Al ver la irritación de su amiga, Albatros se puso tensa. -¿Que pasó?

-Creo que estoy lista para empezar a cazar de verdad. No he hecho nada excepto practicar mi acecho por días. ¿Dónde empezamos?

Albatros parecía alterada por esta propuesta, pero concedió. -Podemos buscar algo para cazar, pero no prometo nada. Últimamente la comida ha sido escasa.

Pasaron lo que quedaba de la noche buscando algún ratón o ave, pero Albatros tenía razón. Las presas eran escasas, y no importaba cuanto tiempo pasaran buscando comida, seguían con las patas vacías cuando los primeros rayos de sol se asomaron.

Día entró en pánico. -Tengo que volver. Noche estará preocupado. -Se dio vuelta para correr a su casa, pero Albatros se adelantó, y la detuvo en sus pasos.

-Espera, puede que no nos volvamos a ver.

-Que? ¿Por qué no?

Día intentaba mirar a Albatros a los ojos, pero ella llevaba la cabeza baja, evitando su mirada. -Con la comida tan escasa en estas partes, necesito ir más adentro, hacia el centro de la ciudad.

-¿Cómo te encontraré?

-Sigue las voces. Busca a los gatos cantando. Yo estaré en la torre donde empezó el Canto. -Con eso, Albatros comenzó a volver a las sombras.

-Espera! ¿Qué quieres decir? ¿Como seguiré las voces?

Pero Albatros ya había desvanecido, dejando a Día sola en el pavimento.

¿Seguir las voces? ¿Donde empezó el Canto? ¿Acaso su amiga se había olvidado de que no podía oír, mucho menos escuchar voces? Día se quedó parada en la calle por mucho tiempo, dándole vueltas al mensaje sin sentido de Albatros, hasta que se acordó de lo que le había dado tanta prisa: -Noche.

Al llegar a su casa, Noche ya se había despertado y la estaba buscando. Vio a su hermana acercándose por el horizonte y corrió hacia ella, cubriéndola de lamidos cariñosos. -Estas bien? -Señaló con la cola.

Día seguía aturdida por la conversación con su amiga. Su mente estaba en mil lugares a la vez, y sin pensar señaló: -Debemos irnos al centro de la ciudad.

-Que? ¿Por qué? Día, ¿qué está pasando?

-Habrá mas comida en el centro.

-Día, no entiendo. ¿De qué hablas? ¿Como sabes esto?

-No te puedo decir.

-Ahora estoy mas preocupado. Vamos, Día, tu sabes que me puedes contar lo que sea.

Día miró a su hermano a los ojos, buscando alguna clase de enojo o frustración, pero no vio más que preocupación y honestidad. Recordó los momentos que su hermano la había protegido. Este gato había permanecido a su lado cuando todos la habían abandonado. Si no podía confiar en Noche, ¿en quién podría confiar?

Ciudad de los Gatos (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora