Capítulo 21

360 19 1
                                    

Capítulo 21

Rosalie abrió con rapidez la puerta, y tras varios segundos, un hombre entró a la velocidad del rayo empotrando a la joven contra la pared, entonces ambos se enzarzaron en una rápida y espectacular pelea, rompiendo muebles a su paso.

Yo, obedeciendo los gritos de la rubia, me dispuse a escapar de allí corriendo por el pasillo hacia el interior de alguna habitación, cuando ante mí como de la nada, apareció Ray, dejándome estupefacta y totalmente inmóvil.

-Cuánto tiempo, Nadine ¿Me echaste de menos?

-Qué haces aquí, qué te... –Hablé mientras observaba su extrema palidez, y sus inquietantes ojos color sangre, totalmente asustada.

-Me uní a la estirpe de tus amiguitos, aunque claramente me alié con los poderosos. Ahora vengo justamente a cumplir nuestra parte del trato, y para ello me he traído a otro amiguito para que controle a la rubia. ¿No te suena? Es mi topo, Malcom, el que te subministró la sangre aquella vez.

Tras una sonora carcajada cargada de maldad, el hombre comenzó a acercarse peligrosamente, continuando con la charla.

-Es una lástima que vayas a morir mientras tu queridito doctor está luchando frente a decenas de neófitos sedientos, pero te prometo que todo será muy rápido esta vez. Con un simple dedo podría matarte de la forma mas sádica que se te ocurriese... Pero primero me divertiré. –Agregó, para acto seguido soltarme un manotazo que dio de lleno en mi abdomen, haciéndome volar hacia la pared opuesta del salón, mientras Rosalie me gritaba, interesándose por mi estado.

Me levanté con gran dificultad, sintiendo un intenso dolor en la espalda y abdomen, cuando observé de nuevo como Ray corría velozmente hacia mí con las fauces abiertas, amenazante. Mi cuerpo trató de escapar, pero sentía un mareo importante que no me permitía huir. Así pues, el hombre agarrándome del cuello me empotró contra la pared, haciéndome gemir de dolor.

-Hasta siempre, Nadine. –Se despidió mientras llevaba su boca hacia mi cuello, con rapidez.

Me abandoné sintiendo como las lágrimas inundaban mis ojos sin piedad, esperando un intenso dolor y quemazón en la zona, cuando para mi sorpresa alguien empujó al vampiro con ferocidad, gritándole. Ante aquel impacto y tirón violento, volé a través de la habitación, aterrizando de lleno contra el gigantesco cristal.

Me hallé en menos de dos segundos tumbada en el suelo de la sala sobre un lecho de cristales, sintiendo en mi brazo izquierdo un intenso dolor, debido a los cientos de estos que se encontraban clavados a lo largo de todo el antebrazo.

Me incorporé con torpeza alzando la vista, llena de pánico y angustia en busca de Rosalie, quien ahora estaba junto a Edward desmembrando al famoso Malcom, a la vez que al otro lado de la sala Ray se encontraba tirado por los suelos, siendo golpeado brutalmente por Carlisle, totalmente fuera de sus casillas.

-¡Carlisle! –Grité entre sollozos al observar la escena; aquel odio, la tensión y ferocidad del rubio, sabiendo que no formaban parte de su excelente personalidad. 

Al oír su nombre, él levantó con rapidez, dirigiendo una última mirada cargada de odio a Ray, quien se esfumó en milésimas de segundo.

Carlisle se aproximó con su increíble velocidad vampírica, sujetándome el brazo herido, mientras me hablaba con ansiedad en su cristalina mirada.

-¿Estás bien? ¿Te hizo algo?

-No llegó a ser nada grave, un par de empujones, ya sabes. -Me quejé al sentir una punzada de dolor cuando palpó la zona de mi brazo con sus gélidas manos.

-Ya nos hemos deshecho del ayudante. Él se nos ha escapado, lo siento. –Interrumpió Edward junto con la rubia, parándose frente a nosotros.

-Tranquilos, nos ocuparemos de eso más tarde -intervino el patriarca sin mirar a los chicos-, seguramente la guerra habrá acabado ya. Id con vuestros hermanos, yo me quedaré con ella, necesita que le cure esto. Gracias, hijos.

A las palabras del vampiro, los dos jóvenes asintieron y salieron raudos hacia el exterior, con la preocupación en el rostro. Nos quedamos solos en aquella casa, ahora medio en ruinas.

-Vamos a la cocina, allí te curaré mejor. ¿Puedes levantarte sola?

-Aún estoy algo mareada, no lo sé. -Susurré débilmente, intentando moverme sin tambalearme. 

Carlisle se acercó para cogerme en brazos con cuidado, dirigiéndose hacia la cocina donde me depositó encima de una encimera. Quedé sentada mientras él se ausentaba unos segundos al baño, en busca de un pequeño botiquín provisto por él días antes.

-Esto te va a doler bastante. Si necesitas que pare, dímelo.

-Está bien, tranquilo.

-Sujeta mi camisa, así. –Añadió mientras guiaba mi mano hacia el lugar donde debía de quedarme, acariciándola con ternura.

-¿Cómo llegasteis justo a tiempo?

-Alice tuvo una visión minutos antes. De no ser por ella, ahora mismo podríamos estar lamentando vuestras pérdidas.

-Esta vez soy yo quien la debe unas compras. –Añadí mientras hacía una mueca de dolor, y el rubio sonreía divertido.

-Te prometo que lo capturaremos. -Dijo, recobrando el semblante serio tras un breve silencio.

-No me cabe duda. No sabes el terror que sentí al verle así. –Suspiré al recordar la escena, cambiando de tema ante el violento recuerdo.

-Lo siento, perdí el control al ver que te hacía daño, pero ya pasó todo; estás a salvo.

Observé su rostro concentrado en la tarea de extracción, y dirigí la vista hacia el brazo de nuevo, totalmente ensangrentado mientras el hombre volvía a limpiarlo cuidadosamente con unas gasas limpias.

-No puedo creer que seas capaz de hacer esto con tanta tranquilidad, es totalmente increíble.

-Es lo que se consigue después de años y años de práctica, ya sabes que no me gustaría convertirme en un monstruo. Me gusta ayudar a las personas, sentirme bien, ser alguien bueno aunque esté condenado.

-Carlisle, tú no puedes estar condenado, es imposible. Eres la mejor persona que he conocido en mi vida. Gracias.

-¿Gracias? Se supone que eso debería decírtelo yo.

-Para nada, yo te debo mucho más de lo que tú me podrás deber en toda tu eternidad. Eres mi vida, de principio a fin. Literalmente has hecho que todo tenga sentido al fin. No sabría seguir sin ti.

El hombre contempló con amor y sinceridad mi rostro durante unos segundos, deteniéndose en su tarea, para después besarme con cariño e intensidad antes de proseguir, y concluir.

Al cabo de una hora aproximadamente, cuando al fin todo había vuelto a la calma y nos encontrábamos en el sofá, el móvil de Carlisle sonó. Era uno de sus hijos informándole de que todo había salido bien, y que los Vulturi ordenaban que nos reuniésemos en su castillo. Así pues, los dos nos encaminamos en su coche hacia dicho lugar, sin sospechar nada de lo que nos esperaba allí.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora