Luz en el túnel

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Kageyama Tobio era un amante del voleibol, más bien, vivía de aquel deporte en todos los sentidos. Un prodigo para muchos y un rey egoísta para los que lo conocían en aquel entonces. Pero, él no se ponía ninguna etiqueta, él solamente quería sentir sus dedos picar cada vez que realizaba una colación para el rematador.

Su infancia fue feliz cuando él abuelo aún seguía a su lado, marcando su paso para el futuro prometedor que se le avecinaba a Tobio. Le agradecía a ese hombre todo, le agradecía que le mostrara aquel deporte que lo hacía soñar, le agradecía que le enseñara aquello que sería su primer amor para siempre. Pero toda aquella penumbra color rosa se derrumbo tan solo en unos segundos cuando su abuelo lo dejo en medio de la nada, en medio de una crisis que tardó años en superarse.

Miraba el cajón serio, sin ninguna emoción visible ante las miradas de los demás en aquella sala. Solamente su hermana mayor lo vio llorando como si su vida dependiera de ello, pero hay en más, nadie lo vio derramar una lágrima. Algo en él se había ido ese día con la persona que le enseñó aquello tan bello, algo en él se había ido ese día con la persona que le presentó su nuevo paraíso.

Ese algo nunca lo recuperó y quizás algún día sentiría que estaba completo nuevamente. Pero, durante los largos años de su pre-adolescencia repelia todo, lo alejaba y se encerraba en si mismo,  hasta que otra persona llegó nuevamente a alumbrar su futuro camino ante el voleibol, ese alguien era nada más y nada menos que: Oikawa Tooru.

Kageyama sabia que no lo odiaba, pero, el castaño lo alejaba de él siempre. Rechazaba enseñarle a jugar y eso a veces le dolía al pelinegro aunque no le demostrará siempre. Hajime Iwaizumi si fue de ayuda y algunas veces lograba convencer a su egocéntrico e idiota amigo para que le ayudara al menor.

Aún recuerda lejanamente cuando el chico que tanto admiraba lo intentó golpear mientras pasaba por una crisis de pánico tremenda, casi logra desencajarle la mandíbula pero, Hajime llego justo a detener al muchacho mayor de un error que quizás le arruinaría toda la vida.

El tiempo pasó y ese senpai ya iba en preparatoria. Kageyama no mejoraba emocionalmente al pasar el tiempo y sus compañeros de equipo pagaban el precio de sus rudos sentimientos. Cada vez estaba más solo en la vida y las luces que alguna vez divisó al final del túnel iban desapareciendo poco a poco, hasta convertirse en una oscuridad total.

El rey, ¿él rey de qué? Se preguntaba a si mismo cuando lo llamaban por aquel extraño apodó. Sus compañeros ya no lo querían y muchas veces miraba hacia atrás, dándose cuenta que ninguno lo seguía para rematar sus pases incomprensibles para el jugador.

— Kageyama ven a la banca por favor— el entrenador al decir esas palabras quebró otro trozo del dolido muchacho.

Digamos que sus compañeros hicieron la gran mierda, al igual que ese señor que tenía de entrenador. Él estaba consciente de que la había cagado, pero, abandonarlo a la deriva sin entablar diálogos concretos había dolido y se sentía una basura.

No logró entrar a Aoba Johsai por recomendación y Shiratorizawa le arruinó las neuronas con aquella complicada prueba de aceptación al prestigioso instituto. Su tercera opción se acercó con seguridad a él y cuando escuchó que el viejo entrenador Ukai había vuelto, sin pensarlo dos veces se fue a Karasuno.

Para muchos fue una mala opción para aquel diamante casi pulido, pero para él fue la mejor arrinconada en la vida que le había puesto el destino ante sus ojos. Quizás al principio no empezó de la mejor manera, pero este punto solo quería jugar, solo quería pertenecer al equipo.

Después de todo, al final de aquel amargo y sombrío túnel que fue su vida, pudo divisar nuevamente dos luces increíblemente potentes, como dos soles posicionándose al final del oscuro caminó. El primer sol era energía pura, era felicidad, era amistad, era Hinata Shoyo con su enorme sonrisa. El segundo sol era un poco más apagado, pero seguía dando una imponente luz, una luz llena de seguridad, llena de amor, llena de compresión, Era Nezuko Saeko esperándolo con los brazos abiertos para darle un abrazo.

Sí, quizás aún abría oscuridad durante su vida y no lo iba a negar. Pero ahora no caminaria a ciegas, no caminaria solo, ahora estaría acompañado para toda la eternidad.





















N/A: No se si logre captar toda la escencia ya que se que dolió más el pasado de Tobio pero hice lo que pude en pocas palabras.

Más que nada, quise remarcar la gratificante aparición de Hinata y Nezuko en la vida de Kageyama, espero haberlo logrado Jijiji.

Cuídense y no olviden recomendar y votar por esta historia, así puedo traerle más contenido lleno de motivación.

Les amoooo🧚‍♀️❣😘

In Solitary // Kageyama Tobio [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora