Capítulo 11

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—Sucedió que... Tú sabes que aún yo estaba dolido por Mery y decidí alejarme —pronunció —. Y... —lo interrumpí.

—Lo que sucede Jeremy es que tú no me habías contado la verdad. Susan me confesó algo que tú cómo mi amigo ni siquiera quisiste contarme —le reproché —. Tú y Mery eran novios, lo sé todo.

Jeremy bajó la cabeza sin decir nada.

—Es que no te lo dije porque no quería que lo supieras —me respondió.

—¿Y por qué no querías que yo lo supiera? —espeté.

—Porque sabía que yo te gustaba —me respondió.

Lo miré con una mirada desafiante.

—Eso es mentira —me negué a creerle —. ¿Quién rayos podría haberte dicho eso? No me tomes el pelo por favor.

—No te miento lo juro, tus abuelos me lo habían dicho — comentó.

Me quedé estupefacta. De verdad mis abuelos se habían atrevido a confesar eso.

—¿Mis abuelos? ¿Te dijeron eso? —cuestioné incrédula.

—Sí Juliet —afirmó —. ¿Por qué crees que estoy aquí?

—Supongamos que digas la verdad —pausé—. Termina de hablar.

—Me marché hacia aquí —rodó su cara para mirarme —. Todos esos meses de mi ausencia estuve aquí —silenció por unos segundos —. Justo en esta casa, mi tía Martha murió justo el día que yo vine y tus abuelos me acogieron aquí para que no estuviera solo, ellos me llevaron a un buen terapista el cual me ayudó a superar los problemas que tenía, en mi casa todo se volvió un caos, no soporté más las peleas de mis padres, añadiendo el desprecio de Mery, su matrimonio, pero gracias al especialista me pude componer rápidamente, también le agradezco de todo corazón a tus abuelos.

—Pero tú hace poco me llamaste en España —mencioné algo confundida —. ¿Cómo es qué llegaste aquí tan rápido? —cuestioné —. Ah de seguro mis abuelos te habían dicho.

—Pues sí —confirmó —. Al ver que tú no me cogías las llamadas decidí venir aquí y darte la sorpresa.

—Y mis abuelos ahora de Celestina —añadí —  Siento la muerte de tú tía.

Asintió.

—¿Qué ha sido de ti en estos meses? —preguntó.

—E... pausé —. La he pasado bien, tú sabes.

—Vamos a pasear ¿Qué dices? —griñó un ojo.

Lo miré una vez más, hasta que me convencí de hacerlo.

—Vamos, voy a cambiarme de ropa.

Ese día paseamos por Ginebra en el BMW de mi abuelo. Jeremy iba muy emocionado, pude notar que de verdad esas terapias les habían hecho muy bien.

Él tenía una nueva personalidad y forma de ver la vida que me sorprendía.

«Por fin pudo ver la luz»

Aveces lo quería matar porque emitía cosas extrañas que me molestaban pero lo ignoraba. Había olvidado mi móvil lo recordé cuando pasé por una plaza.

—Que dirá Alexis de mí  Me he olvidado completamente de él, tengo que llamarlo —pensé.

Dejé a Jeremy sentado comiéndose una hamburguesa mientras me trasladaba hacia un teléfono público con la excusa de que iría al baño. Marqué rápidamente el número de Alexis  ansiosa y a la vez nerviosa porque no sabía cuál sería su respuesta por no llamarle el día que había llegado, ni siquiera yo había encendido mi móvil.

—Bueno —respondió.

—Alexis soy Juliet excúsame por no haberte llamado antes es que no había encendido el móvil —contesté.

—Pensé que se había derrumbado el avión.

—¿Cómo haz estado?

—Bien ¿Y tú?

—Bien, justo recorro Ginebra en este momento.

—Disfrútalo.

—Dime la verdad ¿estás enojado?

—¿Tú que crees Juliet?

—Bueno... No sé... Supongo.

—¿Supones?

—E... ¿Qué haces?

—Trabajando.

—No te quito mucho tú tiempo, te llamaré más tarde.

—Lo espero.

Colgó, yo hice lo mismo. Retorné de nuevo a donde estaba Jeremy, desde que lo visualicé pude ver que él tenía otra hamburguesa.

—Vaya que hambre tiene, así como es de glotón que come y come así mismo es en la cama —murmuré.

Recordé que tuve sexo con él y por eso me sentía fatigada. Jeremy era muy fogozo y le gustaba el sexo de a duro, salvaje, profundo y de vez en cuando cambiaba a un tono dulce y cariñoso. En cambio Alexis era dulce y tierno me trataba con mucha ternura en la cama pero aveces hace falta un cambio de velocidad. Cosa que le exigía y él hacía lo que yo le pedía.

—Glotón —le dije irónicamente.

—Sino te comes tú hamburguesa pues tendré que proseguir a comerme la tuya —me advirtió.

—No, claro que no, no te dejaré — tomé mi hamburguesa para comérmela.

—Suiza me inspira para comer, en España no como tanto —me confesó.

—Por eso tienes más relleno en tu abdomen —comenté —. ¿No te acuerdas que Susan, tú y yo tenemos un asunto pendiente?

—¿Cuál? —preguntó sin recordar que planearíamos un viaje a Puerto Rico.

—De que iríamos a mi país —le recordé.

—Ahhhh... Sí, verdad —recordó —. ¿Y Susan qué ha sido de ella?

—Ella está bien a su bebé le puso como nombre Natsh, no me agrada para nada ese nombre —le respondí.

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