Capítulo 8 |Editado|

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El miedo me consumía. No lo decía solo por las extrañas criaturas y todo esos secretos del mundo de los deshabitados. Tenía miedo de la muerte, claro que ahora sabía que había algo después de esta, pero seguía siendo algo incierto. Aún parecía una pesadilla, de la cual no podría despertar ni ahora, ni jamás.

No me levanté de mi cama durante toda la semana, no fuí a la universidad, tuve que quedar con una amiga para que me pasara la materia, ya que venían las finales. Mi madre pensó que estaba entrando en un cuadro depresivo, ya que tenía todo para creerlo. Dejé de maquillarme, con suerte lograba salir de la cama para bañarme, apenas comía, me pasaba todo el día durmiendo, pero por las noches no podía decir lo mismo, solía quedarme despierta por miedo a que apareciera uno de ellos. En fin, mi madre decidió llevarme, a mitad de semana, al psicólogo, quien le dijo que no tenía depresión, si no que podía ser el caso de que estuviera pasando por un trauma personal o estrés. De vuelta a casa, mi madre me atormentó de preguntas sobre si me había pasado algo en la universidad o si había tenido algún problema de vuelta a casa, ya creía que me habían asaltado o cosas peores.

El sábado tuve que salir de mi cama para que no pensara malas cosas y me llevara de vuelta al psicólogo o esta vez al psiquiatra. Llamé a Miles quien ignoraba todas mis llamadas o no contestaba los mensajes. Así que llamé a Cordelia que había estado al tanto de la situación.

- ¿Como estás? -anunció en el momento en que entraba a mi casa, yo estaba en uno de los sillones del living, mientras la veía acercarse.

- Lo mejor que se puede estar.

Ella ya sabía lo de Miles y también lo que sucedía en el Mondo Morto, pero prefería mantener distancia y no tomar partido, para que no me incomodara al momento de responder sus preguntas.

- ¿Nada sobre Caden? -preuntó al tiempo en que negaba con la cabeza.

Tampoco había sabido algo de Caden, a veces me entraban las ganas de correr hacia el bosque en busca de él para saber si había sobrevivido al encuentro con el Scrot, pero me acordaba de que no era el único deshabitado que existía.

Luego de un rato sin hablar y de haber estado viendo películas, alguien llamó a la puerta.

- Yo voy -dijo Lia mientras tomaba su cartera y habría la puerta-. Lo siento, yo le avise -se dirigía a mí, pero como respuesta obtuvo una mirada de duda.

Sin despedirse, mi amiga salió de la casa cerrando la puerta, mientras que en su lugar dejaba a un demacrado y cansado Miles.

- Miles -susurré en el momento en que me levantaba del sofá y corría a sus brazos extendidos.

Él llevaba una camiseta azul y sus jeans negros. Tenía su pelo rubio desordenado, al igual que todo en él. Yo en cambio, llevaba un buzo gris con una polera blanca de tirantes. Recogí mi pelo blanco violeta en una cola desastrosa.

Comencé a llorar, pero de felicidad, lo extrañaba muchísimo y no era capaz de soportar el haberlo apartado. Me agarró fuerte en el momento en que me derrumbé en sus brazos y empezó a acariciara mi espalda.

- Oh, gracias por venir -dijo una voz detrás de mí que provenía de la cocina-. No la veía tan fuerte desde algunos días -dijo mi mamá en forma de saludo-. Estaré en patio por si me necesitan -finalizó al darse cuenta de que no lo soltaría.

No me sentía fuerte, me sentía todo lo opuesto, estaba débil, no me podía mi propio peso, pero si me sentía feliz por su compañía.

-Miles -dije separandó mi cara de su hombro para solo quedar a unos centímetros de su cara-. Siento muchísimo lo de la otra vez...

- No importa -me interrumpió mientras acariciaba mi pómulo con la mano que no me rodeaba.

-No, es importante, tú me dijiste...

- Dije muchas cosas en el momento inoportuno -me volvió a interrumpir-. Lo siento por no responder a tus llamadas, no creí que me necesitases.

Él solo era capaz de sonreír, no quería generar más problemas de los que había. Lentamente fue acercando su cabeza para besarme y lo hizo al darse cuenta de que no pondría resistencía.

Su boca encajaba perfectamente con la mía o eso creía, pues para mí era simplemente perfecto. Había dudado sobre muchas cosas, pero estaba segura algo.

- Claro que te necesito -susurré contra sus labios, lo que lo hizo sonreir esta vez contra los mios.

Teníamos una gran historia que había partido desde hace tiempo, y no la perdería por este tema de los deshabitados, Amy o Caden, los ayudaría, pero no dejaré que me provoque más problemas. Sentí como sus musculos se relajaban. Levantó la cabeza, se veía cansado, pero no dejo que eso lo afectase, sus manos rodeaban con fuerzas mi cintura, para no dejarme caer, ahora me odiaba por no haber comido.

- Podríamos intentar algo -me susurró al oído.

No quise contestar, no sabía bien la que diría, solo asentí con la cabeza y lo besé.

Esta vez fue corto, ya que me retiré, me recordé de algo que había tenido en mente todo este rato. Tenía algo importante que decirle.

- Miles, necesito hablarte sobre lo que pasó allá...

- Cordelia me contó, pero no te enojes con ella solo buscaba hacer lo mejor -me interrumpió.

Algo me decía que ella ya se lo había contado. No me molestaba que lo hubiera hecho, era mejor para mí me quitaba un peso de encima no tener que volver a contar la historia.

- Vamos -dije señalando hacia la escalera en dirección a mi cuarto.

- No creo que sea una buena idea -mencionó y lo miré algo confundida-. Tu mamá está aquí, no creo que quieras subir a tu cuarto y... -me sonrió.

- Oh muérete -dije poniéndome roja-. No es eso.

Lo arrastré escalera arriba, apartando el comentario que acaba de hacerme. Tenía que contarle sobre algo que había averiguado en estos días mientras me la pasaba en mi cama, me había enterado de cosas sobre los deshabitados. Ya arriba, abrí mi puerta y retuve el impulso a gritar, al ver a alguien parado al frente mío en mi pieza. Sus brazos se teñían escarlata, debido a la sangre, tenía su pelo blanco revuelto, se podía ver el dolor correr por su cara, tenía los labios entreabiertos y me miraba fijamente con sus hermosos ojos grises. No aguantó ni un segundo más parado y se derrumbó de rodillas contra el suelo.

Solté la mano de Miles, quien quedó petrificado por el asombro. Corrí donde él se desplomó y dude sobre tocarlo, pero con él si podía mantener contacto, así que sostuve sus brazos con sangre mientras perdía el control.

- Caden -le susurré en el momento en que levantaba la cabeza y me miraba a los ojo-. ¿Qué te pasó?

- Venía... -comenzó a toser-. A buscarte, para que... Nos fuéramos -No pudo terminar y se desplomó en el suelo.

Por un momento pensé que moriría en mis brazos, aunque no estaba segura de que pudiera, ya que estaba muerto, a lo mejor solo quedaría inconsciente. Busqué su pulso, pero este era débil.

- ¡¿Que puedo hacer?! -le grité esperando que me respondiera.

Tosió y sin abrir los ojos susurró.

- Llévame... donde Zoella -dijo en un hilo de voz, no sabía como haría semejante cosa, pero siguió-. Toma mi mano y despeja tu mente -se atragantó-. Piensa en lo oscuro, en los muertos y luego en un lugar...

Y ya no se movió más.

Me volteé hacia Miles quien asintió levemente con la cabeza. Estaba desesperada, no sabía si llorar o gritar. Pero si sabía algo. Cerré los ojos y pensé en los deshabitados, en su ciudad, en la oscuridad y temor que esta producía en mí. Tomé las manos de Caden con delicadeza. Pensé en el accidente de él y Amy, me imaginé en el bosque, en el callejón y por último, en la casa de Zoella.

DeshabitadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora