Make it happen

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Apoyó las manos alrededor de la taza de cerámica y dejó que el líquido caliente apenas lograra tener un efecto en sus dedos fríos, le dió una rápida mirada a la copa de cristal vacía con algunas manchas de crema batida y la devolvió al libro que estaba tratando de entender pero no tuvo mucho éxito porque ese día había mucha gente y el ruido que salía de todas las mesas lo tenían algo desesperado, las letras impresas en aquella novela de misterio ya no tenían sentido y su mente lleva las frases a ningún lado porque rápidamente perdía el hilo de la trama, no sabía como es que los adultos en el tren de regreso a casa podían enfocarse en su lectura.

La intriga del libro de doscientas páginas que tenía frente suyo desapareció rápidamente.

Pidió otra gelatina de café, claro que aún tenía varias cosas que hacer al llegar a su departamento según su horario cotidiano pero alargar su tiempo libre no debía ser el fin del mundo. A Saiki se le iluminaron los ojos cuando la tercera ronda de aquella exquisitez hizo un sonido seco cuando la colocaron sobre la mesa de madera, agradeció a la mesera y tomó la cuchara con habilidad para después engullir el pedazo de sustancia blanda con un envidiable placer. Pegó la tapa gruesa a las hojas del libro, cerrandolo y guardandolo en su mochila aún con el cubierto atrapado entre sus labios como si quisiera prestarle toda su atención a un objeto inanimado y comestible como si aún tuviera diez años en vez de diecinueve.

Empezó a vivir solo cuando inició su primer semestre en la universidad y al sentirse preparado para alejarse de su vida como un adolescente distraído no le quedó más que buscar un lugar donde vivir, la zona de departamentos más tranquila que pudiera encontrar o lo que sus bolsillos estaban dispuestos a pagar. Kurumi le ayudó a encontrar un condominio cerca de sus clases y al ser perfecto para seguir con su rutina diaria no titubeó demasiado al comprarlo, sin embargo, su madre lo va a visitar las veces que puede para cerciorarse de que coma y duerma bien a pesar de que nunca tuvo problemas para realizar de manera correcta sus necesidades básicas. Aún así no le negaba la entrada y menos cuando compraba proviciones de gelatinas de café por toda una semana si solo comía dos envases, incluso se había vuelto algo cercano con su madre después de unos años y su padre apenas se paraba tras su puerta para conversar o ir a almorzar pero no despreciaba su visita.

Estaba bien con eso y aunque al principio le dió igual diciéndoles que hicieran lo que quisieran, ahora hay un cambio en sus emociones aún cuando ya estaba pronto a graduarse.

Le dió una tercera cucharada al postre y el viento de otoño tras el gran ventanal le pareció más fuerte que hace unos minutos atrás, las hojas secas volaban por el aire y rozaron el pavimento de la acera en una dulce caricia. Saiki imaginó que sería curioso moverlas por su propia cuenta como si fuera un tipo de persona poderosa. Se sobresalta cuando la chica que lo atendió volvió a aparecer a un costado de su asiento y su voz aguda no ayudó mucho, con la única diferencia de que ahora tenía entre las manos un empaque desechable transparente y se veía claramente una rebanada de pastel ahí dentro.

Saiki no entendió y su expresión confundida alertó a la muchacha.

- Disculpa, no me permitieron decir de quién viene, pero, este pastel es para ti - dejó el bizcocho a un lado del traste transparente y se retiró a los pocos minutos

- Ah, si, gracias.

Contestó desinteresado a un tono de voz medianamente alto para que lo escuchara en su camino hacia algún otro lado del local y sin ninguna pizca de consideración alejó el objeto hacia el otro costado de la mesa como si este tuviera cucarachas esparcidas alrededor, las fresas encima y el relleno de chocolate parecieron tener mente propia porque de algún modo se veían tristes y desamparadas en el rincón. Pero Saiki prefirió deleitarse con su gelatina, no quería tocarlo porque estaría aceptando los sentimientos que contenía aquel pan con crema dulce y eso dejaba de ser maravilloso para su nulo sentido del amor.

Pastel de chocolate y otras algarabías;; SaiKaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora