Capítulo 34

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Nydia

Cohibida era demasiado poco para expresar cómo me sentía. Todas las personas de la sala me miraban como si fuera un ratón que zamparse. Había gatos, lobos y pájaros allí dentro. A todos les encantaría comerse a alguien como yo. O eso gritaban aquellos ojos intensos y penetrantes que me seguían a cada paso que daba.

—Voy a hacer las presentaciones. Estos son Kendal y su hermana Kebal, Niell, Arastu, Protea y Arcángel. A Nomi ya la conocéis todos.

Mis pies me acercaron tanto como fue posible a Rigel, porque a su lado me sentía segura, pero aquel escrutinio de mi persona por parte de los nuevos hizo que me detuviera junto a Nomi. No sé, quizás pensé, que si alguno se lanzaba sobre mi cuello, era mejor tener a un médico cerca ¿verdad?

La verdad es que era un grupo muy variopinto. Algunos tenían las mismas características morfológicas que Rigel o Rise, por eso di por sentado que eran de la misma especie; lobos o felinos. Luego estaba aquella... Espero que fuese chica, porque Protea me sonaba a femenino, y su aspecto me inclinaba a pensarlo. Su piel era blanca como la leche, al menos la de la tierra, contrastando con sus ojos oscuros, diría que negros. Pero lo que llamaba la atención, era su pelo, de un azul intenso, profundo, como el del cobalto. Y, o se teñían el pelo de colores raros también por estas esquinas de la galaxia, o era natural, como decían sus pestañas y cejas. Era como una figurita de porcelana cuidadamente pintada, pero con una mirada agresiva que no parecía encajar con el resto de su imagen. No tengo ni idea de qué raza de humano sería ella ¿azul?

Y luego estaba el ángel, sí, como lo oyen, con aquellas dos enormes alas a su espalda, que sobresalían por encima de sus hombros como dos señales luminosas. Era igual a como los representaban en las pinturas, o al menos ese me parecía desde aquella perspectiva. Lo único que no encajaba con aquella imagen de ser celestial hermoso y poderoso, era la enorme cicatriz que atravesaba su cara en uno de sus lados, y que parecía la consecuencia de que ahora uno de sus ojos fuese diferente, creo que blanco, ¿vería por él? Por la forma en que lo posaba sobre mí yo diría que sí. Y sus alas, una blanca de plumas suaves y perfectas, y la otra negra como el ónix, con esos mismos reflejos brillantes. Ahora que lo pensaba, era como si representase esa dualidad de todo ser, media parte hermosa y pura, perfecta, y la otra mitad deformada, oscura...

—¿Y qué trae a una princesa azul a una sucia estación minera? —Aquel... gato de pelo gris a parchazos me miraba con aquellos ojos intensos como los de Rigel, de una irreal verde, perfilado en negro por sus párpados.

—Ella no es una azul pura, así que no es una princesa. —Como suponía, la voz de Protea salió demasiado punzante, casi que sentí como me cortaba con ella. El gato gris no se molestó porque ella lo hubiese corregido.

—Es una postulante a la corona, y nuestra misión es ayudarla a conseguirla. —No hacía falta ser demasiado perceptivo para notar como la mayoría no se sentía cómodos con ello. Supuse que sería porque militares y políticos son los extremos opuestos de la misma cuerda, ambos tirando en direcciones contrarias, pero en la misma línea.

—No tengo ni idea de como has sobrevivido a la purga de Essus Olisse, pero necesitarás mucho más que un grupo de 9 personas para conseguir arrebatarle el trono. Ni siquiera un ejército entero lo conseguiría. — La voz de Protea adquirió un cariz más afilado, como si hablar sobre ese tema sacase algo dañino de su interior.

—La Cámara de Representantes ha sido convocada para dentro de 4 días, solo tenemos que presentar a una postulante con todos los requisitos para ostentar la corona azul en el Alto Consejo. En cuanto su candidatura sea aceptada, el poner la corona en su cabeza será solo un mero trámite. —Si Silas decía que era así, tendría que creerle. Protea lo miró de forma afilada, como si ese detalle no lo hubiese tenido en cuenta.

—Pretendes derribar el castillo desde la torre más alta hacia abajo. —interpretó Protea.

—Se han hecho muchos intentos por derrocar políticamente a Essus, la Cámara de Representantes lleva más de dos siglos intentando encontrar una manera de sacarle del juego. Y si no me equivoco, se dictaron algunas leyes que abrirían las puertas al Alto Consejo de cualquier posible heredero al trono azul. Solo tiene que ser ratificado por la Cámara de Representantes, para que su nombramiento sea legalmente oficial. Cuando tome posesión del trono azul, podrá ejercer su poder para destituir a Essus de forma inmediata. Es más, en el mismo instante en que se siente en el trono del Alto Consejo, la Cámara de Representantes podrá levantar la excepción que se aplicó a su pena de muerte por los delitos que cometió. Con otro heredero al trono, Essus Olisse puede desaparecer sin que se produzca un vacío de poder en Maät. —Silas parecía tener un vasto conocimiento político.

—Sacaron a Essus Olisse de la ecuación. Saltándose el proceso de asignación de heredero por parte de la corona, se aseguraron de que ese asesino no acabe con la competencia de la misma manera que ha hecho hasta ahora. —Vale, esa parte me gustaba, aunque no quería decir que el tal Essus desistiera en su empeño de quitarme de en medio. Tan solo lo alejaba de mi camino, de momento.

—Vale, entonces ¿qué tenemos que hacer para que la Cámara la ratifique? Aquí el prelado parece que tiene todo el tema político cubierto. —¿Silas era sacerdote? No entendía nada ni de política, ni de religión, ni de los vínculos que había entre ellos. Estaba claro de que le necesitaba más de lo que pensaba. Kebal había dejado claro algo que todos se estarían preguntando. Si la parte de ratificación por parte de la Cámara de Representantes estaba asegurada, ¿para qué los necesitábamos? Por lo poco que había entendido hasta el momento, necesitaba que me bendijeran con una de esas piedras brillantes, concretamente con una azul.

—Hay otro candidato. —Aquello les sorprendió.

—¿Otro? Casi todo un ciclo de búsqueda, ¿y aparecen dos postulantes justo en la víspera de cambio de regentes? —Kebal se cruzó de brazos mientras negaba con la cabeza incrédula.

—Así que nos necesitas para hacer que esta postulante quede por encima del otro. —¿Ese era Niell? ¿o era Arastu? Bastante tenía con recordar sus nombres como para saber quién era quién.

—La línea de sangre de Nydia es más antigua que la de Essus, ninguno de sus herederos podría ocupar el trono en el Alto Consejo, al menos... —Protea no dejó que Silas terminara su frase.

—¿Al menos qué?

—Para poder ocupar el trono en el Alto Consejo hay un requisito imprescindible.

—Que el rey elegido esté bendecido y que su piedra no esté infectada por la peste negra. —Las palabras de Rigel parecieron sacar a flote algún dolor de su interior. ¿Eso era lo que les había ocurrido? ¿Los habían sacado del Alto Consejo porque sus piedras ya no eran rojas? Por eso el color rojo no estaba representado como me dijo Silas. Faltaban dos representantes, dos colores, el rojo por apestados, el azul por asesino.

—Hay que llevar a Nydia al kupai azul para que sea bendecida. —Los ojos de Rise estaban sobre mí cuando dijo eso, como si solo le importase yo, no lo que los otros pensaran sobre esa tarea.

—Estupendo, esto mejora por momentos. — Me rindo, no sé quién dijo eso con tono cínico; Neill, Arastu... De lo único que estaba segura era de que no era del ángel, Arcángel le llamó Rigel, sí, le pegaba. Como decía, estaba segura que no era él, porque parecía como si observara ajeno a todo, como si él no estuviese incluido en el grupo. Me niego a creer que no tuviese algo que decir. ¿Podría ser que su herida había tocado alguna de sus cuerdas vocales que le impidiese hablar? ¿Sería muy descarado si me movía hacia el otro lado para ver si la cicatriz descendía por su cuello?

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora