Días después de aquella primera vez con Bordat, me toco conocer a mi primer cliente, él había decido que el servicio debía realizarse en su departamento, Bordat me dio ropa y una lencería muy sensual, que debía lucir en el encuentro.
Me llevo en su coche, llegamos a una residencia muy elegante al norte de Madrid, él me había quitado la cadena y me advirtió que llevaba consigo un arma de fuego por si me daba por escaparme, que la usaría si era de ser necesario y conociendo su frialdad sabía que hablaba en serio. Decidí no hacer nada estúpido y seguir sus órdenes, subimos en el ascensor hasta el piso correcto, toco una puerta y me dejo allí, diciéndome que esperaría afuera unas dos horas.
La puerta se abrió y entre, el cliente era el joven falsificador. Me sorprendí, el joven no pareciera necesitar contratar ese tipo de servicios, sin embargo, lo había hecho.
-hola Laura.
-hola, que mal que tu si sepas mi verdadero nombre. –le dije irónicamente.
-eso es confidencial, nadie más sabrá que te llamas así.
-bueno, creo que vine a tengas sexo conmigo, para eso pagaste.
-claro, pero vamos con calma, pague dos horas.
- ¿qué quieres hacer entonces?
-primero te tomare unas fotografías, desnuda.
-ok.
Bordat me había enfatizado muchas veces que a los clientes se les ocurría hacer cosas extrañas y que debía acceder, ya que pagaban para hacer conmigo lo que estuviera a sus antojos. El joven falsificador tenía unos veintiocho años, en la sala de su apartamento, había un gran estudio, con muchas luces y una cama en el medio. Allí me dijo que me quitara la ropa y me hiso posar para el desnuda, me hizo cientos de fotos, seguramente para su colección personal de prostitutas.
Un rato después me dijo que me colocara la lencería que había pedido que usara y con ella puesta, me tomo unas fotos más. Luego de las fotos sirvió unas copas de vino y me dijo que normalmente no contrataba prostitutas, que prefería salir con chicas normales, pero que yo le había parecido muy atractiva desde el día que me hizo las fotos para los papeles falsos.
Hablamos un poco, me conto que se dedicaba a falsificar documentos, que había hecho trabajos para todo tipo de personas, me dijo que se llamaba Malih y que era de origen marroquí, me llevo a su baño donde tenía un bonito jacuzzi, allí se desvistió y follamos. Empecé a entender que el procedimiento siempre era el mismo, besos, estimulación y penetración hasta llegar al orgasmo. Malih sabia tratarme, me penetro en diferentes posiciones hasta que estuvo satisfecho y termino.
Al rato me vestí, salí del apartamento y afuera me estaba esperando Bordat, me pregunto si todo estaba en orden, le dije que sí y nos fuimos.
Ese día comprendí que la prostitución seguramente era el trabajo más fácil del mundo, como decía Marta, era cuestión de abrir las piernas un rato y ya.
Dos días después volvieron a solicitar mis servicios, esta vez el cliente iba a la casa de Bordat, el entro primero y me dio las instrucciones, me entrego una lencería color rojo y una crema chantilly en lata. Se fue y cinco minutos después entro a la habitación un hombre
alto y rubio, que me hablo en inglés. Se sentó en el sofá a observarme primero y me pidió que me masturbara, yo seguí su orden y comencé a tocarme con mis dedos. Ese día descubrí que encontraba satisfacción haciéndolo, por unos minutos imagine que me encontraba sola en la habitación y disfrute de mi autosatisfacción.
El cliente comenzó a hacer lo mismo, se abrió sus pantalones y empezó a masturbarse. Luego de unos minutos se levantó, me pidió la lata de crema y me impregno en los pezones, y en mi vagina. Luego me lamia los pezones y me los chupaba, eso me excito mucho. Poco a poco bajo hasta mi vagina y allí también lamia y chupaba. Luego me pidió ponerme en cuatro y en esa posición me penetro con fuerza, me sujetaba el cabello y me halaba hacia atrás, era violento, pero no como para lastimarme. El hombre lo hacía sin maltratarme, luego de un rato penetrándome finalmente termino y se fue.
Poco a poco iba descubriendo que cada cliente era muy distinto, con gustos opuestos entre sí, la mayoría solo querían un rato de penetración hasta eyacular, algunos eran exigentes y querían vivir una experiencia como se ven en las películas para adultos, otros tenían manías extrañas. Había de los que les gustaba usar algo para untar, otros quienes me pedían colocarme disfraces que ellos mismos llevaban. Unos eran delicados y amables, otros agresivos y maltratadores, aficionados del sexo violento y los golpes.
A veces me dejaban con hematomas en las nalgas y en el cuello, esas veces no me agradaba nada el sexo, eso no era sexo, aquellas veces la satisfacción era única y exclusiva del cliente, yo no disfrutaba. Afortunadamente la mayoría de los clientes no eran así. La mayoría eran educados, porque quieren ser complacidos y también quieren tener la sensación de que complacen, aunque estén pagando.
Con el tiempo empecé a aprender aquellas cosas que le gustaban a la mayoría, el escuchar gemidos, por ejemplo, es algo que les gusta a todos los hombres, sienten que no solo están disfrutando ellos, también sienten que están dando placer. A veces había quienes me hacían gemir auténticamente, en verdad los disfrutaba, y había quienes no, entonces aprendí a fingir. Descubrí que los gemidos bien hecho hacían perder el control de ellos muchas veces y eyaculaban más rápido. Mi trabajo se hacía más corto, porque la mayoría de los hombres quedan exhaustos luego de eyacular.
El tiempo me enseñaba, iba aprendiendo y lo usaba a mi favor, como cualquier persona en cualquier trabajo, con el tiempo descubre los trucos, los atajos para facilitarlo todo. Cuando los clientes bebían, yo les seguía el juego y también bebía, pero los obligaba a beber más a ellos, algunos se emborrachaban rápido y se quedaban dormidos sin si quiera completar el acto del sexo. Aprendí a dominar la situación en la mayoría de las veces, al menos que el cliente fuera un bastardo violento.
Con el tiempo me convertí en la consentida de Bordat, era su puta preferida, de vez en cuando teníamos sexo, a veces él y yo solos, y otras veces hacíamos tríos con Marta, eso me gustaba mucho, disfrutaba ser penetrada mientras besaba a Marta.
Dos años después Bordat nos dejó vivir en un apartamento a Marta y a mi solas, le habíamos generado mucho dinero y aunque trabajáramos para el de manera obligada, nos compenso dándonos cierto aire de libertad, ya las llamadas los clientes las hacían directamente a nuestro móvil, el seguía nuestros movimientos, la condición era seguir trabajando para él, si por algún motivo decidíamos huir, había prometido asesinarnos.
Nunca paso por mi mente escapar, me había acostumbrado a aquella vida, hasta que conocí a Lorem.
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EL CÓDIGO ROSA
Ficção Geral"Laure, una joven dama de compañía, que comercia con el placer por horas, ve su vida dar un giro inesperado cuando es contratada por un misterioso cliente para un viaje que durará exactamente 744 horas. Este viaje se convierte en un trayecto de auto...