Los días habían pasado más rápido de lo que creí, y aunque me hubiera gustado que estos hubieran sido tranquilos y buenos, eso no había sido así. Porque, por más que intentaba, mi cabeza no paraba de pensar en Bruno, en Marina y en el muchacho que siempre los acompañaba, ya que, aunque me negara en confesarlo, me daba curiosidad todo aquello.
Tenía tantas ansias de aclarar tantas cosas y la única forma la cual se me ocurría, era encarar a Bruno.
Lo pensé y pensé por mucho tiempo, hasta decidirme que hoy era un buen día para encararlo, sin embargo, trataba de no obsesionarme con aquello. Me sentía nerviosa, sí, pero tenía que aparentar que no, o tenía que dejar de pensar en aquello para poder entender cada una de las teorías de aprendizaje que me explicaba mi maestro.
El maestro hablaba y hablaba y mi desinterés a su plática cada vez era más frecuente mientras me enfocaba en otras situaciones, hasta que, la clase se acabó y salí de esta al instante, caminando por los pasillos de la universidad. Recorriendo cada uno de ellos, teniendo la mirada atenta hasta ubicar a Bruno.
Caminé detrás de él siguiéndolo por la escuela, hasta que este salió de ella, sin embargo, aquello no fue un impedimento para mí y lo seguí mientras él caminaba por la ciudad. Y entre más lo seguía, la duda incrementaba cada vez más en mi cuerpo, temiendo de lo que me pasaría y en si estaba tomando una buena decisión. Pues no podía mandar un mensaje a mis amigos o a mi novio con mi ubicación, porque sería extraño, por otra parte, podía dejar de seguir a Bruno, pero algo dentro de mí me decía que tenía que seguirlo para saber hacia dónde iba, pero a la vez, también tenía miedo.
Pero cuando Bruno se adentró a una calle vacía y tenebrosa para mí, dudé por un instante en seguirlo, pero después me animé y me introduje a ella con mi corazón latiendo con rapidez, hasta que el pelinegro se detuvo dando la vuelta, viéndome fijamente, percatándose que estaba siguiéndolo.
—¿Qué pasa, Celeste? —cuestionó Bruno, acercándose a mí, mirándome extrañado.
Mi boca se secó al instante y lo miré con temor, sin saber que decir.
—Yo...
—Me di cuenta que me seguías desde que sentí tu mirada en la escuela —mencionó con una penetrante y expectante mirada, dejándome helada—. No eres una buena acosadora.
—No te estaba acosado —contesté al instante, a la defensiva.
—Como digas.
—Puedes creer lo que quieras, yo no te acoso —mencioné, cerrando mi boca en una fina línea sin dejar de verlo a los ojos para que este no creyera que le tenía miedo a él.
Sin embargo, Bruno se burló de mí, y me miró sin pestañar a los ojos, retándome. Mostrándose diferente, mostrándose como una persona mala, siendo todo lo contrario al Bruno tierno que solía platicar conmigo en ocasiones.
Tenía miedo, sí. No sabía que me esperaba de estar sola con él, ni sabía lo que me diría cuando le pidiera hablar. Todo era tan incierto y eso me daba escalofríos, pero lo único que me quedaba era... enfrentar el momento.
—Deberías irte a estudiar, que tienes niños que cuidar —dijo dándome una mirada intimidante, refiriéndose a la profesión que estaba tomando. Lo miré fijamente con fastidio, mostrándome molesta y cansada de ese pensamiento tan absurdo.
—Mi carrera no consta en ser niñera.
Le aclaré, tratando de mostrarme un poco más serena, para que no le cumpliera su capricho de mirarme molesta, porque eso era lo que el buscaba al hacerme ese comentario.
—Yo no quise decir eso —aclaró de manera retadora y yo me molesté nuevamente.
—Se entendió eso.
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2 | 𝐸𝓃 𝑒𝓁 𝒶𝒷𝒾𝓈𝓂𝑜 𝒹𝑒𝓁 𝑜𝒸é𝒶𝓃𝑜.
FantasiaEl océano es muy profundo. Tanto, que ningún ser humano sabe exactamente que hay en sus lugares más oscuros. ¿Será probable que haya vida ahí abajo? ¿Especies increíbles, con poderes alucinantes? Quizás, es probable que esa vida tenga un reino y una...