one- shots Usper

Batallas de un futuro pasado

Oh, nunca la veía. Ver a Estados Unidos era como ver a la realeza, tenías que hacer cola, tenías que estar en su lista de "personas importantes que a mí me importan" y si no estabas en esa lista lo más probable era que seas un tercermundista o alguien de habla hispana. Muy pocas personas lograban hablar con ella, si sólo México siendo su vecina a duras penas lograba hablarle no me imaginaba a mí.

Pero bueno, no era como que me estuviese muriendo por hablarle. Claro.
Unos decían que era aún más bella de serca, y yo sólo me preguntaba si sus ojos eran tan azules como decían. Si eran tan profundos que daba miedo terminar perdida en ellos.

Siempre me pregunté qué era lo que ocultaba tras esos lentes, de manera simbólica, claro. Me preguntaba quien habría sido la bienaventurada que le haya podido quitar esos lentes de sol que no hacían más que hacerla lucir más sexi de lo común. Con esa cabellera rubia que le llegaba por la cintura y normalmente se lo amarraba con una coleta. Su polo sin mangas con un gran escote y yean ajustado me abrumaba. Su estilo de ropa era demasiado revelador. Y yo ahora mismo acababa de contestarme las veces que tuvo sexo con un chico, la cual eran muchas considerando que teniamos 20.

Las pocas chicas que habían logrado acostarse con ella decían que ella era algo brusca en la cama, que nunca se dejaba dominar y que arañaba con sus uñas largas siempre pintadas de rojo.

Oh, ella era tan hermosa. Pero cualquiera podía ser hermosa. Hasta yo, chica para nada popular, podía maquillarme y verme hermosa o hasta sexi. Nada del otro mundo.

Recuerdo una vez que, a los 15 años, cuando me había llegado lo que a muchas chicas a su debida edad les llega (la regla, claro) ella fue la única que me socorrió. Tenía muy buenas razones para poder haberme quedado llorando en el baño sola y asustada: Mis hermanas o medias hermanas no habían venido, le tenía miedo a los profesores por más caritativos que se hayan mostrado en todo el año, y no tenía ni idea de qué hacer. Yo ya me había dado la idea de que jamás me llegaría, hasta ese día.

Ella me encontró en el baño mientras se ponía lápiz labial, con las lágrimas. Recuerdo que abrió la puerta del cubículo y tenía el rimel y el delineador de ojos corrido de tanto llorar. Gracias a todos los Dioses ella también estaba con él Andrés y me dio una.

-Esto le pasa a todas, tranquila -me susurraba mientras acaribia mi espalda.

-¿Todas? -pregunté-. Pero parece que a ti no te viene. Cómo eres tan perfecta...

-¿Yo? ¡Ja! Ya quisiera... Es más -me miró con sus ojos siempre vehementes mientras se quitaba sus gafas de sol-, a mí me vino a los once. ¿Te imaginas a mí a los once con esa mierda? ¡Vaya papelón!

Tenía una gran sonrisa imperiosa en su rostro. Esa sonrisa que me hacía sentir que podía con todo y con todos. Y ahora ella tenía una sonrisa imperiosa, sólo que ahora me hacía sentir como si sólo fuese un planeta más orbitando al rededor de ella, sólo un planeta más. Pero creo que yo era Plutón, ni siquiera un planeta.

Por eso y muchas cosas más, creía que no sólo era hermosa o sexi, sino que también era linda. Y déjame decirte que no todos son lindos. Cuando yo la había visto por primera vez tenía la idea preconcebida de que su lindura era innata. Porque para mí ser lindo era algo autóctono de uno mismo.

-Cuidado, ¿okey? No le vayas a decir a nadie de que me vino a los once, por favor -me suplicó, de todas formas no tenía pensando decírselo a alguien.

Pero ahora como que quería gritarlo a los cuatro vientos. Quería decirle a todo el puñetero mundo que Estados Unidos estuvo conmigo en el baño en quinto de secundaria y no tuvo sexo conmigo. Quería hacerle saber a todos que ella no me vio con ojos libidinosos, y nunca lo haría. Para mí era un gran logro. Porque odiaba el sexo.