Mi imaginación suele ir demasiado lejos, pero esta vez, te sentías muy cerca, quizás mucho más de lo que imaginaba, porque de hecho lo estabas... Un día de semana cualquiera, quería sorprenderte, y que te dejaras llevar, llegue más temprano del trabajo, casi siempre llegaba una hora más tarde que tú; así que decidí ir a nuestra habitación, esperarte acostada en la cama.
Estás estresado, solo quieres llegar a casa, quizás ducharte, y esperar que yo llegue para estar juntos, es lo que te alegra al final del día, abres la puerta, todo esta en silencio, asumes que no he llegado a casa, te quitas los zapatos y los dejas en la entrada, cierras la puerta, dejas todo en la mesa de la sala, poco a poco te quitas la camiseta, dejando libre tu torso, tu pecho, tus brazos y tu espalda, cuatro elementos que amo de tu cuerpo, en un brazo llevas la camiseta, con la mano libre te comienzas a desabrochar la correa, abres la puerta de la habitación, la luz esta tenue y rojiza, me ves en la cama solo con las bragas negras que tanto te gustan, te acercas curioso y me miras de pies a cabeza con deseo.
Te hago una señal de que te acerques, vienes a mi, y te termino de quitar la correa, y con voz baja, estando de rodillas en la cama, me acerco a tu oreja y te susurro: « me encantas, y quiero que esta noche, me hagas tuya, soy tu sumisa, déjate llevar », enseguida con tu correa me ato las manos, me acuesto y te espero a que hagas tu primer movimiento.
Te quitas el jean, sueltas la camiseta, y vienes hacia mí lentamente, comienza el juego, me das besos cálidos en mis labios, y como si fuera un camino, besas por una de mis mejillas, bajando luego a mi cuello, que se estira y te deja más espacio, continuas bajando por el centro de mi pecho, o eso parece, te diriges a uno de mis pezones, lo besas, lo humedeces, me miras, aun no estoy tan excitada, pero si comienzo a calentarme, tus manos acarician un poco el final de mi rostro, bajando por mi cuello, y mientras tus labios continúan bajando y besándome el abdomen, tus manos se deslizan entre mis hombros hasta mis pechos, movimientos suaves, delicados, pero con una presión que hacen saber que están presentes, llegas casi a la línea de placer, pero antes de, con tus manos, me abres más las piernas, con una de ellas te ayudas abriendo los labios del placer, y con la otra continuas acariciándome el pezon, comienzas a humedecer los labios, los besas, y luego comienzas a lamer el clitoris, tu lengua está caliente, me comienzo a torcer, quiero acariciar tu cabello o subir tu rostro, intento con mis manos atadas, hacer el movimiento, me miras y te das cuenta, antes de que termine de bajar, con la mano que me acariciabas, me agarras las manos y las vuelves a subir, un acto rudo, certero, e impactante que sube mi tensión.
Te ayudas acariciándome mi parte más sensible mientras utilizas la lengua, estoy a punto de tener mi primer gemido, te detienes, me miras, tu también estás excitado, tengo ganas, tienes ganas, es el momento, tu lengua sube por todo mi cuerpo como el recorrido que hiciste en un comienzo, llegas a mi, tu pene y mi vagina se rosan, se desean, y poco a poco me penetras, entras en mi, tu mano izquierda está sujetando mis manos hacia arriba, tu mano derecha me aprieta un poco el cuello, mientras tu pelvis se mueve hacia al frente y hacia atrás, vas poco a poco, y vas acelerando, aceleras cada vez más, ambos estamos sumamente agitados, excitados, se siente el calor en nuestros cuerpos, finalmente... Suena el despertador, no dormí por estar imaginándote.