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Casey había rezado, implorado y arrodillado para que su prima se levantara y que sus tendencias agresivas estuvieran dormidas y hallarse en un punto dónde el diálogo fuera la única opción. Es increíble cómo ahora el parecía el más tranquilo al lado de la rubia de ojos estridentes, pero no le quedaba de otra; ¿duraría mucho así? No lo sabía, pero quería pensar que sí.

Pero ahora con el tema dónde el quería llegar...

A la hora de ella levantarse, ahí todo empezó a desmadrarse. Sus niveles de impulsividad y belicosidad se elevaron de forma que podían competir con el mismísimo Empire State Building, dejándolo pequeño a su lado. Tigris estaba en una esquina remota del alcantarillado, lanzando hasta sus propios zapatos a las tortugas. Tampoco dejaba que se acercara ni Casey ni tampo April, estando reacia y temerosa de todo y de todos. Gritando una y mil palabras mal sonantes como latidos daba su nervioso y desbocado corazón. Tal vez lo que le estaba dando era un ataque de pánico, que era lo más seguro y parecido. Tampoco la podían culpar, fue una noche chocante dónde ni la misma chica quería creer. Pasó de unas pacíficas y normales vacaciones en Nueva York, a llegar a estar dentro en una película de Quentin Tarantino.

-¡¡Atrás, o prendo fuego esto!!- luego de ese alarido de rabia sacó un mechero de su bolsillo trasero.

-¿De dónde diablos ha sacado un maldito mechero?- entona Raphael.

-No lo sé, pero tampoco es un peligro que lo tenga.- comentó Donatello, siendo obvio que con sólo un mechero se le haría difícil a la joven quemar todo esto.

-¿¡Tigris, qué coño haces con eso!?- gritó iracundo el adulto, contando los segundos que faltaban para que perdiera la calma total.

-¡No te tengo que dar explicaciones, mentiroso!- recriminó Tigris hacia su primo. Estaba cabreada, se sentía engañada. Y no le molaba para nada que fuera Casey el causante.

-Tigris, escúchame, por una vez en tu vida hazlo.- pidió tranquilamente el hombre. Sorpresivamente para todos.

-No, no quiero, y menos ahora.- veía a esas criaturas con recelo. Vio esos caparazones, sus distintivas armas y las bandanas en esos rostros verdes.- ¿Que coño sois ¿Primos lejanos de Nessie el monstruo del lago ness?

-¿Qué me impide lanzarle fuera de la alcantarilla?- habló Raphael, harto de los sobrenombres absurdos y molestos hacia el y sus hermanos. Esta niña acababa con su paciencia, y tenía muchas ganas de que ella recibiera el merecido que el pensaba en esos instante.

-¿Cuantas veces te lo tengo que decir, Raphael? Controla ese temperamento, somos ninjas, no bárbaros.- contestó Leonardo. El estaba igual de cansado de la chica, pero entendía su forma de actuar, en parte. Además de que no le parecía correcto llevar esto de una forma burra en estos momentos.

-Nos está poniendo patas arriba nuestra puñetera casa.- señaló a la rubia, quien se encontraba amenazando a Donatello y Mickey con el mechero, mientras que estos dos se intentaban acercar para tranquilizarla, junto con Casey y April.

-Está en casa desconocida,  y para variar en la de unos mutantes tortugas  y  armados. ¿Tú no te asustarías acaso?- antes de que siguieran contraatacando las dos tortugas, entre sus dos y grandes cuerpos pasó uno más pequeño y peludo. Splinter había decidido llegar a la escena ante el aparente autocontrol de esta.

Todos callaron, hasta la misma Tigris por la impresión de ver aquella rata gigante de nuevo. Aún mantenía su brazo extendido hacia delante, con el dedo apretado en el botón que aún mantenía viva la llama de su mechero; que a saber de dónde lo había sacado. Quitando misterios a parte; mientras el Sensei de aquellas cuatro tortugas se acercaba a la rubia, ella retrocedía aún más,  chocando con una de las paredes. Su brazo daba amagos de querer bajar, aquel miedo e incertidumbre la hacían temblar; pero no daría su brazo a torcer.

"Las Tortugas Ninjas":{El regreso}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora