finding 𝖔𝖚𝖗 rainbow

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Me había preguntado muchas veces a lo largo de mi vida, quién sería mi primer amor, pero jamás imagine que esta sería mi historia. He tenido varias opciones desde los inicios de mi adolescencia, pero ninguna me hizo sentir ese cosquilleo del que me contaban.

Con la respiración agitada, contemplé la habitación sombría y vacía en la que ahora me encontraba, si la tristeza se pudiera oler, estoy seguro que este sería su olor. Mis ojos intentan encontrar un lugar en donde centrar la mirada, algo que me pudiera dar el alivio que buscaba. Lo único que encontré en aquella habitación que solo parecía verse mas amplia y oscura conforme movía la mirada, era aquel retrato de la única persona que me hizo sentir vivo por primera y seguramente ultima vez, mis ojos encontraron paz en su mirada, pero mi corazón se altero más.

La vida puede ser tan injusta como para dejar tu historia inconclusa, como para arruinar tu felicidad en una milésima de segundo, no todos tienen un final feliz, Cinderella me mintió.

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Que buen mecanismo tienen los aviones, me he puesto a pensar como es posible que una maquina de semejante tamaño pueda ascender por los aires y mantenerse así por horas, simplemente fascinante, un invento mas del hombre que jamás comprenderá mi cerebro.

Llevo puesta una playera de Jaws, sin mangas, mi favorita. En Ibiza el calor no te permite usar otro tipo de ropa, a menos que claro, te quieras asar vivo o seas un vampiro con piel helada. Desperté aun en el asiento del avión, el cielo azul claro y despejado de hace rato ya no estaba, ahora podía observar un escalofriante cielo lleno de nubes oscuras.

En el otro lado del mundo existe una ciudad llamada Kingston, ubicada en Canadá. Mi padre me ha obligado a venir con él, si soy honesto me siento atemorizado, Kingston es todo lo contrario a Ibiza, en mi isla el calor es abrazador, el cielo usualmente se mantiene despejado, en cuanto a Kingston, me temo que no puedo decir lo mismo, cielos nublados, temperaturas bajas, playa fría, lluvias constantes y posibles nevadas. Mi padre y su novia han pasado su luna de miel aquí, les gusto tanto que tomaron la decisión de mudarse a Canadá, arrastrándome con ellos, por lo menos así era el acuerdo entre mi madre y el, mi padre se hace cargo de mi y ella de mi hermano, suena mal lo sé, pero nos funciona, o por lo menos hasta ahora funcionaba bien.

—Izan—me dijo mi padre antes de bajar del avión—, no olvides tu maleta, no te comprare mas ropa si la olvidas y te quedaras con lo que traes puesto por el resto de tu vida.
La exageración es algo que se nos da bien a los hombres de la familia Llunas, y mi papá no es la excepción. Me he olvidado de la maleta una sola vez y la recuperamos al siguiente día, no entiendo porque me lo reprocha tanto aún.

—No lo haré— le asegure para que me dejara en paz

Después de literalmente 12 horas en el avión, hemos llegado al aeropuerto, Kingston, Ontario. Se puede sentir una brisa fresca, ubico las puertas de salida, están completamente abiertas, me dispongo a salir por ellas, ligeramente apresurado con ganas de subir al taxi, hasta que me detiene la voz de mi padre

—Izan, hijo, no crees que olvidas algo—dijo en un tono para nada feliz—, te advertí que no la olvidaras, pero venga que a ti las cosas te entran por un oído y te salen por el otro.

Con el equipaje en mano ubico a un taxi esperándonos, guardo la maleta y subo sin mas.

Mi padre luce genuinamente complacido de haber llegado, y me alegra por él, pero yo no comparto su felicidad.

Trate de verle el lado bueno, empezaría en un nuevo colegio, es decir, ahora puedo escoger ser quien yo quiera, sin que las historias de mi infancia afecten, quizá ahora la gente me vería como luzco y no como me veía hace tres años, cuando creces con la misma gente es difícil que te vean como tu, ya que para ellos solo eres el niño que conocen desde siempre, ahora sería diferente.