La puerta se abre y la chica se arrodilla, dirigiendo la mirada al suelo, como suele hacerlo cada vez que él llega.
—Que ganas tenía de estar en casa —lo escucha decir; y su cuerpo comienza a temblar deseoso, como siempre—. ¿Para qué estás aquí?
—Para servirte, amo.
—Muy bien.
Se aleja, moviéndose a través de la inmensa sala y deja su maletín sobre una mesa; finalmente, se sienta en un sillón.
—Ven aquí —le dice.
Ella obedece, sintiendo como la humedad en su entre pierna comienza corroerla; odia sentirse tan húmeda por él.
—¿Sí, amo?
—Mírame. —Eleva la mirada—. ¿Qué eres?
—Su esclava.
—¿Y de quién eres?
—Suya, amo.
Él sonríe, satisfecho.
—Ven, siéntate sobre mi regazo. —Ella lo hace—. ¿Lo sientes?
—Sí.
—¿Y qué sientes?
—Que está dura.
—Es por ti, esclava.
—Amo...
—Chist... ¿te he preguntado algo? —Niega con la cabeza—. Regresa a tu lugar y arrodíllate —espeta.
Ella obedece y él se acerca.
—¿Qué te he dicho yo? —Guarda silencio—. ¿Que qué te he dicho yo? —espeta, subiendo el tono de voz, y la hace dar un respingo, excitándola mucho más.
—Que no hable si no me lo ha pedido.
—¿Entonces? —Camina a alrededor y solo se detiene cuando está nuevamente frente a ella.
—Lo siento, amo.
—Te gusta verme molesto, ¿verdad?
—No, amo —contesta.
—Pues a mí me parece que sí. —Le levanta la mandíbula para que lo mire a los ojos—. Dime, esclava, ¿qué quieres que te haga hoy?
Ella guarda silencio por un segundo; él parece impaciente.
—Que me folle, amo —responde, finalmente.
Él sonríe de lado.
—Te mueres por sentir mi polla dentro, ¿no? —Ella no contesta; traga saliva y se muerde los labios—. Te he preguntado algo, te mueres por sentir mi polla dentro, ¿verdad?
—Sí, amo.
—Entonces, ese será tu castigo, mi dulce esclava, hoy no te follaré.
—Pero...
—Chist. ¿Quieres seguir haciéndome enojar? —Niega con la cabeza—. ¿Quieres ver lo duro que está por ti?
Asiente.
—Tienes mi permiso. Sácalo.
La respiración de ella se acelera, mientras desabrocha su pantalón y libera su erección.
—Uff... —jadea él—. Mira como me tienes de duro. ¿Te gusta?
—Sí.
—Sí, ¿qué?
—Sí, amo.
—¿Quieres tocarlo? —Ella asiente—. Lo harás... pero metiéndolo dentro de tu boca.
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Amo y Esclava
RomansaRachel siempre ha estado enamorada de su jefe, el sexy y multimillonario dueño de la naviera más importante del continente, Jacob Dankworth; él, que suele pasar todos los días por la recepción principal, desconoce su existencia, claro, hasta que un...