CAPÍTULO 8 - "Ya no más"

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Mi piel se erizaba con su toque.

Inició como un suave y delicado roce de labios hasta convertirse en un beso abrasador.

Sus dedos jugaban con el dobladillo de mi blusa. Ahí, donde mi piel entraba en contacto con la de él, sentía fuego.

Luego sus palmas apretaban cada lado de mi cintura.

Debía admitir que la sensación me encantaba. Nunca había necesitado tanto el toque de alguien como necesitaba el suyo.

Nunca antes me había dejado llevar por las sensaciones con nadie, mientras que Diego, con un solo toque me quita todo rastro de voluntad.

Me levantó hasta dejarme a horcajadas de él en su sillón.

Gemí.

Sentía su excitación justo en mi centro. Y ese contacto me llevó al límite, uno que no sabía que tenía.

Sus labios cayeron en mi cuello, y sus dientes lo mordisquearon.

Tenía que reprimir los gemidos que querían salir de mi boca, no creo que sonaran bonitos. - No te reprimas, quiero escucharte.

Su grave voz me desarma. Instintivamente mi cuerpo se movió sobre el de él. Ahora era Diego quién gemía.

- No voy a durar si seguimos así. - No me dio tiempo de entender el significado de sus palabras ya que me levantó en sus brazos y ahogo mi pequeño grito en su boca.

Me concentré en ese beso, y en el millar de emociones que sentía.

Por un lado estaba la lujuria que él había despertado en mi cuerpo y por el otro, mi corazón que se derretía por cada toque y cada dulce palabra.

Caí en su colchón y con él sobre mí. Me besó duro y fuerte dejándome completamente anonada mientras se apartaba un poco para tirar de su camisa.

Mi boca se secó.

No era la primera vez que veía su torso desnudo pero, al igual que la primera, me deslumbraba completamente.

La fiereza de su demanda volvió a atraparme entre el colchón y su cuerpo. Cada toque me hacía perder más aún la cabeza.

Él podría hacer lo que quisiera conmigo.

Su mano llegó al botó de mi pantalón y fue cuando volví a la realidad.

- Diego, no... - Sus besos lo hacían difícil. - Detente. No podemos.

No tuve que empujarlo, él mismo se detuvo. Se sentó al borde de la cama, y suspiró. - ¿Becca, tú... eres... tú nunca... eres virgen?

Él siempre tan directo. - Si... lo soy.

- Me lo suponía. - Admitió.

- ¿Te lo suponías? ¿Qué se supone que significa eso?

Me miró como si mis palabras fueran completamente estúpidas y la respuesta fuera obvia. - Eres... eres muy receptiva a mis caricias y al mismo tiempo te reprimes. Eso solo puede ser por tu falta de experiencia y porque tienes miedo de lo que podría suceder.

- No tengo miedo al sexo si es a lo que te refieres. - En realidad si le tenía un poco de miedo.

- ¿Entonces por qué no te dejas llevar?

- No es miedo - murmuré suavemente - simplemente no estoy lista. No siento que sea el momento correcto.

- ¿Eres de esas chicas que quieren llegar virgen al matrimonio? - Su rostro se contorsionó ante esa mención.

Un segundo antes y uno después de conocerte..Donde viven las historias. Descúbrelo ahora