Dificultades

216 11 10
                                    

-¿Para qué necesita la OMCD de mi ayuda?- Silencio.

-No estamos conformes con las decisiones que se han tomado en el proyecto de Kakeru Minami, esas dos frágiles mujeres van a salir heridas por culpa de tanto hombre, además, tú conoces a una de ellas, ¿no?- Iba directo, necesitaba más información acerca de qué estaba pasando.

-Sí, pero ¿qué tengo que ver yo con todo esto? Es decir, que Amaia y yo nos conozcamos qué relación tiene con vosotros.- Estaban dispuestos a soltarlo todo, y no iba a perder esa oportunidad.

-Cristina García y Amaia Uceda, dos hembras, en un mundo de machos, aparte de que no deberíamos permitir este tipo de mezcla, necesitamos ir y sacarlas de allí para que las demás no se revelen, una rebelión de hembras sería catastrófica.- Ya estaba todo claro sin necesidad que me dijeran más.

Tenían miedo de que las dos chicas que habían sido enviadas allí fueran mejores que los chicos, y eso rompería sus ideales y no tendría sentido que siguieran luchando por la causa que les movía, se hundiría su mundo.

Yo no tenía intención de ayudarles, pero si querían sacarlas de allí, desde fuera no podrían, necesitarían a alguien que estuviera dentro, por lo que accedí a formar parte del plan con el único propósito de entrar y protegerla.

Fin flashback 

-Asique eso es lo que sucedió...- Estaba sonrojada, no solo por las lágrimas que había derramado, sino por haber dudado por un corto tiempo de Mick, me sentía patética.

-Cualquier persona hubiera dudado de mi si se encontrara en tu situación, no tienes que preocuparte por esas cosas.- Mirar a sus ojos turquesas me reconfortaba, me llenaba por dentro una satisfacción que solo obtenía por ese medio.

Escuché voces provenientes de la sala que habíamos dejado atrás, y gente correr por los pasillos para llegar hasta ella.

Mick me apretó más contra su pecho, seguramente, para ocultarme, aunque lo único en lo que podía pensar yo era en lo feliz que estaba de que este chico hubiese venido a salvarme. Lentamente alcé la mirada hasta encontrarme con su rostro.

Una pequeña lágrima volvió a escapar de mis hinchados ojos, lágrima que conmovió a aquel joven.

Pasó un dedo por la recorrido que esta había realizado para limpiarlo, y acto seguido, sin darme tiempo a reaccionar, posó sus labios sobre los míos.

Millones de recuerdos se reproducían en mi mente a tiempo record. Sensaciones que jamás había sentido inundaban mi corazón. Reacciones que no se habían producido comenzaban a hacerlo.

Mi corazón estaba a punto de estallar cuando se separó de mí. Me miró fijamente y las palabras que salieron de esos tiernos labios nunca las podría olvidar.

-Me elijas a mí, o elijas al chico que elijas, siempre seré tu sombra, tu ángel guardián, no lo olvides pequeña.- Y volvió a besarme, esta vez más dulce y tiernamente.

Sentía que mi cuerpo estaba flotando, no entendía mis propios sentimientos. ¿Sentía lo mismo por Mick que por Leo? ¿Por qué mi corazón latía tanto por ambos? ¿Cuál sería la respuesta correcta de todo aquello?

Mis pensamientos seguían divagando mientras nuestros labios seguían unidos. Cuando tuvimos que separarnos sentí un gran vacío, necesitaba más de esos besos, necesitaba ver esos tranquilizadores ojos, la belleza que tenía su forma de hablar.

¿Era posible que una persona se enamorara de dos personas? Dos personas totalmente distintas.

Se levantó y me tendió la mano.

-Vamos Ami, esos tres probablemente ya hayan terminado de arreglarlo todo.- Su cara tenía un ligero rubor que le hacía parecer ser un chico muy inocente.

Acepté su mano y me levantó. Ambos caminamos de la mano hasta aquella habitación.

El panorama era bastante sorprendente, todos estaban sentados, cuando digo todos me refiero a los dos bandos, tanto los miembros de la OCMD como los lobos.

Todas las miradas se dirigieron a mí en cuanto atravesé el umbral de aquella puerta, Leo se puso en pie y se dirigió hacia todos en aquella sala.

Creo que deberíais de ver lo que es capaz de hacer en un partido antes de juzgarla.- Se acercó a mí y me abrazó hundiendo su cuello en mi nuca.

Me sentía horrible en ese momento, ese abrazo tan cariñoso provocaba otras tantas sensaciones en mí que querría que se quedaran siempre, ¿por qué me estaba pasando esto a mí?

Me alejé de él tan rápido como pude, a lo que me contestó con una mirada interrogatoria, pero la ignoré y salí de allí.

Me volví a dar la vuelta y pronuncié lo más fuerte que pude.

-Tenemos un partido que ganar, ¿no?- Miré a mi primo y añadí.- Y otros que perder.

Una sonrisa apareció en mi cara justo antes de que echara a correr para dirigirme al sitio donde estaban todos reunidos.

Habían pasado dos días desde el incidente de las escaleras. ¿Tantas cosas podían suceder en tan poco tiempo, era eso posible?

En dos días mis sentimientos se habían transformado en un vendaval, algo que era imposible para mí sola afrontarlo. Necesitaba hablar con ellos, pero antes necesitaba desahogarme de toda esa preocupación.

Me dirigí al polideportivo que estaba vacío, me quité los pantalones del chándal ya que debajo llevaba los de juego y saqué un carro con balones.

Me limitaba a sacar tan fuerte y con tanta fuerza como me era posible, ni siquiera pensaba en dirigir el saque, solo pensaba en el daño que me habían causado, en lo estúpida que era por caer en esa trampa, en lo mucho que odiaba no poder controlar mis sentimientos.

Mi hombro comenzaba a resentirse de la brutalidad de los golpes que estaba realizando, pero no paré, necesitaba sentir ese dolor, saber que era yo la que lo había ocasionado y no otra persona. Últimamente solo era herida por otras personas, y estaba harta, no quería volver a ser herida, me cerraría de nuevo si hacía falta para pasar por encima de todos los que estaban en este internado.

Pero aunque lo pensara, no podía hacerlo, no podía simplemente cerrar la puerta que daba acceso a mi corazón, este siempre tuvo varios cerrojos, pero uno de ellos los abrió uno por uno y el otro derrumbó la puerta, la noche y el día, Mick y Leo.

Uno de los balones golpeó el techo tras rebotar en el suelo y estalló, estaba pasándome ya, mi hombro ardía y mis pulmones estaban dejando de llenarse de aire, pero no podía parar, no hasta que hubiera encajado alguna de las piezas del puzle, hasta haber solucionado algo.

De nuevo lágrimas empezaban a surcar mis mejillas, y la rabia que sentía por dentro de ser tan débil, de dejar que esas lágrimas afloraran estaba transmitiendo más fuerza a los músculos de mi brazo. Notaba que en cualquier momento el brazo iba a dejar de responderme.

Cuando me di cuenta pude ver que la puerta del polideportivo estaba entreabierta aun cuando yo la había dejado cerrada, y me había asegurado de ello.

Paseé la mirada por las pistas para poder ver quien era la persona que había entrado en las instalaciones y pude ver al entrenador Kakeru y a Franc, observándome en silencio, esperando a que fuera yo la que diera el primer paso para hablar, pero no lo haría. No hoy. No estaba preparada para ello, me iba a tomar bastante tiempo estarlo.

Otro balón estalló, había perdido la cuenta de cuantos iban ya, pero seguía sin importarme, hasta que en un último movimiento el hombro dejó de responderme y mi brazo se paró, no era capaz de moverlo, esto era la decisión que yo misma había tomado inconscientemente.

Puede que la respuesta a todo fuera que abandonara la concentración. Que lo dejara todo como está, que no resolviera nada y con el tiempo, cuando estuviera lista lo hiciera.

Mi hombro tenía la última respuesta, si me iba de allí dependería del estado de mi hombro. Inconscientemente había tomado una decisión aunque todavía no sabía cuál era.

Quedarme o abandonarlo todo.

¿El deporte lleva al amor? (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora